Donde la oscuridad penetra

Donde la oscuridad penetra

Novela Policiaca

Hamlet Alcántara

Foto: José Gabriel López Mejía

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Más sorpresas me esperaban esa misma mañana en el rancho del viejo narco. Seguimos caminando hacía el vaso de la Presa, y de pronto comenzó de nuevo un zumbido dentro de mi cabeza y el Santi lo notó porque me lleve las manos a la frente por puro instinto.

– ¿Estás bien Calavera?

– Si no te preocupes.

Dentro de la Presa se veían dos motos acuáticas que jugaban competencias, en una de ellas debió estar don Paulino. Por la lejanía y por el zumbido que se hacía más intenso no pude reconocer a la otra persona.

Minutos después el viejo estaba de regreso en tierra firme con una sonrisota que no podía con ella. Debió estar esperando mi llegada, porque fue justo cuando nos acercamos a la orilla del agua cuando se aproximó, y al bajar de la moto tomó un bote de cerveza de una cubeta, y le dio un buen trago, luego me ofreció una a mí también.

Aunque no tenía nada de ganas de tomar a esas horas de la mañana y con el maldito dolorcito que me había empezado no pude rechazar la oferta. No estaba en una buena posición como para herir susceptibilidades.

Ahí estaban asando carne y preparando agua chile de camarón, aprovechando que hacía una mañana bastante soleada.

Había mucha gente que nunca antes había visto. Seguro algunos de ellos eran encargados de la seguridad del Don, y el resto era puro gorrón.

Mi primer sobresalto fue mirar que de la otra moto acuática descendía nada menos y nada más que el Comandante Cervantes, tan fresco como la mañana y tan quitado de la pena, que no cabía de gusto dándose la gran vida en lo que parecía una celebración por el regreso del Don.

Creo que también él se sorprendió al verme.

– ¡Parece que se les apareció un fantasma a los dos¡ -rompió la sorpresa Don Paulino con su clásico estilo de hablar casi gritando, y soltando una carcajada muy divertido por la escenita –me imagino que no necesitan que los presente.

– La verdad para mí si resulta una sorpresa, porque me dijeron que habías muerto Calavera…

– Eso te hubiera gustado mucho, pero no aquí sigo entre los vivos dando lata.

– Sin resentimientos hombre, que estamos del mismo lado –me dijo y se lanzó a darme un abrazo que no tuve oportunidad de rechazar.

– ¡Bueno, bueno ya par de tortolitos¡ No los traje aquí para que anduvieran de cachondos delante mis invitados –el Don se acercó a una maletita y sacó mi celular y me lo aventó –te han estado llamando toda la mañana, ha de ser ese amigo tuyo. Anda háblale y dile que por acá todo está bien. 

En efecto en mi celular había varias llamadas perdidas del Coronel, me aparte un poco de la concurrencia para poder devolver la comunicación. Aunque el viejo en apariencia me permitió cierta libertad para hablar, estoy seguro que no perdió detalle de nada.

– ¿Dónde diablos estabas Calavera? Desde anoche estoy tratando de localizarte

– Todo está bien Coronel no se preocupe, después le explicó.

– ¿Estás seguro de que todo está bien?

– Si.

– No puedes hablar en este momento ¿verdad?

– No. Pero todo está bien.

– Necesito que no pierdas este número para estar en contacto frecuente, las cosas no son como parecen, ya te explicaré luego, pero no podemos perderle la pista al narco ese.

– Está bien. Le llamó más tarde –le dije y le corte la comunicación. No hay que perderle la pista al narco ese. Pinche Coronel. Pues si me matan a ver como le sigue la pista. Y claro de que no me maten me ocupo yo, porque no creo que él pueda hacer mucho desde su fortaleza o en su casa de la playa.

– A este cabrón le prometí que estaríamos aquí echándonos unas carreritas en el agua y no me creyó –Don Paulino abrazó a Cervantes mientras a los dos les servían carne asada, camarones y tomaban cerveza -¿Cómo ves Calavera? Aquí el Comandante creyó que no iba a salir nunca de prisión. Es más me dijo que las autoridades tenían planeado mandarme a una de esas cárceles de máxima seguridad en el centro del país, pero se la pelaron. Obviamente no gracias a él –después soltó una carcajada y Cervantes lo secundó.

– Usted sabe que no podía hacer mucho. El Director siempre estaba encima de mí, pero no me puede negar que siempre lo apoye en todo. Usted gozaba de todos los privilegios gracias a mí.

– Bueno eso si mi Comandante, pero usted está libre gracias a mí.

– Que bueno que toca el tema Don Paulino. Mire que si estoy eternamente agradecido con usted por ese detalle. Unas horas después de que recibí su mensaje llegaron a buscarme agentes especiales de la Fuerza Aérea, eso me lo confirmó aquí el buen Rosendo, quien por cierto se quedó como comandante a mi salida, y es nuestro contacto en la Peni.

– Si conozco bien a Rosendo y puedo decir que es de todas mis confianzas, todos los que están aquí lo son ¿No es así Calavera?

– No puedo hablar por todos patrón, pero por mi parte sabe que sí.

El zumbido no me dejaba tranquilo. Además no podía entender como Don Paulino estaba como si nada con Cervantes. Incluso no me cabía en la cabeza porque le había dado el pitazo para que no lo detuvieran.

El Don se dirigió hacía el asador y agarró un cuchillo puntiagudo con el que estaban rebanando la carne para pinchar varios pedazos de carne directo del asador.

– Siento que algo te incomoda Calavera –me dijo mientras balanceaba el cuchillo como amenazándome, de reojo alcancé a ver el rostro de satisfacción que tenía Cervantes al ver la escena del viejo todavía mojado y en traje de baño, devorando carne medio cruda con el cuchillo –pero sabes comparto tu incomodidad. Hay algo aquí que no me cuadra.

Como si el resto de los invitados supieran lo que iba a pasar a continuación, cerraron filas listos para cualquier contratiempo que pudiera presentarse.

– Aquí Calavera vino a confirmar algunas sospechas que yo tenía de ti ex comandante.

Cervantes comenzó a ponerse muy nervioso. También estaba mojado y en traje de baño y movía la cabeza desesperadamente con la intención de ubicar sus cosas, pero no lo consiguió.

– ¿A qué se refiere Don Paulino?

– A que te gusta nadar entre dos aguas, y sabes en este negocio no puedes servir a dos patrones.

– Pero yo no…

Don Paulino le puso la punta del cuchillo en los labios para que guardara silencio –déjame continuar. Calavera me dijo durante el motín, que tú iniciaste, que trabajas para Lucas Malacón, además de que tú ordenaste el asesinato del Pibe.

– Pero Don Paulino, ya le dije que el Pacman era el que trabajaba para los Malacón, que el inicio el motín apoyado por la Dirección y que también asesinó al Pibe.

– ¿Qué dices a eso Calavera?

– Que es un mentiroso ¿O me vas a negar que tú mismo me quisiste matar? ¿Y por qué crees que los militares te querían detener?

– Don Paulino yo le juró que Calavera está mintiendo. Usted sabe que siempre estuve de su lado.

El viejo se acercó a Cervantes que hasta se orinaba del miedo. Lo tomó del hombro para que se tranquilizara, pero con un movimiento certero y con toda la sangre fría le enterró el cuchillo en el estomago sin miramiento alguno.

Cervantes dio un quejido ahogado y abrió los ojos mirando como la vida se le iba escapando del cuerpo.

– Sabes que yo tampoco te creo –le dijo el Don sin sacarle el cuchillo, y evitando que se desplomara por completo –y si te di el pitazo fue precisamente porque quería matarte con mis propias manos maldita basura. Mira lo que es la vida, tú y tu patrón organizaron todo un show para matarme y ahora los dos se van a podrir en el infierno.

Dicho esto el viejo narco sacó de una el cuchillo del estómago de Cervantes que se desplomó, y se fue desangrando poco a poco ante la mirada de terror de Rosendo que lo venía acompañando.      

Continuará, siguiente capítulo el próximo lunes.

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