Donde la oscuridad penetra

Donde la oscuridad penetra

Novela Policiaca

Hamlet Alcántara

Foto: José Gabriel López Mejía

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– Los protegidos del Nagual son bienvenidos por aquí. Pase por favor –me recibió una frondosa mujer que traía puesto una camisa de manta y una falda larga del mismo material, ambos de color morado con vivos amarillos. Parecía ser la dueña de la tienda herbolaria y le dio instrucciones al hombre que me había dado el recado del Nagual para que trajera una silla, que puso en un cuartito detrás del exhibidor.

– Puede quedarse aquí mientras aparece el maestro. Al cabo no tengo clientes hasta dentro de unas horas –la voz de la mujer tenía un tono tranquilizador que no podría describir.

– Gracias –contesté al sentarme.

– Se me olvidaba presentarme. Todos por aquí me conocen como Madame Yhajaira, pero puedes llamarme Yhajaira solamente –inmediatamente después la mujerzota me envolvió en un gran abrazo y me dio un beso en la mejilla –seas bienvenido –dijo al tiempo que llevo sus manos empalmadas a la altura del pecho y se inclinó levemente.

– Soy Javier Calavera, mucho gusto.

– ¿Calavera? ¿No eres tú el amigo de Isis?

Isis era el nombre de la Morena. Casi nadie la llamaba así, pocos sabíamos su nombre y por eso estaba de nuevo sorprendido.

– ¿Estamos hablando de la misma Isis?

– Ella es morena, de labios gruesos, muy guapa y tiene unos ojos profundos como la noche, claro que es la misma, es muy amiga mía, por aquí viene seguido.

– ¿Quiere decir que la ha visto últimamente?

– Tendrá un par de semanas que no viene por aquí, pero si tenemos comunicación seguido.

– Entonces no creo que estemos hablando de la misma persona. La Isis que yo conozco falleció.

– Lo dices como si hubieras visto su cadáver tú mismo.

– Pero es que…

– Las historias tienen tantos caminos como las estrellas del universo. No siempre toda la verdad está en la misma frecuencia. Lo que te puedo asegurar es que ella te recuerda mucho y seguido habla de ti. Creo que debes tener algo especial para que la maestra y el maestro se expresen tan bien de ti.

– No se que decirle.

– Quita esa cara de malo. Aquí no necesitas espantar a nadie. Sale de sobre incluso el arma que llevas en la cintura. Evodio prepara un té especial para el señor Calavera y cuando este listo me llamas.

Evodio, así parecía llamarse el sujeto que me abordo afuera de la herbolaria. La verdad estaba muy confundido, mis ideas me daban vueltas por todos lados, miraba el cuarto donde estaba sentado y el aroma del copal embriagaba mis sentidos.

– ¿Qué olor es ese?

– Copal, la luz divina de los aztecas, es el preferido del maestro –me imagino que se refería al Nagual.

– Me gustaría saber donde puedo encontrar a Isis, para verificar si estamos hablando de la misma persona.

– No te preocupes por eso. Además creo que estuvieron juntos hace unos días ¿No es así? Muy juntos diría yo.

– Bueno es que yo estaba soñando y ella…

– Los sueños son parte de una realidad. Ella es como la bruma, aparece cuando menos lo piensa uno, ahora mismo me dice que no te preocupes que siempre van a estar juntos. Pase lo que pase.

– ¿Cómo puede hablar con ella en este momento?

– Creo que estamos en la misma frecuencia.

La misma frecuencia. Válgame la chingada. Cada loco que anda suelto últimamente.

– Me dice que en el cuartel la pasaron muy bien, aunque creo que dejó un trabajo pendiente por ahí.

– ¿Trabajo pendiente?

– Hay un hombre. Uno muy malo. Le hicieron un trabajo negro muy fuerte y esa noche de no ser por Isis, otra cosa sería.

– ¿Es usted médium? ¿Quiere decir que Isis está muerta?

– ¿Todavía traes en el bolsillo el dije de la Santa Muerte que le quitaste al Meño Zamora?

– ¡¿Conoce usted a esa gente? ¿Trabaja con ellos?¡ 

– No tienes nada de que temer. Te he dicho que no necesitas tu arma. Es Isis la que me ha dicho todo eso. Si conozco a un Zamora, Natanael Zamora es un brujo negro muy poderoso, creo que es hermano de ese tal Meño, y ahora sabe que su hermano está muerto por eso estas en peligro.

– ¡Perdóneme señora pero yo no creo en esas cosas¡

– No se trata de que creas. El brujo negro que creíste haber visto en tus sueños, cuando Isis te ayudó, ese es Natanael Zamora.

– ¿Cómo sabe todo esto?

– Isis me lo está diciendo en este justo momento.

– ¿Ella está aquí?

– Estoy en comunicación con ella en este instante –contestó, pero no estaba en trance, ni se le ponían los ojos en blanco.

El grito de Evodio avisando que el té estaba listo interrumpió la conversación, porque la mujer se fue por la taza y demoró un par de minutos. Tiempo que traté de aprovechar para ordenar mis ideas, pero me fue imposible.

Lo que estaba pasando era demasiado para mí. Por un lado el Coronel fregando con sus cosas, el Don haciendo de las suyas y yo aquí haciéndole al pendejo con una adivina que me hablaba de mis alucinaciones.

Comenzó de nuevo a dolerme la cabeza. Esta vez el dolor era un poco más agudo, cuando de pronto llegó Yhajaira con el famoso té.

– Dale un buen sorbo seguramente te sentirás mejor.

La taza estaba llena de hierbas. Creo que en mi cara reflejo un poco de desconfianza porque de inmediato la mujer me miró y me dijo que no tenía que temer.

Lo probé. En realidad no sabía tan mal como se veía, tenía un sabor dulzón, aunque todavía estaba muy caliente.

– Creo que el maestro no debe tardar.

Insistí en que me diera los datos de Isis.

– Ella te va a buscar cuando sea el momento –contestó.

– Espero que no sea cuando me asesinen –la mujer soltó la risa ante mi respuesta.

– Tengo que atender a una persona espérame.

Estaba confundido miraba para todos lados, como si en alguno de los cuadros extraños que estaban por ahí pudiera encontrar alguna respuesta.

La habitación estaba repleta de imágenes de ángeles y figuras medio raras. Volví a darle un trago al té y en unos minutos como que comenzó a hacer efecto porque me sentía completamente relajado.

Recordé el dije de la Santa Muerte que en efecto aún traía en la bolsa de mi pantalón y lo saque para verlo. No le miré nada extraño.

La muerte esconde los cuerpos y tapa el alma

inyecta los huesos y se asoma entre las cejas

te silba al oído, te abraza

tú sabes lo que sigue

Perdí la noción de la realidad y cuando reaccioné estaba en la camioneta con Evodio, que sonrió dejando ver sus dientes frontales cubiertos por una corona de plata.

– ¿Está listo? –me preguntó.

– Creo que sí –respondí, y encendió la camioneta azul con manchas de carrocería gris en la puerta del copiloto.

– Me dio mucho gusto conocerte Calavera. –Yhajaira salió a despedirse. –Puedes volver por aquí cuando quieras, pero cuídate mucho de Natanael. Yo sé lo que te digo.

Continuará, siguiente capítulo el próximo lunes.

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