Donde la oscuridad penetra

Donde la oscuridad penetra

Novela Policiaca

Hamlet Alcántara

Foto: José  Gabriel López Mejía

18

Era un día deprimente para encontrar un muerto dentro de la cajuela de un auto, repleto de billetes de dólar, atado de pies y manos.

Estaba nublado y soplaba un viento endemoniado que no te dejaba pensar en otra cosa que no fuera una bebida caliente y las piernas de una mujer.

Todos estaban ahí cuando llegue. Incluso ya había una valla delimitada por un listón de plástico amarillo y un par de oficiales para evitar que los buitres reporteros metieran sus narices.

La escena era lúgubre.

El policía todavía tenía un trapo en la boca y la cara hincada. La cajuela estaba adornada por manchas de sangre seca.

Pero había algo más. A un par de casas de ahí vivía el gordo Colorado, que estaba más amarillo que un canario.

La verdad los veía trabajando. Dizque buscando pistas. 

En ese momento me vino a la mente algo; no era una sorpresa para mi que nadie en la investigación mencionara lo de los túneles en la casa del tal Topo.

Porque seguramente nadie encontró túneles.

No tanto porque no existieran, sino sólo porque no los vieron y ya.

El problema comienza cuando tu trabajo se convierte en una carga, como una obligación y pierdes el gusto por lo que estás haciendo.

Quieres cumplir más por obligación que por gusto y por tanto haces las cosas nomás por hacerlas. Eso le pasa a muchos de los que trabajan en esto.

A mí me ha pasado un par de veces.

Luego recibo mensajes de mi hija, de mi pequeña invitándome a un festival. Y las fuerzas regresan.  

– ¿Cómo ves pareja si que están canijos estos amigos?

Moncayo me regresó a la realidad. Me dijo que el auto donde encontraron al policía lo reportó la maña por la frecuencia de radio.

–Eres tan estúpido marrano Colorado que ni tus narices puedes cuidar. –Le gritaron por la frecuencia, y luego le avisaron sobre el Marquis guinda ese. Se burlaron de él.

– ¿Hablaste con el Capi?

– Para nada carnal. El Comandante Alatriste se está encargando de eso. De hecho el seboso no ha ido a trabajar, dizque porque está incapacitado.

– Trae diarrea crónica y se le va a complicar más con esto –Moncayo soltó la carcajada y todos nos voltearon a ver como si fuéramos un par de imprudentes en un velorio.

El acecho de todos nos quitó la sonrisa del rostro.

Creo que entonces el gordo Colorado se percató de nuestra presencia, pero estaba tan aturdido por los acontecimientos que se limitó a brindarnos un desdén con la mirada.

– Esto se está poniendo muy caliente muchachos –el Comandante Alatriste se acercó en cuanto la bochornosa escena pasó –El señor Procurador me pidió que vigiláramos muy de cerca la casa del marrano.

– ¿No pensará ponernos a nosotros a cuidar al gordo?

– Me dan ganas, porque hasta ahorita no veo nada claro en el caso del asesinato del tal Topo.

– Le prometo tenerle algo pronto Comandante.

– Eso espero porque me están comiendo vivó.

– Los hermanos Malacón no tenían nada que ver en el secuestro de los policías ¿Verdad?

– No trates de cambiarme de tema Calavera.

– No mi Comandante para nada. No es eso  sólo tengo una corazonada.

– No necesitamos corazonadas Calavera, pero ya hablaremos después.

De pronto uno de los peritos llamó al Comandante y trate de concentrarme en lo que estaba pasando.

El ambiente se sentía tenso. No era un caso normal, no podía serlo. Cuando la víctima es un policía las cosas son diferentes. Todos andamos en el mismo barco y no podemos evitar sentir algo extraño. Siempre es más duro ver muerto a un compañero que a un desconocido. A ese no lo volverás a ver, y que nunca antes lo habías visto.

Los forenses y los peritos se apresuraron para tratar de evitar que los fotógrafos de la prensa tuvieran imágenes morbosas y amarillistas.

A la distancia me pareció ver a los jóvenes oficiales Lara y Quiroga.

Entonces recordé lo que el par de malandros me habían dicho antes y su presencia y fue cuando decidí hablar con ellos de nuevo.

– Creo que últimamente nos encontramos muy seguido –mi comentario no pareció caerle en gracia a Lara. Quiroga se hizo el disimilado.

– Mi primo le manda saludos comandante. Le dije que lo conocí.

– Salúdame al buen Pascual cuando lo veas –respondí. 

– De su parte.

– Siento mucho lo de sus compañeros.

– Sí. La verdad es que ahora si se pasaron estos hijos de la chingada. Ya nos tocará la nuestra.

Lara no podía ocultar su rabia. De esas que no te dejan dormir porque sientes que en cualquier momento te revientan el cráneo a plomazos. Te aferras a tu pistola. Lo peor es que sabes que en el momento preciso o disparas o te lleva la chingada.

– ¿Y ustedes que andaban haciendo por acá?

– Estábamos cuidando al jefe. Desde la vez que lo amenazaron por la radio nos asignaron a nosotros y a otros compañeros a hacer guardias fuera de su casa –contestó Quiroga.

– Y no se dieron cuenta del Marquis.

– Yo creo que lo vinieron a dejar cuando hicimos el cambio de guardia. Tenía rato estacionado ahí, pero la verdad no sospechamos nada hasta que los cínicos nos avisaron por la radio –volvió a contestar Lara.

– ¿Además de eso notaron algo extraño?

– Mi comandante esa gente no es pendeja. A lo mejor nos andan vigilando a todos. Igual en este momento les están pasando toda la película. La verdad está cabrón mi jefe dormimos con el enemigo.

– Si está canijo –y la verdad si que está canijo. Yo mismo sabía que estaba hablando con el enemigo y lo único que esperaba es que ellos no lo notarán. Sentí que sudaba, pero no intenté secar el sudor y no les perdí un segundo la vista.

– Seguramente vamos a tener que llamarlos de nuevo a declarar en el Ministerio Público.

– Ya se nos está haciendo costumbre.

Si se les estaba haciendo costumbre. Una muy mala por cierto. De esas que tienen los sicarios cuando ya el chamuco les mordió hasta el último nervio del cuerpo, y se aprenden de memoria los rezos de la Santa Muerte porque ya sienten pasos en la azotea.

Tenía que seguir cuidándome las espaldas. Ellos lo sabían, yo lo sabía, y lo peor es que también los otros y todos los demás lo sabían.

Lo más cabrón es cuando a pesar de tanto cuidado te agarran por la espalda. 

Continuará, siguiente capítulo el próximo lunes.

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