Donde la oscuridad penetra

Donde la oscuridad penetra

Novela Policiaca

Hamlet Alcántara

Foto: José  Gabriel López Mejía

16

Después de la tempestad viene la calma. Así fueron los días subsecuentes al asesinato del policía, y la detención de los hermanos Malacón.

A Moncayo no le importó mucho lo de las esencias florales, pero de cualquier manera las tomó.

– Ya vas a empezar con tu brujería pareja.

– Son para protección. Puedes creerme o no. No es cosa mía alguien más te las envió.

– ¿Ese chamán indigente amigo tuyo?

No dije nada.

Moncayo tomó un par de gotas y guardó el frasco.

– Saben a brandy estas madres.

A los Malacón se los llevaron los federales a la capital del país.  Hicieron todo un panchote. Fue poco lo que pudimos hablar con los hermanitos, porque de volada los trasladaron al cuartel militar.

Uno es curioso y necesita estar bien informado. Decidí no quedarme con la duda y le eche un grito a mi compa el Coronel.

– Ya se para que me hablas canijo. Seguro quieres saber que rollo con los hermanitos que atoraste ¿verdad?

– Mi Coronel para que le miento si ya me conoce.

– En una media hora me voy a desafanar de unas broncas que traigo. Hacemos una cosa. Ya sabes donde encontrarme en un hora. Ahí te cuento todo.

Cuando te metes con esta gente hay que ponerse bien trucha. Ahora sí que como dice mi compita el Nagual, escuchar las voces de las calles, y el Coronel estaba bien conectado.

Al Coronel lo conocí años atrás, durante un curso de entrenamiento especial que nos dieron sólo a unos pocos policías.

– Muchos de ustedes quizás nunca me vuelvan a ver después de este entrenamiento, pero así es la vida que se le puede hacer –y así fue. Casi puedo asegurar que soy el único en la corporación que conserva amistad con él. Ya que me agarró confianza me explicó porque.

– Lo que yo realizo son labores de inteligencia. Por eso no me conviene dejarme ver mucho en público. Uno nunca sabe.

Lo que se es que el viejo Coronel es otra leyenda entre los militares. Le encargan los jales pesados y los ha sacado adelante como debe ser.

– Con una que otra baja. Como decía Maquiavelo el fin justifica los medios –y puras de esas me contaba el Coronel.

Soy uno de los pocos que conoce su casa de descanso en la playa, y siempre me cita ahí. Una sola vez me llevo y lo advirtió claramente:

– Espero que te hayas aprendido el camino pinche Calavera, porque no te voy a apuntar la dirección y tampoco te la voy a volver a decir.

El camino me lo sé de memoria. Eso me ha valido la confianza del Coronel. Un viejo lobo de mar. Precavido hasta el cansancio. Y más de una vez me ha invitado a misiones importantes donde uno se la rifa o se lo carga el payaso.

Llegue hasta el fraccionamiento privado donde estaba la casa de descanso del Coronel. Como el guardia de la entrada ya me conocía no tuve problemas para entrar.

Tampoco tuve que llamar a la puerta. Tobías, el ex marine, chofer y guardaespaldas del Coronel me estaba esperando.

– Que no te engañe el rostro del buen Tobías. Me he salvado de varias, es el encargado de mi seguridad y mi brazo derecho –me dijo una vez el Coronel. Y así era.

Los dos viejos siempre andaban juntos.

  • No es fácil agarrar gente de confianza en este negocio Calavera. Por fortuna el Toby es uno en un millón.

Tobías siempre con su 38 súper en su sobaquera estaba alerta para cualquier cosa que pudiera suceder. Estos viejos se van a morir juntos. De pocas palabras, no es fácil sacarle plática. Su saludo se limitaba a un estrechón de manos y un leve movimiento de su cabeza. Así era siempre el Toby.

El Coronel ya me estaba esperando sentado en su mecedora, junto a un escoses en las rocas, disfrutando de su balcón con vista al mar.

  • No cabe duda que te encantan las broncas.

La frase me la reventó antes de saludarme. La verdad no sabía cómo se había enterado el Coronel que yo había participado en el operativo para detener a los hermanos Malacón, pero no me sorprendía.

  • Los carnalitos ahorita seguro están bien clavaditos en Reforma. Les van a poner otra peor que aquí. Si no es que ya se las pusieron. Ahorita las cosas están muy calientes. El que cae se friega.

Tobías me trajo un escoses para acompañar al Coronel.

  • ¿Tengo que cuidarme las espaldas?
  • Que pregunta tan estúpida. Siempre debes cuidarte las espaldas. Ahora si te refieres a cuanto saben los Malacón. No mucho pero no tardan en enterarse. Tenemos al enemigo en casa y a ti hay varios que te tienen en la mira. Ese Lucrecio Malacón esta canijo, le queda al chingazo eso de Lucas, porque está loco el carbón.

Pero ese era el menor de mis problemas y el Coronel parecía saberlo.

  • Traes en la mira a unos policías ¿verdad?
  • Mire Coronel no me gusta hacerme el santo, pero hay cochinadas con las que nunca voy a estar de acuerdo.
  • También se que te trae en la mira Asuntos Internos.
  • Nunca deja de sorprenderme mi Coronel, pa’que se lo voy a negar –cerré los labios después de darle un buen trago a mi escoses. 
  • Ponte trucha Calavera. Ahorita no te preocupes por los Malacón. Me parece que estuvieron en el lugar equivocado a la hora equivocada y les va a salir mucha cola, créeme. Con decirte que hasta los güeros vinieron a meter las narices en cuanto se enteraron de su detención. Traen broncas pesadas por allá, y si algunos de tus colegas no se ponen vivos, se los va a cargar la chingada.

Al Coronel hay que escucharle con mucha atención. No es de los que te dice las cosas a la primera. Pero siempre te avienta tirabuzones, y hay que cacharlos en chinga.

  • No te pierdas Calavera  a lo mejor te busco en estos días.

Toby se encargó de acompañarme hasta la puerta. A lo mejor salí de la casa del Coronel un poco más desconcertado. No tuve tiempo de pensar en eso, porque enseguida sonó mi celular.      

Era Valeria llamándome de la oficina para decirme que toda la mañana me había estado buscando el Chacal.

  • Según me dijo que tenía algo muy importante que comentarte. Que le urgía que te comunicaras con él.  
  • Gracias amor ¿Nos vemos en la noche?

De solo pensarme entre las piernas de Valeria perdí el sentido. Me imagine entre sus pantaletas y el aroma de su piel entre las sabanas.

  • Pues si tiene tiempo el patrón me puede llamar.
  • Ya no seas corajuda flaquita. Voy a tener que aplicarte unos correctivos. Ponerte las esposas y quitarte la ropa.

Su risilla la delató. Pude percibir como pudo sentir mis dedos hurgando en sus pantis.

  • Te espero en la noche.

Pero era tiempo de volver a la realidad. Y de regresar a echar un vistazo al territorio del gordo Colorado. Uno nunca sabe que sorpresas pueden asomarse por el espejo retrovisor.

Me puse el chaleco antibalas y me fui a buscar al Chacal.  

Continuará, siguiente capítulo el próximo lunes.

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