La secuencia del chapulín

La secuencia del chapulín

Fragmento

#QuédateEnCasaYLee
#ColecciónEditorialDictamenBC

Hamlet Alcántara  

La frecuencia del chapulín rompe el zumbido. Marca el camino en el bosque de los vivos y los muertos.

Cuando el profesor Ariosto Mansur acuñó esas primeras frases en los apuntes de su libro, comenzó a perderse en los laberintos de la mente.

Siempre le aterró la idea de quedar encerrado para siempre en una pesadilla. Despertar sudando con el corazón agitado.

Un sueño dentro de otro tan aterrador como el primero y así hasta el infinito, pasando de una puerta a otra sin poder abrir los ojos en su realidad.

Ahora mismo no sabía que estaba sucediendo. Una parte de él quería aferrarse a la idea de que todo se trataba de una pesadilla, una muy larga, de la que ya no había podido despertar, pero con la esperanza de hacerlo algún día para que todo volviera a la normalidad.

Todo lo que pasaba ahora por su mente eran como imágenes difusas. Partes de un rompecabezas que alguien iba armando con una macabra lentitud sólo para torturarlo.

Me quieren quebrar la cordura. Lavar el cerebro. Todo esto lo están haciendo con la intención de borrarme la memoria para siempre. Lo he repetido una y otra vez, pero parece que nadie me entiende que todos son parte de una conspiración en mi contra. Ahora mismo no puedo asegurar si lo que sale de mi boca son las palabras que tengo pegadas en el paladar o sólo son sonidos, quejidos que nadie entiende, porque tienen meses drogándome dentro de esta jaula.

Aunque la mayor parte del tiempo el profesor Mansur parecía adormecido, en un estado de letargo profundo, cuando recuperaba la poca conciencia que aún le quedaba se encontraba encerrado. No en una celda, sino en una  jaula muy cómoda, con barrotes blancos con la pintura descarapelada, donde la mayor parte del tiempo permanecía amarrado con una cobija.

Debido a la imposibilidad que presentaba para moverse o ponerse de pie, sus captores no necesitaban de nada más para mantenerlo en cautiverio.

La última vez que abrió los ojos estaba en un hospital, con un par de enfermeras con una personalidad robótica, impasible que le aplicaron varias inyecciones y un medicamento desconocido en un gotero.

-¿Nombre del paciente?

-Patrick Richardson –respondió la mujer rubia, esa que con mirada tierna, y su peinado perfecto, no hacía más que amenazarlo, poniendo el filo de esa uña postiza en su boca, cuando pretendía pronunciar palabra.

¡Yo no me llamó Patrick! mi nombre es Ariosto Mansur, soy el profesor Ariosto Mansur y esta mujer me tiene prisionero, ¡ayúdenme por favor! –intentó gritar, pero las palabras se le pegaban en el paladar, y salían encerradas en la saliva que le escurría de los labios.

Todavía sigue acordándose de todo. Sigue hablando del profesor Ariosto Mansur, incluso el otro día habló de su libro sobre la frecuencia de los chapulines. 

Ya lo irá olvidando todo. Ya lo veras.

¿Quiénes son ustedes? ¿Por qué no me dan la cara? Así que de esto se trata todo esto, de mi libro, siguen pensando que soy un comunista, y ahora me quieren destrozar la razón. Borrar la memoria. No se escondan denme la cara.

El profesor sólo podía ver un par de sombras que pasaban frente a sus ojos una y otra vez, pero nadie más parecía escuchar.

¡Puede vernos! esto no está bien.

No puede vernos. A lo mejor nos percibe, pero eso es normal…

¡Eso mismo dijiste la última vez y mira¡ Sigue hablando de los chapulines, de elevar la conciencia, de pirámides, de tocar a los dioses y no sé cuántas cosas más, yo lo he escuchado, esto no debería estar pasando, el proceso de filtración está fallando con él.

Texto completo disponible en archivo digital para su venta

Ilustración Nataly Alcántara

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