Donde la oscuridad penetra

Donde la oscuridad penetra

Novela Policiaca

Hamlet Alcántara

Foto: José Gabriel López Mejía

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– ¡Les dije que esa pinche lesbiana nomás nos estaba calentando el terreno! –el Tito fue el primero en alzar la voz después de escuchar la historia de la famosa casa de seguridad que le habían reventado a la Condesa.

Según él ya tenía informes de que la Condesa, aparte de que había volteado bandera, andaba secuestrando junto con la gente de los hermanos Malacón.

– ¡A ver tráiganme para acá al hijo de la chingada ese del Mata! –gritó el Santi ya totalmente encabronado y desencajado.

El Santi estaba irreconocible. Furioso. Con una mano se apoyaba en su bastón y en la otra traía una pistola escuadra. La apretaba con tanta fuerza que creí que se le podía salir un tiro.

Mata estaba visiblemente cansado. Y lo trajeron a puros empujones. No me quedó otro remedio que ser un simple espectador.

– ¡Ahorita mismo me vas a decir a lo que se dedicaban tú y la pinche gorda esa!

– Ya les dije que yo solamente le cobraba protección por darle pitazos y esas cosas…

– Mira hijo de la chingada, ya sabemos que la policía agarró a uno de tus cómplices en la casita de seguridad donde tenías a los secuestrados. Al patrón le caen de a madres esas cosas, así que más vale que sueltes bien la sopa porque de eso depende que te deje vivo o te meta unos plomazos ahorita mismo.

Creo que en ese momento Mata se sintió sitiado. Me volteó a ver como esperando quien sabe que cosa. Simplemente me encogí de hombros. Tenía que hablar o de lo contrario se lo iba a cargar el payaso ahí mismo delante de todos.

– ¿Que quieren que les diga? Nosotros nos encargamos de poner a las víctimas. Tenemos amigos que se encuentran escoltando empresarios y ganaderos de la región, y ellos ponen a sus jefes. La patrona nos apoya con gente, paga la renta de la casa y se encarga de pedir los rescates.

El relato de Mata terminó por sorprender a todos. Resultó que además de los secuestros, la Condesa había sido responsable de varios robos de droga que culminaron en el asesinato de socios del Don, incluyendo el último, de los colombianos parientes del Pibe.

– ¡Maldita rata! –en ese momento tuve que intervenir para evitar que el Santi asesinara a Mata -¡De verdad Calavera no sé qué tanto le defiendes a esta mierda!

– No es que lo defienda. Quedamos en que lo iba a entregar a la policía y creo que es lo mejor. Tenemos que volver a ganar la confianza de gente que nos puede echar la mano en las corporaciones para poder trabajar, de otro modo vamos a tener a toda la fuerza del estado detrás de nosotros…

Volvió el silencio por unos instantes.

– Anda Calavera ya párale a tus sermones. Mejor llévate ya a esta rata y arregla el cagadero que hay. Sólo espero que no te equivoques. Yo tengo que hablar de nuevo con el patrón porque me dijo que lo pusiera al tanto de todo lo que estaba sucediendo. Tú Pato acompaña a Calavera, llévate a tu gente por cualquier cosa…

– Entre más pocos vayamos es mejor. La cosa ahorita es no andar muy placosos en la calle. Creo que con el Pato y otro compa es más que suficiente –dije.

– Te la estas rifando mucho Calavera, pero es tu cuento. Te sugiero que si se te pone difícil la rata esta la despaches en el camino.

La casa del Tito era lo suficientemente grande como para resguardar a toda la clica que estaba reunida. El Santi se guardó la pistola y le pidió una habitación al Tito para poder llamar a Don Paulino, mientras el Pato y otro sujeto, arrastraban a Mata hacia una de las camionetas.

– Pareja ya te tengo tu regalito ¿Dónde te lo entregó? –le llamé a Moncayo ya trepado en la camioneta.

– Vete para el lado de Playas. Allá la cosa esta un poco más despejada.

– Enterado. Ya que este por allá te vuelvo a llamar.

El Pato iba en el asiento del copiloto, su compañero iba manejando y a mi me tocó custodiar a Mata en la parte trasera.

– Yo no voy a batallar mi compa. Si este mugroso nos empieza a dar problemas aquí mismo le pegó un tiro en la cabeza, y lo dejamos donde caiga –dijo el Pato en cuanto salimos de la casa -¿Para dónde le damos?

– Para Playas –contesté.

– ¿Qué van a hacer conmigo?

– Te estamos perdonando la vida hijo de la chingada, pero de una vez te lo advierto en nombre de mi patrón: si dices una palabra de lo que te pasó por acá, yo mismo voy a ir por toda tú pinche familia y me la voy a acabar a balazos.

– ¿Me van a entregar a la policía? –incluso antes de escuchar la respuesta afirmativa a su pregunta Mata suspiró aliviado. Creo que sabía que estábamos sacando su cuerpo de un ataúd.

En cuestión de minutos estábamos en la zona de Playas.

Moncayo llegó en una patrulla sólo, tal como habíamos quedado.

– ¿Dónde está Mata?

– Pareja primero me tienes que asegurar que no lo van a soltar, porque soy hombre muerto.

– No creo que lo suelten, las cosas están muy calientes –la respuesta de Moncayo no me había convencido mucho. Pero afortunadamente uno nunca pierde el colmillo cuando anda en estas cosas. De camino a esa misma reunión le había enviado un mensaje por el celular al Coronel para que él y su gente cayeran justo cuando Mata pisara la comandancia.

No lo hice por desconfiar de Moncayo, pero los Malacón se habían infiltrado tanto que no podía tampoco confiarme al cien por ciento.

– Mira Mata tiene información importante sobre una mujer expolicía municipal, que es la cabecilla de todo este pedo. Tienes que presionar a Alatriste porque esta es la gente que lo quiere asesinar igual que a ti y a mí.

– Voy a hacer todo lo que este en mis manos pareja…

– Esta bien, espérame aquí, voy por Mata –en cuanto me di la vuelta y aprovechando la oscuridad le llamé de nuevo al Coronel –en este preciso momento estoy por entregar al policía que le comenté en el mensajito Coronel, tiene que actuar rápido.

– No te preocupes Calavera. En cuanto cuelgues me voy a comunicar personalmente con el Procurador y ya envié de avanzada a algunos de los muchachos. De que lo sacamos de ahí lo sacamos.

– En cuanto pueda le vuelvo a llamar Coronel, porque al parecer mañana va a haber una reunión y no dudo que varios de los jefecillos se presenten. Sería bueno emboscarlos –colgué justo cuando abrí la puerta de la camioneta.

– ¿Con quién hablabas? –me preguntó el Pato.

– Con nadie. Traté de comunicarme con el Santi para decirle que ya se estaba haciendo la machaca, pero no entró la llamada.

Mata me acompañó sin oponer resistencia.

– Te agradezco lo que estás haciendo por mi Calavera –me dijo en voz baja.

– No me agradezcas ni madres, porque vas a pasar muchos años en la cárcel.

– Eso está por verse pareja –contestó muy seguro el hijo de la chingada.

Continuará, siguiente capítulo el próximo lunes.

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