Novela Policiaca
Hamlet Alcántara
Foto: José Gabriel López Mejía
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Como que al Nagual ya se le estaba haciendo costumbre aparecerse de pronto frente a mí y sacarme cada susto.
– Veo que está aquí de vuelta Javier Calavera –me dijo cuando preparaba a salir a encontrarme con el Santi.
– Nunca se ha ido. Tengo cosas que hacer.
– Lo sé. Creo que es parte de tu destino ser un Guerrero Jaguar.
– ¿Un qué?
– Guerrero Jaguar, ahora su garra te envuelve y la vas a necesitar –me dijo el Nagual y me entregó un collar, que solo era un hilo negro con una piedra verde que parecía el colmillo de un animal.
– ¿Qué es esto?
– El colmillo del Guerrero Jaguar. Para nuestros antepasados el jaguar era un animal sagrado, porque era la única criatura capaz de dominar la selva tanto en el día como en la noche. Por tanto se creía que tenía la capacidad de acechar en el Inframundo y salir sano y salvo de sus peligros.
– Mira que me va a servir mucho ahora –contesté y me la puse en el cuello, junto con el dije de la Santa Muerte.
Minutos más tarde estaba parado justo donde el Santi me recogería. Decidí dejar el auto estacionado lo bastante alejado del lugar, porque prefería que nadie lo pudiera reconocer.
– Órale Calavera apenas y te reconocí –el Santi me dio un abrazo en cuanto me vio.
– Si no me cuido yo nadie lo va a hacer –venía acompañado de otros sujetos que no había visto antes. En ese instante llegó otra camioneta y en el asiento del copiloto estaba el Tito.
– ¿Qué pasó mi Calavera? Ya te estas convirtiendo en el as del disfraz. Me cae que si no me fijo bien hubiera creído que eras otra persona.
– Hay que andarse cuidando mi Tito. ¿Y el patrón donde anda?
– En el sur. Anda reunido con algunos socios por allá, pero seguramente en estos días va a llegar con buenas noticias para todos. Por acá las cosas están que arden.
– Me imagino –respondí.
– La gente de Lucas Malacón ya sabe que nos andamos reagrupando, eso no es ninguna novedad, pero aquí adentro tenemos chivatones –interrumpió el Tito –y ahora mismo se los voy a probar.
Junto con el Tito venía otra camioneta repleta de hombres armados. Me subí con el Santi y los que lo acompañaban. En cuestión de segundos estábamos en marcha a quien sabe donde.
– ¿A dónde vamos? –le pregunté al Santi, pero creo que estaba tan desconcertado como yo.
– Al Tito se le ha metido en la cabeza que nos están traicionando y dice que tiene pruebas.
En unos minutos estábamos en la misma casa donde asesinaron al Meño Zamora.
El Tito se bajó bien escoltado, y nos pidió que esperáramos un momento en la sala antes de presentarnos a alguien.
– Quiero que vean muy bien estas fotos –regresó segundos después con un sobre Manila donde guardaba varias fotografías.
En ellas se mostraba a la famosa Condesa sosteniendo reuniones muy alegre con el Gordo Colorado y con otro tipo malencarado, barbón y medio gordo que todos reconocieron de inmediato por los gestos que hicieron.
Poco después el Santi me comentó que ese era Lucas Malacón. Pero a mi me llamaron la atención otras fotografías donde estaba la lesbiana con Batista y la última de ellas con Mariano Mata.
– Ven bien ese rostro. Calavera nos puede decir mejor que nadie de quien se trata.
Todas las miradas me señalaron.
– Se llama Mariano Mata, es agente de la Policía Ministerial y antes de que me detuvieran estaba bajo mis órdenes.
– Pues él, mi amigo, fue el que te mando al matadero. El tal Meño nos lo confesó antes de hacerlo pozole. Eso y otras muchas cosas más. Lo que quiero mi Santi es que le hagas llegar estas fotografías al patrón, junto con algunas grabaciones más. La pinche vieja me ha estado buscando en estos últimos días y ahora entiendo su interés por saber donde anda Don Paulino.
– Bueno pero nos dijiste que nos ibas a presentar a alguien –insistí.
El Tito se me quedó mirando mientras movía el dedo índice de su mano derecha arriba y abajo –a ti te va a gustar esta sorpresita –después hizo una señal y dos de sus gorilas trajeron a rastras a Mata.
Estaba todo madreado y esposado.
– Este amiguito tuyo Calavera, estaba conspirando con la gorda lesbiana para matarlos a ti y al jefe, entre otras muchas cosas. Aquí ya se puso guapo y nos contó algunas historias interesantes.
Mata me miraba aterrado. Gemía, no podía hablar porque estaba bien amordazado. Forcejeó e intentó gritar con más fuerza, pero el Tito ni tardo ni perezoso le estampó el tacón de sus botas en la pura cara.
– Tenemos que hacer algo con esa pinche gorda, y lo tenemos que hacer ya. A este amiguito lo andan buscando como locos sus compañeros y también la gente de Lucas.
– La Condesa siempre anda bien escoltada y en cuanto sepa que su amigo desapareció va a empezar a sospechar –intervino el Santi.
– Por eso tenemos que actuar de una vez, porque al rato va a ser más difícil quitarnos ese alacrán del lomo.
– ¿Y dónde lo levantaron? –pregunté.
– Ya lo teníamos en la mira. Lo seguimos un par de días y en la primera oportunidad lo agarramos. Al muchachito lo andaba buscando el Comandante en la tarde para que se reportara, le dimos chance de que se comunicara con él.
– La Procuraduría lo anda buscando pero para detenerlo, no para rescatarlo –solté la bomba y de nuevo fui blanco de todas las miradas.
– ¿Y tú como sabes eso? –el Tito se me acercó y me encaró.
– Todavía tengo mis contactos en la policía y se que ya lo tenían en la mira. Cuando el Comandante le llamó era para que se presentara a la comandancia y detenerlo. Ahora creen que anda prófugo y el operativo que hay en las calles es para detenerlo. No nos buscan a nosotros.
– Eso es una ventaja –dijo el Santi.
– ¿Nadie más le ha querido llamar?
– Si. Uno de los lamebotas de la lesbiana ya le ha llamado como tres veces.
– Bueno pues lo que yo recomiendo es que le devuelva la llamada. Vale más que la Condesa piense que Mata se está escondiendo y no que ya andamos tras de ella.
– Con razón le caes tan bien al patrón pinche Calavera –el Tito me volvió a dar otro abrazo pero esta vez con más fuerza apretándome en medio de su enorme humanidad. Después ordenó que le quitaran la mordaza a Mata, que apenas se podía mantener en pie.
– Vas a llamarle a tu amigo y vas a decirle que estas bien. Que andas escondido porque la policía anda tras de ti.
Mata no dijo nada. Pero evidentemente tenía tanto coraje en su mirada que no iba a ser fácil convencerlo.
El Tito estaba apunto de golpearlo de nuevo cuando lo detuve.
– Tienes alguna habitación donde pueda hablar con él a solas –el Tito me miró extrañado.
– ¿Para que chingados quieres hablar a solas con esta rata?
– Lo conozco y no va a cooperar si lo sigues torturando. Además creo que necesitamos responder a esa llamada ya y que suene creíble. De otro modo las cosas se van a complicar.
– ¡Tienes dos minutos Calavera¡ Y más te vale que esto no sea ningún tipo de truco, porque aquí no nos gustan los traidores.
No estaba en posición de contestar nada.
Nos condujeron a una habitación que estaba ahí cerca de la sala. Mata respiraba con dificultad.
– ¿No vas a creer esas chingaderas de que yo te entregue o si?
– Eso no importa mucho ahora. Pero si quieres que te saque con vida de aquí tienes que hacer lo que te piden, de otro modo estos tipos te van a matar, y no te va a gustar saber como.
Mata se me quedó mirando fijamente. Nunca antes había visto una mirada con tanto terror dibujado en los ojos.
Le pedí que se tranquilizara, y respirara profundamente.
En ese momento abrieron la puerta sin previo aviso.
– Ya no tenemos tiempo, el celular de esta rata está sonando de nuevo, es el tipo que lo ha estado buscando desde hace rato.
Continuará, siguiente capítulo el próximo lunes.
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