Donde la oscuridad penetra

Donde la oscuridad penetra

Novela Policiaca

Hamlet Alcántara

Foto: José Gabriel López Mejía

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Ahora estoy convencido que la libertad tiene un aroma especial y su propia sensación. Una que no se cómo describir pero que la sentí justo cuando pude darme un buen baño, y luego salí al patio a sentir el aire fresco en medio de árboles y el pasto recién cortado.

Después de la plática con el Coronel me quite el uniforme de custodio todo manchado de sangre y de paso toda la mugre y el estrés de los últimos días.

El Coronel no quiso hablar más sobre el plan que tenía para Cervantes. Eso me tenía intrigado.

Desde luego que ya nadie más me trató como prisionero. De hecho estaba tomando el sol en uno de los patios frente a la habitación que me habían prestado para bañarme, cuando de pronto volvió a aparecer el Coronel junto con otro sujeto.

– Mira Calavera te presento al Teniente Míreles. Es mi mano derecha en esta operación y es quien te va a llevar a ver a tus amigos en cuanto estés listo. 

– Pues sigo algo cansado Coronel, pero vale más ir hablando con Don Paulino de una vez.

– Perfecto.

– Oiga pero ¿Qué van a hacer con el Mingo?

– Tú ten paciencia Calavera. Primero lo primero. Nosotros nos vamos a encargar del celador.

– Con todo respeto mi Coronel, pero por andar esperando sus tiempos casi nos matan, y bueno le traigo tantas ganas a Cervantes como ustedes.

– Te garantizo que vas a ser el primero en saber que es lo que vamos hacer –me contestó y puso su mano sobre mi hombro. –Me retiro. Míreles te va a devolver el celular donde tienes mi número, y te va a llevar a ver a Don Paulino. ¡Ah! Y otra cosa que se me olvidaba, no llames a nadie en el exterior, es probable que te den por muerto. Por ahora es mejor así.

¿Muerto? Pinche Coronel. Ahora si que me pasó a perjudicar todito.

– Bienvenido al anonimato Calavera –añadió y de volada se largó. Me dejó con el tal Míreles. Un tipo de unos treinta y tantos años, corte militar, cuerpo atlético, tez blanca y de muy pocas palabras.

– ¿A qué se refiere el Coronel con eso de que me van a dar por muerto? –le pregunte a Míreles más por hacer plática, porque no esperaba que me diera una respuesta convincente.

Ni siquiera se molestó en pronunciar palabra al respecto, simplemente llamó a otro sujeto para que me llevara hasta donde estaba Don Paulino.

– Cuando termine de hablar es usted libre de regresar a su habitación, sólo tiene que llamar a cualquiera de los muchachos y ellos tienen la instrucción de atenderlo –dijo muy a fuerzas Míreles y se retiró. 

Don Paulino estaba caminando de un lado a otro en una habitación como león enjaulado.

– Calavera ¿Qué haces aquí? ¿Cómo fue que te dejaron salir estos cabrones?

Uno de los guardias cerró la puerta detrás de mí.

– Es una historia complicada.

– ¡Ya te dije que no me gustan las sorpresas! Porque andas tan fresco ¿Qué tienes que ver en todo esto?

– Primero que nada cálmese Don Paulino. No va a remediar nada encabronándose. Las cosas no están tan mal como parecen.

– ¿Ah no? ¿Entonces por qué no me dejan salir? ¿En dónde chingados estamos? Estos desgraciados me quitaron todos los teléfonos ¿Y el Santi y el Diego dónde están?

– ¿Recuerda la gente de la que le hable? ¿La que iba a ayudarnos a salir de la cárcel?

– Pues que pinches formas son estas de echar la mano. Me tienen aquí incomunicado como animal los hijos de la chingada, y tú ya hasta te bañaste y te cambiaste. Mira Calavera tú no me conoces bien, pero si esto es una trampa me cae que me la pagan. Tengo gente afuera que puede empezar a matar gente a lo pendejo.

– Mire Don Paulino lo primero que tiene que hacer es calmarse. En un principio yo estaba igual de sacado de onda que usted, pero todo tiene una explicación…

– Pues empieza a darla porque esto no me está gustando nada.

Pinche explicación. Ahora si que no sabía ni por donde empezar. Se me habían ocurrido tantas cosas que decir en el camino, pero todas se borraron de mi mente como por arte de magia al ver la actitud del capo, como una verdadera fiera acorralada. De pronto también me vino a la mente la llamada que hizo antes de que nos escapáramos. Indudablemente estaba hablando con alguien en el exterior. Si tanto interés tenía el Coronel con él es porque no era cualquier narquillo, así que tenía que sonar convincente o la situación se podía complicar.

– Estuvimos a punto de caer en manos de los hermanos Malacón –por fortuna encontré la frase que fue la válvula de escape para liberar la presión de la Hoya Express.

Don Paulino se me quedó mirando con una incredulidad que lo desarmó por completo.

– ¿Qué chingados tienen que ver los Malacón en esto?

– Todo. No sólo se conformaron con organizar el motín para tratar de matarnos, sino que también nos vigilaban de cerca y nos esperaban afuera para acribillarnos.

– ¿Ahora me vas a salir con que estos desgraciados nos salvaron la vida? –preguntó pero ya con menos furia.

– Técnicamente sí. Incluso tienen detenido a un excustodio del “Vecindario” que nos estaba esperando afuera con un comando, porque el Mingo nos llevaba directito a una trampa. Si no llegan estos compas, ahorita nos estuvieran haciendo pozole o entambando.

– A ver. Esto ya está medio enredoso ¿El Mingo nos iba a traicionar? ¿Antes o después de cobrar la lana que nos pidió? 

– No tengo respuesta a su segunda pregunta, pero si nos iba a traicionar por órdenes del comandante Cervantes –aunque no era la versión más detallada, en sustancia era lo mismo. Además Don Paulino no tenía porque enterarse de detalles, la cosa era convencerlo de que estábamos de su lado.

– ¿Cómo sabes todo esto?

– Porque ya hable con mi contacto. Él dirigió el operativo para rescatarnos.

– Insisto en que no nos han tratado muy bien.

– Mire Don Paulino, yo a usted no lo conozco muy bien. Originalmente la idea era mía, a quien iban a rescatar estos compas era a mí, no a usted. Teníamos que estar seguros de que no pretendía traicionarnos y todavía no lo sabemos. Usted hizo una llamada a su gente ¿Cuáles eran sus planes?

– No me salgas con chingaderas Calavera. Tú sabes cómo sucedieron las cosas. 

– Sí. Por eso no lo han tocado. Abogue por usted. Está aquí sano y salvo por mí, porque después de lo que descubrimos con el Mingo tenemos que tomar nuestras precauciones.

– ¡Yo no trabajo para los Malacón! ¡No me chingues!

– Lo sé Don Paulino, créamelo. Pero también entienda usted a estas personas. Fueron a rescatarnos y un comando armado dirigido por los Malacón los recibió a balazos.

Don Paulino guardó silencio un momento.

– Esta bien Calavera. Una vez más vamos a hacer las cosas a tu modo. Pero te advierto que también se jugar rudo. Si esto es un pinche cuatro nos carga la chingada a todos juntos. 

Continuará, siguiente capítulo el próximo lunes.

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