Donde la oscuridad penetra

Donde la oscuridad penetra

Novela Policiaca

Hamlet Alcántara

Foto: José  Gabriel López Mejía

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– Ahí donde lo ves el viejo es cabrón –en cuanto me dijo eso supe que el Santi había decidido acompañarme a mi carraca para aventarme una de vaqueros, y de paso ver que podía sacarme.

– Lo que pasa es que ahorita anda muy desesperado, porque las cosas no le han salido bien allá afuera. Cuando el gato no está los ratones se divierten.

Y a quien le dan pan que llore, el Santi fue el que comenzó a soltar la boca y pues aproveché. La información nunca está de más.

– ¿A qué te refieres con eso?

– La verdad le cayó de perlas que detuvieras a los hermanos Malacón. Creo que por eso le caes a toda madre.

– ¿Qué tienen que ver los hermanos Malacón en todo esto? Y ¿quién te dijo que los detuve?

– Por aquí todo se sabe mi estimado. Y los hermanos tienen todo que ver. Gracias a ellos tú y don Paulino están aquí metidos.

No dije nada. No tenía nada que decir. En estos casos lo mejor es cerrar la boca y escuchar, porque tenía la impresión de que venía algo más interesante y así fue.

– Fíjate hoy en la mañana recibimos una noticia que lo tiene muy preocupado. Uno de las células criminales al servicio de Lucas Malacón levantó a un primo de don Paulino, y eso tiene muy preocupado.

Y como no iba a estar preocupado. Después salió el peine, el primo era el que se encargaba de todos los negocios de don Paulino en el exterior. El viejo estaba devastado. Pinche Santi y me lo dice así, no cabe duda que ya no saben como sacarme la sopa, pero yo calladito sin decir nada.

– El viejo está medio desesperado –lo dijo con un tono paternal que le salía que ni mandando a hacer – imagínate acostumbrado a mandar, a imponerse y ahora aquí metido mientras el cabrón de Lucas tira a la basura la plaza que le costo tanto trabajo levantar a don Paulino. Pero cría cuervos…

Y te sacaran los ojos, ahora mismo tenía una confusión de sentimientos, el viejo había sido el protector de los hermanos Malacón, por tanto era el responsable de todo el cagadero que traían en la ciudad.

– Ya nadie del sur quiere tratar con estos batos. Ahora nomás andan cobrando plaza. Hace poco le dieron piso a otro compa de don Paulino. De hecho tú estabas investigando el caso.

– ¿Cuál caso?

– Un bato al que le decían el Topo –pinche Santi al rato me va a decir hasta cuantas veces al día me tiraba a Valeria, y sobre los amoríos que tuve con la Morena. De verdad que por aquí todo se sabe. Por eso ya no dije ni madres, ni me hice el sorprendido, ni nada.

– Si luego levantaron a dos policías y los mataron.

– Acá entre nos de aquí salió la orden y les caló a los cabrones, porque después clavaste a los hermanos y ahora eres el protegido de don Paulino. La raza cree que eres de la gente de nosotros.

Ahora resulta que hasta protegido salí. Están cabrones.

– Bueno y ¿Qué onda con el primo?

– No sabemos mucho, sólo que lo levantaron junto con su novia y que luego reventaron una casa de seguridad de donde se llevaron como una tonelada de marihuana que ya estaba tratada con nuestros contactos gringos. Por eso el patrón anda bien estresado.

– No pues si está canijo.

– Y así se han clavado a varios. De plano estos compas no tienen madre. Si el patrón estuviera afuera otro gallo cantara. Los hubiera arrasado a todos y de paso hace una limpia de toda la plaza. Pero ahorita ya mucha raza se desesperó y mejor se fue a la chingada. Por eso le cayó de perlas tu propuesta.

Y por eso tanta insistencia con lo de la fuga. Pero ni madres que abro el hocico, mejor que piensen lo que quieran y así levantó más expectativa.

– La verdad es que cuando el patrón estaba afuera era otra cosa. La plaza estaba bien controladita y todo mundo recibía billetes a manos llenas. Por eso la placa lo protegía, pero estos canijos nomás son puro pandillero drogado. Puro sicario que no saben hacer otra cosa, no tienen cabeza para los negocios y tampoco tienen huevos.

Y en eso el Santi, tenía mucha razón. Lo que vino después me sonó más familiar, como que ya empezaba a ubicar a Don Paulino. Afuera no lo conocían así, lo ubicaban más como el Primer Comandante o el C3.

Me acuerdo las veces que me tocó estar al frente de algún retén junto con los federales. A cada rato caía raza que de volada charoleaba diciendo que era gente del C3 y como a “los feos” les encanta comerse el pastel ellos solos, siempre hacían la llamada y terminaban hasta poniéndose de tapete con esa raza.

Un día atoramos a un comando, y el federal que traía el operativo que se pone felón. Entonces que se baja de una de las camionetas un cabrón que a leguas se notaba que estaba disfrazado, con una peluca tipo hippie, barba, bigote y unos lentes. Estaba hasta la madre de borracho y traía fajada una 38 Súper con cachas de oro y tres diamantotes incrustados.

El tipo empezó a gritarnos de chingaderas, con su tono de voz inconfundiblemente sinaloense.

– A ver hijos de la chingada soy el Primer Comandante, el C3 ¿Quién chingados está a cargo aquí?

Y el “feo” que se pone blanco el pendejo.

– Perdóneme patrón, no lo reconocí –total que terminó escoltándolo hasta su casa. Eso si al final que nos avienta con un fajo de billetes y toda la bola de muertos de hambre que se reparten el botín.

Claro nunca pude imaginar que ese borracho y Don Paulino eran la misma persona, y ahora sólo me consta porque el Santi me lo confesó, y me pidió discreción.

De ahí la plática se puso mejor, porque me explicó que todos conocían a don Paulino como el Primer Comandante porque en sus ratos de óseo, que eran bastantes por cierto, se ponía a escuchar la frecuencia de la policía. En cuanto escuchaba que había una persecución se disfrazaba con el uniforme operativo, con pasamontañas y toda la cosa y se llevaba a toda su gente.

Incluso me contó que una vez escuchó que unos cabrones habían asaltado un banco, y que se lanza con toda su gente a atorar a los asaltantes. Los agarró a todos cuando estaban clavando el botín en una casa de seguridad, y como era compadre del jefe de la policía de esa delegación le entregó a los malandros para que se luciera presumiendo la detención.

– Porque crees que le desespera ver que Lucas y su gente tienen un desmadre y no puede hacer nada. No todos tienen los pantalones que se necesitan para meter en cintura a esa punta de ojetes.

Pero no nada más me confesó eso, también me dijo que el estrés traía jodido al viejo, pero que no le gustaba mucho tomar medicamentos o ver doctores.

– Al patrón le gusta que le hagan limpias y esas pendejadas. Pero le ha tocado cada farsante y para las pulgas del jefe.

De inmediato se me vino a la mente mi viejo amigo el Nagual. Para esas mafufadas se pintaba sólo el canijo, y en estos momentos me sería de mucha ayuda ganarme la confianza del viejo, y de paso infiltrar a una gente de mi confianza para saber que estaban tramando estos cabrones. Porque eso de revelarme tanta información así porque sí, por mi linda cara, nomás no me lo trago. Así que de nueva cuenta decidí quedarme como el chinito: “nomás milando”.

Continuará, siguiente capítulo el próximo lunes.

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