Donde la oscuridad penetra

Donde la oscuridad penetra

Novela Policiaca

Hamlet Alcántara

Foto: José Gabriel López Mejía

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Alatriste se quedó sin palabras y luego le lanzó una mirada inquisidora a Moncayo que sólo se encogió en hombros.

  • ¿Así que ustedes detuvieron a Mariano?
  • Así es comandante –para entonces en la escena ya sólo quedaban federales y agentes que venían al mando de Alatriste.

Alatriste volvió a guardar silencio y de nuevo miró con Moncayo esperando una respuesta. Moncayo estaba desconcertado, y aunque quería adivinar que yo era el sospechoso testigo del pasamontañas, debido a toda la confusión, y a que algunos otros sujetos que permanecían ahí traían pasamontañas no podía estar seguro.

  • Tengo que entregar a este detenido al ministerio público teniente… -Alatriste comenzaba a ponerse difícil cuando de pronto recibió una llamada y nos pidió unos minutos para contestarla. No tardó mucho en regresar, con una visible derrota marcada en su rostro, sólo para decirnos que podíamos llevarnos a Mata.

Míreles nos hizo señas a mí y a sus gorilas para que fuéramos por el detenido. En ese preciso momento yo también recibí una llamada, se trataba del Santi.

  • ¡¿Qué chingados está pasando Calavera?! –me traté de apartar un poco para atender el celular, pero antes Míreles me cogió de un hombro: “No sé quiénes sean tus acompañantes ni quiero saberlo, pero diles que se desafanen de aquí. Tú te quedas con nosotros”.   
  • No te puedo explicar ahora Santi. Mira mejor llámale al Pato y dile que se desafane de aquí ahora mismo. Yo te llamó mañana temprano para explicarte y arreglar lo de la reunión con la lesbiana.

Minutos después, en medio del alboroto, alcancé a ver como la camioneta del Pato se retiraba del lugar mientras subíamos al detenido a una de las unidades de Míreles. Lo mismo hicieron los policías ministeriales que venían con el comandante Alatriste.

Míreles y yo nos subimos en la unidad donde iba el detenido. En cuanto me quité el pasamontañas Mariano Mata peló unos ojos de sorpresa. Presiento que estuvo a punto de escupir el corazón.

  • ¿Qué haces tú aquí?
  • ¡Creíste que te ibas a salir con la tuya hijo de tu pinche madre. Pero ahorita mismo me vas a poner en bandeja de plata al pinche marrano del Capi Colorado… -agarré la pistola y le alcancé a dar un cachazo en la cabeza, luego corte cartucho y lo encañone antes de que Míreles me ordenara que me detuviera.
  • ¡Aquí no Calavera! ¡Vámonos para el cuartel!

Mata quiso hablar, pero Míreles no se lo permitió. Se hizo el silencio mientras todo el comando federal enfilaba hacía la hacienda que tenían habilitada como cuartel.

Volvió a sonar mi celular: “¡Pareja te pasaste de chorizo!” –era Moncayo bastante enojado.

  • Cálmate perejón no es lo que tú piensas. Luego te explico.
  • No sé cómo le hiciste pareja pero hasta de la oficina del Procurador hablaron con Alatriste para que entregara al culero ese. Sólo espero sinceramente que no lo estés llevando de vuelta con tus amigos mañosos…
  • Ya te dije que mañana te marco y hablamos ¿Te parece?

A Moncayo no le quedó más remedio que aceptar.

Quince minutos después estábamos bajando a empujones a Mariano Mata en la hacienda.

  • A cabrón ¿Calavera eres tú? –me preguntó Tobías el chofer del Coronel que estaba en la entrada platicando con otros sujetos.
  • ¡Claro que soy yo mi Tobi! –le contesté y le di un buen estrechón de manos.
  • Si es un disfraz me cae que te salió al puro pedo. Nomás se que eres tú porque aquí el patrón dijo que ibas a venir…
  • Seguramente no lo comentó de muy buen modo… -Tobías soltó la risa.
  • Qué bueno que estás consciente de eso, porque de hecho me encargó que te llevara con él en cuanto te viera.
  • Al mal paso darle prisa –dije y seguí a Tobías hasta la oficina donde estaba el Coronel platicando con otras personas. Quizás me pase de observador, pero creo que eran los mismos gringos que vi antes cuando escapamos de la prisión. Pinches gringos. Y para ponerle mayor suspenso al asunto el Coronel hizo de las suyas y en un inglés casi perfecto les pidió que lo dejaran sólo conmigo. Sin más ni más los gringos se pararon y salieron.

¿Qué chingados estaban haciendo ese par de gringos a estas horas de la noche en el cuartel de un militar retirado con muchas influencias, que según encabezaba un operativo federal encubierto contra el crimen organizado? Creo que era una muy buena pregunta que todavía no podía responder.

El Coronel me miró de arriba abajo totalmente sorprendido.

  • ¿Qué te hiciste Calavera?
  • Me morí tal como usted me lo pidió Coronel…
  • Ya veo, estás tan muerto que si no fuera por los problemas en los que te metes, ni siquiera me hubieras llamado…
  • Bueno Coronel es que…
  • Creo que ni siquiera tú estás enterado de que tu amigo el narco ese de Don Paulino ya no está en la ciudad.

No pude responder.

  • Me lo imaginaba –respondió el Coronel ante mi evidente silencio –No estoy aquí sólo para sacarte de tus broncas, y tú para andarle haciendo al misterioso conmigo. Tu obligación era mantenerme al tanto de todo lo que sucediera con el tal Paulino Zataraín, pero ha sido lo único que no has hecho en todo este tiempo.
  • Yo no tuve la idea de liberarlo Coronel. Si se les salió de las manos no es culpa mía.
  • Desde un principio no has estado muy de acuerdo con todo esto…
  • Será que no me gusta trabajar para los mafiosos, en cualquiera de sus modalidades.
  • Ya te he dicho que esto no es lo que parece…
  • Si pero solamente dice eso y el que se está partiendo la madre allá afuera soy yo. El que está en medio del infierno soy yo Coronel ¿Cómo chingados quiere que le informe lo que hace Paulino Zataraín si el tipo no me tiene la suficiente confianza? ¿Además que esperaba? ¿Qué el capo siguiera al pie de la letra sus instrucciones? Por favor Coronel me extraña…

El Coronel se quedó en silencio. Creo que por primera vez en mucho tiempo el viejo se quedó sin más explicaciones, como si de pronto tuviera conciencia de que estaba metido en la misma telaraña que yo.

  • Ahora no sé que estén haciendo ustedes, pero yo les estoy entregando a un policía ministerial corrupto que dirige a un comando de secuestradores al servicio de la banda de los hermanos Malacón, así que ahora dígame usted Coronel si no es tiempo que su equipo ponga manos a la obra y reviente a dos que tres mañosos.

Poco a poco le fue bajando el color del coraje al Coronel hasta que recuperó la calma, y sin tener más palabras en la mente escuchó atentamente lo que le había dicho.

  • El trato que teníamos en un principio era barrer con toda esa escoria ¿O entendí mal? –le pregunté al Coronel.
  • Si pero no a policías y funcionarios penitenciarios.
  • Mire Coronel, a riesgo de sonar como asesino, pero esa escoria estaba trabajando para los Malacón, igual que Mariano Mata. Mire que me cuesta trabajo decirlo, porque Mata trabajó muy de cerca conmigo.  
  • ¿Y los datos que me enviaste por celular?
  • Son de casas de seguridad de una expolicía municipal que trabaja para Lucas Malacón.
  • ¿Y qué es lo que propones entonces Calavera?
  • Que en este mismo instante salgamos a hacer un levantadero de gente.

Continuará, siguiente capítulo el próximo lunes.

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