Donde la oscuridad penetra

Donde la oscuridad penetra

Novela Policiaca

Hamlet Alcántara

Foto: José Gabriel López Mejía

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La idea de emprender un viaje con el Nagual ya me estaba convenciendo, además de que parecía ser la única alternativa en medio de esta telaraña de mierda y corrupción que me olía a una podrida traición.

Pero antes de convertirme por completo en Horacio el hechicero, tenía todavía que hacer un par de cosas por aquí.

Me despedí de Moncayo temprano, de hecho pasaba del mediodía, por eso tenía tiempo suficiente para otra visita o al menos eso esperaba.

Uno no deja de sentir miedo cuando esta apunto de hacer algo que pone en peligro su vida. Aunque haya alguien que diga lo contrario estoy seguro que no es así. El sudor comenzó a recorrer mi frente y mis dedos temblaban cuando intentaba buscar el número del Santi en la agenda de mi celular.

Eran varias las posibilidades que pasaban por mi mente si finalmente me decidía a hacer esa llamada.

Era más fuerte mi decisión de esclarecer un poco más este rompecabezas, que el miedo que sentía por mi vida, así que marque.

Cada tono que sonaba en el celular, representaba una idea distinta. ¿Qué tal que el Santi murió en la balacera y su aparato esta en manos de los federales o de la gente de los Malacón? ¿O qué tal que sigue vivo pero pensando que soy una rata traidora por no haber acudido a la cita y va a aprovechar para vengarse y hacerme pozole? Pronto mis dudas se disiparían.

– ¿Santi eres tú? 

– ¡¿Quien chingados habla?¡

– Soy Calavera ¿Santi eres tú? –insistí.

– ¡Perro de mierda¡ ¡¿Estás vivo?¡ -no supe bien si gritaba de coraje o de gusto, pero tenía que arriesgarme.

– Si estoy vivo ¿Podemos vernos?

– Claro que podemos, dime dónde estas y mando a mi gente para que te recoja.

– Creo que sería mejor que me dijeras donde puedo verte.

– No abuses de tu suerte camarada, si quieres verme las cosas se van a hacer como yo te digo. Más vale que estés sólo. No me gustan las emboscadas.

Mi nombre ya estaba bastante maltratado como para que echarlo a perder aún más. Aunque no me gustaba mucho el tono del Santi tenía que arriesgarme. Ahora si que necesitaba a todos mis guías espirituales para salir vivo de esta. En mi condición no me quedaba otro remedio.

Antes de lo que imaginaba estaba de vuelta prisionero en el interior de una Cherokee con placas americanas, en medio de varios gorilas armados con rifles de alto calibre.

Llegaron al parque sin hacer mucho escándalo, pero fue evidente su presencia cuando de las dos camionetas con vidrios totalmente polarizados se bajaron los matones, todos vestidos de negro y con sus rifles en la espalda.

A pesar de que me entregue pacíficamente me subieron a empujones y jalones a una de las camionetas.

En el camino casi me encueran revisándome, después ya no me dirigieron palabra alguna hasta llegar a una pequeña finca en una colonia al este de la frontera a las afueras de la ciudad. Pinche Calavera, porque no te conformaste con la versión que te dieron Moncayo y el Nagual, y simplemente te largaste con todo tu dinero fuera de la ciudad. Ah pero no, tenías que seguir de metiche, pensaba una y otra vez, hasta que tuve de frente al viejo Santi.

– Miren nada más. Eres la prueba viva de una mentira más de tus amigos los soldaditos. Debo reconocer que tienes huevos al buscarme después de todo.

– No sé a qué te refieres.

– ¿A qué me refiero? A que tus amigos nos dijeron que habías muerto en el operativo, y por eso no ibas a poder estar presente en la trampa que nos tendieron a todos, horas después. ¿Qué conveniente verdad? ¿Y ahora qué? ¿Qué otra sorpresa nos tienen deparada?

– Yo no soy parte de ninguna trampa por eso estoy aquí. Y si estuve a punto de morir en aquella emboscada. De hecho ni siquiera mis amigos soldaditos, como los llamas, saben que sigo vivo…

– Mira que casualidad. ¿Y decidiste venir a decírmelo a mí? ¿Seguramente ellos fueron los que te dijeron que sobreviví? Bueno pues ahora lo sabes. Hace falta más que una trampa para deshacerse de mí. Lástima que no pueda decir lo mismo de ti…

– No sé qué fue lo que pasó aquella madrugada. Estuve en coma. Pero he venido armando el rompecabezas y me lo imagino, por eso vine a verte bajo el riesgo de que no me creyeras. No hay trampa alguna, vengo desarmado, sin micrófonos y accedí a tus condiciones.

Santi se quedó pensando por unos minutos.

– Vamos Santiago tu me conoces. No me gustan las traiciones, y huelo que aquí hubo una de la que no fui parte.

– ¡¿Hueles que hubo una traición?¡ Yo lo sé porque la viví. Miré impotente como nos emboscaban a todos esa madrugada. Afortunadamente algunos decidimos ver los toros desde la barrera y pudimos huir. Pero la intención fue evidente. Nos querían borrar del mapa a todos. ¡Con una chingada yo les di la ubicación de la reunión, porque el acuerdo era que nos iban a apoyar para acabar con todas las ratas de los Malacón y nos traicionaron¡

Me quedé mudo. Era lo mismo que venía sospechando desde que leí la noticia en los medios. Resultaba Obvio que Santiago tuviera tanto coraje contra mí.

– Lo siento. La verdad no tenía idea que las cosas pasarían así –no supe que más contestar.

– No sé porque sigues vivo –Santi tenía la mirada desorbitada en ese momento, y el odio reflejado en la niña de sus ojos que no tenían otro objetivo que mi persona. Así con esa calma el cabrón sacó su pistola y me la puso en la pura frente –debería llenarte el pinche cerebro de plomo para que te tragues tus condolencias.

La sangre me golpeó la cabeza y las piernas me empezaron a fallar. Podía sentir el odio en la punta fría del cañón. Peor aún, estaba consciente de que Santi no dudaría en jalar del gatillo.

– Estoy dispuesto a ponerte en bandeja de plata a una de las ratas mayores de los Malacón. Además creo que Lucas es historia.

– No debería dejarte hablar siquiera. ¿Qué clase de trampa me quieres tender ahora?

– Mira Santiago no es ninguna trampa. Te estoy muy agradecido por lo que hiciste por mí en la cárcel. Te aseguró que nada tuve que ver con la trampa esa que dices. Ya te lo dije estuve en el operativo, nos emboscaron y yo pude escapar gracias a que una socorrista me reconoció, y me llevo a un hospital seguro, donde me quisieron matar.

– ¿Cuál es tu famoso plan?

– Voy a ponerte en bandeja de plata al Capi Colorado. Este cabrón esta involucrado en la muerte del ingeniero ese al que ustedes conocían como el Topo, el que les hacía los narco túneles a ustedes, y a otros colombianos socios del patrón…

– Si conozco a ese cerdo. Pero no me explico como vas a lograr sacarlo de donde este escondido el hijo de la chingada.

Tampoco yo estaba muy seguro. Se me estaba ocurriendo una idea muy loca y estaba rezando internamente porque funcionara.

– Lo voy a citar en un lugar, y cuando salga de ahí ustedes lo levantan.

– ¿Lo vas a citar en un lugar? ¿Quiere decir que tú tienes relación con ese desgraciado? –volvió a poner el cañón de su pistola en mi cabeza.  

– No exactamente. Me voy a hacer pasar por otra persona…

– No me vengas con mamadas –echó a reír a carcajadas, –es increíble lo que la gente dice para salvar su vida, pero tú te volaste la barda cabrón…

– Te lo digo en serio. No espero que me creas, sino que confíes. El compa este es medio devoto a la brujería, y tengo unos amigos que se dedican a eso e incluso le han hecho trabajitos.

El silencio reinó por unos segundos. Santiago estaba digiriendo la idea lentamente en su cabeza, y aunque parecía extraña pensó que podría funcionar.

– No cabe duda que tienes imaginación canijo.

– Dile a tu gente que me devuelva mi celular. En este mismo momento frente a ti, le voy a hablar a ese desgraciado.

Continuará, siguiente capítulo el próximo lunes.

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