Donde la oscuridad penetra

Donde la oscuridad penetra

Novela Policiaca

Hamlet Alcántara

Foto: José Gabriel López Mejía

63

 No si de que el Coronel era de huevos ni quien lo dudara. De volada puso en su lugar a don Paulino y le hizo saber quién mandaba aquí.

Siempre he dicho que así se deben hacer las cosas. Creo que actualmente lo que ha faltado precisamente es eso, que a los delincuentes se les deje muy en claro quién es el que tiene la sartén por el mango. Demostrarles que como dicen en mi tierra para cabrón: cabrón y medio.

Creo que en ese momento Don Paulino se dio de topes con la realidad. Por primera vez desde que lo conozco se le acabaron esas ínfulas de Barón de las drogas, y se dio cuenta que todos somos un instrumento más del sistema.

– ¿Me entendió Don Paulino? –insistió el Coronel con voz firme, y el narco sólo meneó la cabeza sin decir una sola palabra.

– Bueno ya que nos vamos entendiendo ¿Por qué no hablamos un poco de quién es Lucas Malacón? ¿Cómo fue que se convirtió en el jefe de la organización que usted dirigía?

– Lucas no es más que un mugroso gatillero desalmado arribista, un pedazo de mierda que llegó a donde está por traicionar a quienes le echamos la mano en este negocio.

– ¿Era su jefe de sicarios no es así?

– O sea que usted aparte de todo quiere que me convierta en aspirina, en un dedo que señala…

– Creo que usted no me ha entendido bien. Tengo aquí en otras oficinas a algunos agentes de la DEA que le han seguido muy de cerca los pasos a usted y a su organización, que se ha replegado a los municipios al este de la ciudad. No crea usted que no sabemos que sigue tan vigente como cuando estaba en libertad. Si no quiere hablar conmigo, va a tener que hablar con ellos. Créamelo la prensa no va a hacer muchas preguntas, porque ¿Qué le cuesta a un fugitivo como usted cruzar la frontera a los Estados Unidos y ser detenido allá?

Don Paulino trató de sonreír –No cabe duda que ustedes son tan mugrosos como nosotros o peor.

– Ustedes hacen su trabajo y nosotros el nuestro.

– Sí. Lucas llegó a ser mi jefe de sicarios, el encargado de cobrar la plaza, deudas y ajustar a los traidores, y para eso reclutó a sus hermanos, pero ustedes ya los detuvieron.

Entonces el narco me miró con una profunda indignación -¿Así que te infiltraron para delatarme?

– El señor Calavera está bajo las mismas condiciones que usted. Nosotros no lo infiltramos. Los delitos que se le imputan son reales y bueno con él ya hablamos, pero estamos hablando de usted –el Coronel siempre tenía un as bajo la manga.

– Creo que me equivoque con Lucas, le di demasiada confianza hasta el punto que tenía suficiente dinero y personal como para empezar a pensar en su independencia. El primer aviso de lo que se proponía fue cuando se robó una tonelada de marihuana que había llegado del sur.

– ¿Cómo hizo eso?

– El caso fue muy sonado. Él no tenía porque enterarse de esa transacción, pero de algún modo lo hizo. Hubo unas personas encargadas de traer la droga desde Culiacán, Sinaloa en un tráiler de guayabas. Dejaron el tráiler aquí en un lugar específico y el trato era que regresaran a Culichi Town sin levantar sospechas. Así que compraron unos boletos de autobús. Consiguieron abordar el camión, pero nunca esperaron que Lucas, con sus contactos en la policía, les montara un retén justo a la salida de Tijuana.

Sus amigos ya sabían por quienes iban. El resto de los pasajeros y el chofer no dijeron nada, porque se identificaron como policías y en realidad lo eran, sólo que no llevaron a los detenidos a la cárcel si no se los entregaron a los Malacón.

No se los detalles porque nunca los volvimos a ver con vida. Seguramente estos tipos soltaron la sopa, porque unas horas después un comando negro llegó por la marihuana, y de paso acribillaron a los cuatro compas que custodiaban la mota.

Ahí empezó la guerra, porque la droga le pertenecía a Mauro Caballero, le decíamos el Pecas, un buen amigo mío, que obviamente se encabronó bastante con lo que hicieron los Malacón.

El Pecas estaba encabronado, y como no iba a estarlo si precisamente Lucas era su compadre, y él había sido su verdadero padrino en el negocio. Fui yo quien decidió hablar con el cagazón ese para ver que chingados tenía en la cabeza.

“No hay compadre que no haga daño Don Paulino”, me dijo el muy hijo de puta, y luego salió con que el Pecas le debía un dinero que se había negado a pagar. Yo desconocía que estos dos ya traían broncas, pero mi amistad era mucho mejor con los Caballero que con los Malacón. Además la cosa no paró ahí porque se declararon la guerra abiertamente, y eso fue un baño de sangre.

Primero a mi compadre el Pecas lo levantaron. Creíamos que lo habían detenido los federales, después encontramos su cadáver torturado en el fondo de un cañón. Meses más tarde los Malacón volvieron a hacer de las suyas contra la familia Caballero, pero ahora en Culiacán, donde secuestraron de un billar a Humberto Caballero, a quien le decíamos el Cucaracha y le aplicaron la misma que a mi compadre.

Tuve suerte porque nunca le declare abiertamente la guerra a Lucas mientras estuve libre, incluso seguía llevando una amistad muy estrecha con sus hermanos, así que Lucas decidió sólo entregarme a las autoridades para poder saltar a la cima de la cadena de mando el culero.

Me enteré de esto por algunas amistades que tengo, y no resistí las ganas de hablarle por teléfono y mentarle la madre. Ahí empezó nuestro rompimiento. Aprovechó que estaba en la cárcel para seguir tejiendo sus contactos en la policía local que ya eran muchas, pero se cerró las puertas con muchos otros capos que ya no querían hacer negocios con él, porque es un malandrín bajador que no sabe hacer otra cosa más que robar, asesinar y levantar gente. Por eso mando el negocio al caño y esto se ha convertido en un verdadero desmadre –así terminó don Paulino un relato que nos tenía a todos bien atentos, se hizo un momento de silencio, y luego el Coronel volvió a tomar la palabra.

– ¿Quiere decir que usted conoce bien la estructura de los Malacón?

– ¿Usted por qué cree que ese mañoso de mierda me quiere matar? Claro que conozco a su gente y debo decirle que muchos de ellos todavía hacen negocios conmigo a espaldas de su jefe. Ese tipo está desquiciado y ha desviado el verdadero objetivo de este negocio que es hincharnos de billetes, y no estar haciendo desmadres estúpidos para ponernos bajo la lupa del gobierno y de los periódicos. Mire mi amigo quienes conocemos bien este negocio sabemos que entre menos publicidad se nos haga es mucho mejor. Todo eso que andan haciendo los Malacón no son más que patadas de ahogado, porque el tipo está ya muy quemado. Ni a ustedes, ni a nosotros nos conviene que siga vivo.

Continuará, siguiente capítulo el próximo lunes.

#QuédateEnCasaYLee
#ColecciónEditorialDictamenBC
#ApoyaAlEscritorIndependiente
#AyudaOPromueveCompartiendo

admin

Entradas relacionadas

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *