Crónicas de la Vieja Escuela
Fragmento
Por Hamlet Alcántara
Sabino, el Santero se desafanó de la bronca del homicidio de la edecán porque tiene pacto con el Diablo. Sino como se explican que al bato lo hayan agarrado con el cadáver de la muchacha en la cajuela de su carro y ya ande tan campante en la calle.
Bueno billetes si tiene. Pero está bronca estaba pesada, porque todos los periódicos y noticieros de la ciudad hicieron un escándalo cuando desapareció la muchacha.
Unos dicen que tuvo que soltar un buen billete y otros que movió sus influencias, porque aparte el bato se la llevaba hablando de que estaba muy bien relacionado en la polaca, y por eso había conseguido el permiso para vender pisto en su restaurante de carnitas estilo Michoacán, al que por cierto le puso “El rincón de Jucutacato”, en honor a su pueblo natal donde hizo el famoso pacto con el Diablo.
La verdad a mí me tocó ver como raza de todo tipo llegaba a procurarlo ahí en su changarro, sobre todo para que les echara las cartas o les hiciera algún trabajito negro de brujería.
Tengo mucho tiempo de conocer al Santero. Me lo presentaron en la Pinta, si cuando todavía era el famoso Pueblito. Él era el Comandante de Custodios y desde entonces la raza lo conocía como el Santero, muy pocos le decían Sabino.
La plebe cuando se refería a él de volada te aventaba la advertencia “Ponte trucha con ese bato, porque aparte de que es un cabrón tiene pacto con el Diablo”, no pues ya con eso tenías para andar bien paniqueado.
Había caído a la Peni por pollero como siempre, sólo que aquella vez no pude desafanarme porque resulta que al bato que llevaba era un pinche sandinista que andaban buscando los de Interpol.
Yo sabía que el bato era nicaragüense, pero ni por aquí me paso que trajera ese tipo de broncas y no faltó el que me pusiera el dedo cuando estaba visitándolo en un hotel por ahí en la Zona Norte donde lo tenía clavado mientras preparaba todo para pasarlo con una visa falsa.
Para mi pinche desgracia los federales me cayeron cuando llegue a entregarle la visa al nicaragüense y para acabarla de chingar en un principio creyeron que el sandinista era yo y me la pase unos días en una cárcel de San Diego, hasta que llegaron unos güeyes no sé si del FBI o de la CIA que terminaron bien encabronados con los federales pendejos, porque estaban a punto de liberar al verdadero sandinista.
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Ilustración Nataly Alcántara