Donde la oscuridad penetra

Donde la oscuridad penetra

Novela Policiaca

Hamlet Alcántara

Foto: José Gabriel López Mejía

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Empezó a caerme el veinte de lo que significa estar “muerto” cuando el celular, que me había devuelto el Coronel, comenzó a vibrar, y en el detector de llamadas aparecía el nombre de mi flaca Valeria o mi brother Moncayo.

El Coronel me entregó el celular pero me advirtió mil veces que no debía contestarle a nadie más que a él.

– Es importante mantener el anonimato. Bienvenido al limbo Calavera.

Pinche limbo, y pinche Coronel soltando unas carcajadotas.

Entre el Coronel y don Paulino estaba apunto de volverme loco. El viejo narco estaba realmente molesto por lo que estaba sucediendo, aunque en el fondo me agradecía haberlo sacado de la cárcel a pesar de las circunstancias.

Además de sus amenazas el viejo insistía en que necesitaba ver la buena voluntad de sus captores para empezar a creer.

– Me tienen aquí como un perro. Al menos que me permitan darme un baño. Que me pongan una tele y me devuelvan el celular.

De principio sus peticiones no me parecían descabelladas, así que me fui a buscar al famoso teniente Míreles, que curiosamente estaba paseando por uno de los jardines, acompañado de unos americanos.

¿Qué chingados hacían unos americanos en este lugar hablando con el pedante de Míreles? Pinche Coronel y sus misterios.

Quise hacerme el disimulado y aceleré el paso para alcanzar al teniente. Enseguida me salieron al paso dos sujetos malencarados que me cerraron el paso apuntándome con rifles de asalto. 

– Vengo a hablar con el Teniente Míreles.

– Espérelo por ahí no se puede pasar a esta área. 

– Díganle que lo busca Calavera.

– ¡¿Qué no entiende que no se puede pasar?¡

El tipo me dio un empujón, y casi le miento la madre por gandaya, cuando el alboroto llamó la atención de Míreles y los dos americanos que lo acompañaban.

– ¡En un segundo estoy con usted Calavera. Espéreme por ahí¡

Eso sirvió para calmar los ánimos. Opté por retroceder unos pasos cerca de una fuente que estaba por ahí para poder seguir observando, aunque nunca pude escuchar una palabra de lo que se estaba diciendo.

Así estuve unos minutos y no sabía que me esperaban más sorpresas, cuando de pronto me llamó la atención una mujer que salió caminando de una de las oficinas que estaban en los extremos del gran jardín.

Cuando atravesó el jardín de lado a lado pude reconocerla, era la Morena, clarito la mire.

– ¡Morena¡

En cuanto escuchó mis gritos, echó un vistazo y yo me pare del borde de la fuente donde me había sentado, y extendí los brazos para que me mirara.

Pero eso sólo sirvió para que acelerara el paso, y desapareciera por una de las puertas de las otras oficinas.

Le grite un par de veces más y me acerque, pero sólo conseguí que los dos sujetos armados me miraran como a un loco, y me volvieran a cerrar el paso.

– Es que mire a una conocida pasar por ahí…

– Señor no puede ser. No hay ninguna mujer en esta área.

– Es que yo la vi –comprendí por sus actitudes que no me dirían nada más, y volví a mi lugar en la fuente de cantera.

Instantes después Míreles estaba estrechando mi mano, y debido a que aún seguía bastante sorprendido por la aparición no supe que había sucedido con los americanos.

– Anda usted muy inquieto Calavera –me dijo Míreles después de saludarme, y contrario a como se había portado en el primer encuentro que tuvimos se mostró muy cordial. Me echó una mano al hombro para que lo acompañara a caminar por el jardín.

– Es que me gustaría saludar a una amiga que acabo de ver entrar a esas oficinas.

– ¿Amiga? No comprendo.

– Sí. Le decíamos la Morena. Salió de allá, atravesó el jardín y entró en esa puerta.

– Eso es imposible Calavera, ahora no hay nadie por aquí. Tenemos un par de secretarias, pero muy rara vez vienen a esta zona, que tenemos muy restringida por razones de seguridad.

– ¿Cree que estoy mintiendo?

– Mire Calavera, venga para que este más tranquilo. Esa puerta de ahí donde dice que vio entrar a su amiga es mi oficina, pase para que vea que no hay nadie.

El teniente abrió la puerta. Era un recibidor con un sofacito y había otra puerta que también abrió donde estaba un escritorio y sillas con adornos discretos.

– ¿Esa puerta de ahí es otra salida?

– De verdad que usted está paranoico mi amigo, es sólo el baño –me contestó y abrió esa puerta también.

Tuve que tragarme mis palabras. No había forma alguna de que la Morena estuviera escondida o hubiera escapado. Quedé aún más desconcertado.

– Pero estoy seguro que no vino a buscarme para preguntarme por su amiga misteriosa ¿No es así?

– No. Es que he hablado con Don Paulino Zataraín y bueno el quiere algunas cosas para estar más cómodo –le dije, y le explique lo que el hombre solicitaba.

– Lo del baño y el televisor no creo que haya problemas, pero por ahora no podemos devolverle su teléfono por razones de seguridad.

– Y los otros ¿cómo están?

– Bien. Si quiere puedo arreglar que los vea, y podemos brindarle las mismas prerrogativas que a don Paulino. Pero hasta ahí nada más.

Míreles era tajante. No iba a ceder más allá de lo que ya había hecho.

– Oiga tengo otra curiosidad ¿Quiénes eran esos amigos suyos con los que estaba paseando en el jardín?

– Aparte de todo es usted muy curioso Calavera. Confórmese con saber que son unos amigos importantes.    

Pinche Míreles. Con su tonito formal volvió a ponerme la mano en el hombro, y me sacó de su oficina, mientras me decía que haría los trámites para que don Paulino y los otros tuvieran un mejor trató.

Lo único que se me ocurrió a continuación fue ir de nuevo a ver a don Paulino, para avisarle lo que ya había conseguido.

Estaba como león enjaulado de nuevo, y se puso peor cuando le dije que era imposible que le devolvieran su celular.

– ¡Estos hijos de la chingada¡ ¿A qué demonios están jugando Calavera? Nos tienen cautivos.

Y tenía razón Don Paulino. No nos permitían salir.

– Necesito hacer una llamada Calavera. Préstame tu celular.

– Don Paulino no creo que sea lo más adecuado.

– No me salgas con esas pendejadas Calavera. No me tardo ni un minuto ya veras.

– ¿Pero?

– Ni siquiera sé dónde chingados estamos, y por lo poco que he podido ver por esa mugre ventana estamos más custodiados que en la Peni.

No se cómo me convenció, pero termine por acceder.

En efecto Don Paulino no tardó mucho en llamar. Tuvo cuidado de entrar al baño y hablar en voz muy baja y no pude saber con quien habló. Además mis pensamientos estaban en otra parte. Estaba completamente confundido.

– Ya ves no me he tardado, pero diles a tus amigos que si de verdad esto es de buena voluntad vale más que la demuestren –me dijo Don Paulino y me devolvió el celular.

Decidí que lo mejor era descansar, y me fui a mi habitación.

Creo que me quede dormido unas cuantas horas y después salí de nuevo, pero ahora a buscar al Coronel.

Mire a Tobías que estaba parado platicando con unos guardias y lo llamé.

– Calavera me da gusto verte –me saludó, y se apartó del resto de los hombres armados.

– Igualmente Tobías. Siempre es bueno ver caras conocidas en estas circunstancias. ¿Está ahí el Coronel?

– Si acabamos de llegar, pero está de un genio del demonio.

Como si hubiera escuchado la conversación, el Coronel salió y me gritó para que me acercara.

– Coronel quería platicar unas cosas con usted.

– No es un buen momento Calavera. Fuimos por el Comandante Cervantes pero alguien se nos adelantó y le dio el pitazo. Se nos escapó el muy hijo de la chingada. 

Continuará, siguiente capítulo el próximo lunes.

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