Donde la oscuridad penetra

Donde la oscuridad penetra

Novela Policiaca

Hamlet Alcántara

Foto: José Gabriel López Mejía

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– ¡¿Qué te tomaste Calavera?! –el Coronel estaba completamente sorprendido. Tenía tan abiertos los ojos que hasta parecía que se le iban a salir.

– Se tomó una pócima milagrosa. –Esperanza, la enfermera, no podía todavía creer lo que estaba pasando y quiso compartir su asombro.

– Hasta curandero me resultaste –me dijo el Coronel, y sonrió todavía impresionado al verme de pie, vestido con ropa nueva y un semblante completamente distinto al que tenía horas antes. Estaba listo para la tan afamada reunión y eso era un alivio para todos.

– Me tiene que dar la receta –se acercó a decirme al oído la enfermera.

– La verdad esas hierbas me las dio un buen amigo que es médico brujo el canijo. Siempre me saca de broncas.

El Coronel como me alcanzó a escuchar sólo meneó la cabeza. “Eres un estuche de monerías”, balbuceo.

– En este negocio hay que ser así Coronel, tener más salidas que una autopista, o si no  nos carga el payaso.

Míreles estaba ahí nada más parado, mirando incrédulo.

Ya no tenía los ojos hundidos, no estaba mareado y la pesadez de mi cuerpo había desaparecido. Y es que después me enteré que el famoso médico que me había atendido les daba muy pocas esperanzas de que pudiera estar presente en la reunión, según porque la infección que traía estaba muy fuerte. Pinche infección, a lo mejor si me tienen bien trabajado y lo que necesito es que mi compa el Nagual me haga una buena limpia.

– Todavía tenemos tiempo. Tengo pensado hacer la reunión hasta dentro de dos horas, tiempo suficiente para que vayas y hables con don Paulino a ver de qué ánimo anda, porque ya se andaba peleando con uno de los custodios hace rato.

En efecto don Paulino estaba fuera de sus casillas. Nervioso.

– Tus compas de plano ni la friegan. De perdida en la Peni me dejaban salir al patio. Estos batos se ponen felones hasta para dejarme tomar el aire aquí afuera. 

El ruco ni siquiera me saludo, de volada me soltó la letanía que lo traía asolado, y si se veía bastante nervioso y alterado.

– Le traigo buenas noticias don Paulino.

– Como no sea que ya nos van a dejar salir de aquí, no veo que otra cosa pueda ser buena.

– Ya vamos a tener una reunión con estos batos.

Aunque no fue lo que esperaba, al escucharme don Paulino se tranquilizó un poco.

– ¿Qué tipo de reunión vamos a tener?

– No le puedo adelantar mucho, pero la idea es limpiar la plaza.

– ¿Limpiar la plaza? ¿No me digas que quieren que trabajemos para ellos? Yo no trabajo para ningún hijo de la chingada y menos del gobierno…

– Cálmese Don Paulino. Mire primero vamos a escuchar que es lo que nos proponen, porque la verdad tampoco sé mucho al respecto. Lo que puedo decirle es que le llegó la hora a los Malacón.

De nueva cuenta vino la calma. Creo que al viejo y a mi nos unía un mismo sentimiento por los Malacón.

– No necesito de tus amigos para cargarme a esos mugrosos, pero bueno esperaremos a ver qué pasa en la dichosa reunión.

Poco después estábamos sentados todos de frente, Don Paulino, el Coronel, Míreles y yo. El Santi y el otro compa ni siquiera fueron requeridos.

– La cabeza es Don Paulino, sólo queremos tratar con él –me dijo el Coronel cuando quise preguntarle sobre los otros dos.

– Ustedes dirán para que soy bueno –Don Paulino había recuperado el aplomo en la reunión, era como si pudiera olfatear la zozobra que rondaba en el ambiente.

– Mire Don Paulino lo tenemos aquí porque las cosas se salieron de control, y necesitamos recuperarlo…

– ¿A mis costillas?

– Si quiere verlo de ese modo. Creo que es la opción que más le conviene.

– ¿Tengo otras?

– Eso depende de su disponibilidad.

– Vamos a ser claros, lo que ustedes quieren es a toda la gente de los Malacón ¿A cambio que recibo? 

– Cierta libertad para hacer sus negocios en la frontera. Lo que no queremos es que esto se salga de control. Estos tipos ya no están trabajando como debe ser, se dedican a cobrar plaza, a robar droga, matar gente y lo peor de todo a secuestrar. No tienen respeto por nada ni por nadie y en la cárcel no creo que las cosas cambien mucho.

En el rostro de Don Paulino se dibujó una sonrisa maquiavélica.

– Lo que ustedes quieren es que yo me convierta en una especie de jefe de sicarios para el gobierno ¿no es así?

– Si usted lo quiere ver de esa forma.

– Mire mi amigo, a esos hijos de la chingada los pico en pedacitos por puritito gusto, entonces dígame ¿De qué van a servirme ustedes? Es decir ¿Cuál va a ser su participación?

– Cubrirle las espaldas hasta donde sea posible, y permitirle que haga sus negocios, siempre y cuando no nos provoque problemas, porque en esta mesa no vamos a firmar nada. Lo que es lo mismo está reunión nunca existió, y no crea que nosotros no sabemos jugar sucio.

– No me gustan las amenazas…

– Creo que usted no ha entendido. Esta usted detenido en nuestro cuartel, en medio de la nada y sólo hay dos maneras de salir de aquí con los pies por delante o bajo nuestras condiciones…

– ¡Ya, ya mi amigo! No necesita usted amenazarme, lo entiendo bien, sólo que me impresiona que confíen en mi.

– No si no confiamos en usted. Confiamos en que tiene palabra y que prefiere eso a que lo entreguemos a las autoridades americanas –el Coronel podía ser bastante convincente cuando se lo proponía. –Además vamos a estar en estrecho contacto con usted, y si esa comunicación se rompe, no dude en que vamos a fastidiar cada cargamento suyo que detectemos, y mire que somos buenos para eso, una cosa es que nos hagamos pendejos, pero si no, nomás acuérdese como siguen las cosas en la casa de seguridad que tenía el Pibe.

Don Paulino sintió un golpe bajo. Se le atragantaron las palabras y no pudo responder al instante.

– Piénselo bien Don Paulino, y sólo basta una palabra suya para que pongamos en libertad a la Condesa y a su gente.

Esta vez fue Don Paulino quien peló los ojos y de no ser porque estaba sentado se hubiera caído.

– ¿Tienen ustedes detenida a la Condesa? ¿Cómo se atreven?…   

– Como le dije Don Paulino, nosotros también sabemos jugar sucio, y bueno como la ley no nos permite asesinar gente, usted nos va a quitar ese peso de encima, pero no dude ni por un momento que no nos va a temblar la mano para quitarlo del camino si es necesario.

Continuará, siguiente capítulo el próximo lunes.

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