Donde la oscuridad penetra

Donde la oscuridad penetra

Novela Policiaca

Hamlet Alcántara

Foto: José Gabriel López Mejía

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A pesar de la llamada alarmante de Moncayo, yo permanecía en una extraña sensación de tranquilidad que nunca antes había sentido. Él se negó a darme más detalles hasta vernos en persona.

– Tengo que irme amigo. Pero no creas que se me ha olvidado que tenemos una plática pendiente –le dije al Nagual y corte la comunicación con Moncayo.

– No sólo una. Tenemos muchos asuntos pendientes Horacio, el hechicero.

Salí tan pronto como pude al encuentro de Moncayo. Aún así no podía quitarme de la mente todo lo que había pasado en estos últimos días. Desde aquel sueño donde mire al marrano, la Condesa y compañía planeando el atentado contra el Procurador, hasta el misterioso hombre que me sacó del sueño, la Morena y el lobo blanco con gris que apareció durante la meditación. ¿Será que de verdad me estoy volviendo brujo? Pinches ideas raras. Me estoy quedando arriba.

Lo que si estaba muy claro era que debía seguir sosteniendo mi identidad como Horacio el hechicero, para mantenerme en el anonimato.

A medio camino me empezó la ansiedad. Se nos calentó el terreno.

Moncayo estaba esperándome en el parque tal como habíamos quedado. Por seguridad primero le di una vuelta al lugar sin bajarme del vehículo que incluso Moncayo no conocía. Fue así como me percaté que él estaba sentado en una de las bancas hablando por teléfono y mirando para todos lados.

Estacioné el carro lo más alejado posible y caminé un poco. Con la cabeza agachada y el cabello cubriendo mi rostro pase por delante de Moncayo y él ni siquiera se dio cuenta de eso. En realidad quería ver que tan sigiloso y desapercibido podía ser si fuera necesario. Luego lo sorprendí por la espalda. Estaba tan alterado que volteó preparado para darme un buen golpe en la cara.

– ¿Eres tú pareja?

– Si soy yo.

– Qué bárbaro pareja apenas y te puedo reconocer. Esas pinches greñas y la barba que te cargas te cambia todito. Además nunca antes te habías vestido así.

– Si no me cuido yo, nadie lo hará.

– ¿No te estará contagiando su locura tu amigo el brujo?

Sonreí sin contestar nada. Mejor arremetí insistiendo para que me contara lo que estaba pasando.

– Hable con el Comandante Alatriste.

– ¿Cómo?

– Sí. No sé me ocurrió otra cosa. Aproveché el momento adecuado y se la solté.

– ¿No le dijiste nada de mí?

– No pareja para nada. Como crees.

– ¿Entonces?

– De hecho tampoco le di nombres, sólo le dije que la gente de los Malacón nos traía en la mira. El viejo miró y se rio.

– ¿Cómo que se rio?

– No es que se estuviera burlando. Más bien como que le di en el clavo. Algo sabía ¿Me entiendes? Aunque dice que tienen datos de que están planeando algo más grande.

– Si van por el Procurador.

– ¡¿Cómo lo sabes?¡ ¿Por qué no me lo dijiste antes pareja?

– Porque me acabo de enterar. Lo bueno es que ya están prevenidos.

– Pues ni tanto, porque en la Comandancia no saben bien que pedo. Sólo saben que la gente de Malacón ha tratado de acercarse a los altos mandos, pero cuando me refiero a los altos mandos es de Subprocurador para arriba, y como los han bateado…

– Sí. Por eso van a querer asesinar al Procurador. Creo que tienen a alguien muy cerca de él.

– Bueno pareja y tú ¿Cómo te enteraste?

– No me preguntes eso pareja. Me enteré y punto.

– Mira Calavera. Es que la cosa no quedó ahí. Mata se nos peló.

– ¿Cómo?

– Si le dije al Comandante que probablemente Mata estuviera involucrado en todo esto. Primero se impresionó y me preguntó como tres veces si estaba seguro. Luego intentó comunicarse con él. Al principio Mata le contestó, pero debió sospechar algo cuando el Comandante le dijo que lo necesitaba urgentemente en la oficina…

– ¿Y luego?

– Nunca llegó. Fuimos a buscarlo, pero no lo encontramos. En su casa no había nadie. El Comandante mandó a poner un plantón permanente ahí, y ni sus luces.

– ¿Le dijiste algo de Batista?

– No. La verdad se me olvidó me concentré tanto en Mata. Además creo que están pidiendo una orden de cateo para entrar a su casa.

– Seguramente Mata va a alertar a sus cómplices.

– Desde luego que sí. Pero el Comandante me hizo muchas preguntas. Creo que ahora no confía ni en su propia sombra, y tú me sales con tus jaladas.

– Mira Moncayo. Seguí a Batista hasta un bar de mala muerte, donde tiene un amorío con una bailarina. Ahí se iba a reunir con nada menos que nuestro viejo amigo el marrano Colorado…

– ¿Ese cerdo también está metido en esto?

– Claro que está metido en esto. Siempre lo ha estado.

– Tenemos que hacer algo pareja…

– Por ahora sólo alertar al Comandante para que redoblen la vigilancia del Procurador. Por mi parte ya me estoy infiltrando con el Capi Colorado y su gente.

– ¿Estas qué?

– Infiltrándome. En ese bar los escuché planeando el atentado, y creo que quieren mi bendición para aventárselo.

– ¿Tú que?…

– Bendición. El Marrano cree que soy brujo.

– ¡No mames Calavera¡ ¿Te estás volviendo loco? Te van a reconocer.

– Si no has podido hacerlo tú, y el mismo Colorado tampoco lo hizo anoche cuando conversamos. Entiende ellos me dan por muerto, y por mi bien espero que no me reconozcan. 

– Pareja se me hace que en “el Vecindario” te metías cosas raras y ya te estas quedando arriba. Y ahora que te veo bien ya lo creo. Estas hasta más flaco y pálido.

– De eso se trata, de que no me reconozcan.

– Pero como se te ocurre hacerte pasar por brujo. Si no te matan porque te reconocen lo van hacer por engañarlos.

– No te puedo dar mayores explicaciones ahora, sólo te pido que te cuides bien y trates de vigilar muy de cerca de Batista. Lo que puedo recomendar es que le apliquen una vigilancia discreta a ese cabrón.

– Por cierto. No se si decirte esto pareja pero Valeria está bien enferma, tiene días que no se presenta a trabajar y creo que la hospitalizaron.

– ¿Cómo? ¿Por qué?

– No se pareja, si quieres deja te investigo bien. La verdad es que he andado en tantas cosas y como a la morra le agarró la ‘depre’ desde que supo que habías muerto, hasta se puso más flaca de lo que está…

En ese instante sonó su celular. Reconocí la voz del Comandante en cuanto contestó Moncayo. Algo grave estaba pasando.

– Te digo que está caliente la cosa. El Comandante me quiere de vuelta en la oficina a la voz de ya. Vamos a salir de cacería.

Moncayo se despidió y salió como alma que lleva el diablo. Me quedé sentado en la banca del parque unos minutos. Valeria enferma y hospitalizada. Eso si que me dolió. 

Continuará, siguiente capítulo el próximo lunes.

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