Donde la oscuridad penetra

Donde la oscuridad penetra

Novela Policiaca

Hamlet Alcántara

Foto: José  Gabriel López Mejía

8

Como sucede en todos los casos nadie había visto nada en concreto. Puros supuestos y al pareceres. Nadie se atrevía a asegurar nada.

Pero todos los mirones estaban de acuerdo en una cosa: dos camionetas de la policía municipal llegaron, tumbaron la puerta y varios policías con pasamontañas, uniformes negros y rifles se metieron a la casa.

Por supuesto nadie supo darme el número de identificación de las patrullas. Tampoco a nadie se le hizo raro ver llegar a la policía a una casa donde había sucedido un homicidio. Definitivamente los canijos la hicieron buena.

– Todos los policías son unos rateros –la frase me retumbó cuando estaba por entrar de nuevo a la casa para seguir revisando.

Seguramente el tipo que me lo dijo a rajatabla, era uno de los malandros de la colonia, porque su apariencia lo delataba.

Andaba en una bicicleta vieja, traía una camiseta sin mangas que dejaban ver un tatuaje que tenía en el hombro izquierdo de un pachuco con sombrero de ala y una hoja de marihuana. Andaba todo embarrado de grasa.

– ¿Me decías?

– No lo digo por usted mi comandante –y dale con lo de comandante, házmela buena pensé en ese instante –sino por los cuicos que nomás andan viendo a quien perjudican.

– ¿Cómo es eso?

– A que mi comandante. Nomás me está siguiendo el rollo o de verdad no sabe como se la gastan los municipales. Sobre todo esos de las Fuerzas Especiales. Se la llevan levantando gente. Ellos se metieron a la casa del Topo segurito para ver que se robaban.

– ¿Viste algo? –en ese momento me abrí paso entre los mirones y le hice una seña al malandro para que me siguiera a donde no hubiera tanta gente.

– Mi jefe si le digo algo estos batos me van a clavar y de hecho no mire mucho.

– No te preocupes ¿cómo dices que te llamas?

– Aquí todos me conocen como el Chacal. Trabajo en la llantera que está aquí a la vuelta.

– A ver Chacal y ¿que fue lo que viste?

– Mi jefe vi lo mismo que todos, que llegaron los de las fuerzas especiales, se chacalearon con la puerta, salieron con una maletota y se pelaron. Al rato llegaron más patrullas y ustedes.

– Ves como si sirve hablar Chacal, nadie me había dicho lo de la maleta.

– Ya metí la pata entonces mi jefe, no vaya a decir que yo dije algo porque aquí la raza es rete chismosa.

Se puso más nervioso porque no podía ocultar su hedor a marihuana –lo que pasa es que tengo lastimada la columna jefe y nomás eso me calma el dolor, y ya cuando esta más fuerte pues me tengo que fletar.

– No te preocupes, mejor cuéntame ¿Me parece que conocías bien al mentado Topo?

– El bato se portaba bien con la raza. Pa’que más que la verdad, a mi varias veces me aliviano. 

– ¿Te aliviano?

– No me presione mi comandante, no tengo la culpa de que me guste el vicio, lo hago por el dolor de espalda que no me deja.

– No he dicho otra cosa. No estoy aquí para detenerte por drogas, quiero que me ayudes, que me digas todo lo que sepas aquí entre nos, sin papeleo. Es más el otro día baje a un tirador con un guato de mota, debo traerlo por ahí en la patrulla todavía.

– ¿Y se va a mochar mi jefe?

– A mi no me sirve para nada, pero no veo que tu quieras ayudarme tampoco.

– ¿Cómo quiere que lo ayude jefe?

– Sencillo platícame lo que sepas del Topo y los policías ladrones.

– Si me ven hablar con usted me van a clavar jefecito.

– ¿Dices que trabajas en la llantera que está aquí a la vuelta? 

– Si. Ahí le caigo a dormir. El patrón me deja con tal de que le cuide el negocio.

– Entonces ahí te busco en un rato más.

– ¿Y lo que me prometió jefe?

– Vas a tener que esperar a que te busque, ya sabes como es esto.

No le di chance ni de repelar y me devolví a la casa.

El lugar era un hervidero, todo mundo andaba bien desconcertado y no sabían ni que onda.

Moncayo andaba pajareando por una de las habitaciones.

– ¿Qué onda pareja? –quise llamar su atención.

– Calavera ¿Dónde te metes?

– Investigando pareja. Ya te la sabes.

– No te he visto por aquí.

– Mejor lánzate a ver que le puedes sacar a la testigo. Estamos perdiendo el tiempo por acá.

– Pero…

– Yo se lo que te digo pareja lánzate antes de que llegue la licenciada Paredes.

Moncayo se desconcertó. De esas veces que empiezas a mirar para todos lados y por más que quiso no pudo tragarse la pregunta y me la aventó ¿y tú que vas a hacer? Al rato te cuento, le contesté, y a regañadientes se fue al hospital a entrevistar a la víctima.  

Estas tardes de invierno resultan raras, de repente a las puras cinco de la tarde ya todo está bien oscuro. Ese día en particular había una leve ventisca con olor a lluvia así medio rara.

En la casa todos seguían en lo suyo.

Nadie se dio cuenta que entre,  y mucho menos que me salí. Me quede con la impresión de que un policía municipal si me estaba siguiendo los pasos con la mirada, e incluso puedo jurar que hasta le marcó a alguien por el radio cuando me salí. Guardando su distancia me siguió hasta que me subí a la unidad.

La verdad me dio la impresión de que el policía que me vigilaba era uno de los novatos que había entrevistado, pero no me quede a confirmarlo, y me fui a buscar la llantera donde ya me esperaba el Chacal.

– No se tardo nada mi jefe.

– En la cajuela traigo la llanta de refacción ponchada, porque no aprovechas y mientras trabajas platicamos la arreglas.

– Ya está patrón.

Justo estaba abriendo la cajuela para sacar la llanta cuando alcance a ver la patrulla de los novatos, incluso me vieron voltear cuando pasaban por ahí a vuelta de rueda y no me quedó más remedio que levantar la mano en señal de saludo, y ellos me respondieron igual.

El Chacal ni volteó “ya vio mi jefe, le digo que esos batos están en todo, si yo le contara”.

Continuará, siguiente capítulo el próximo lunes.

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