Donde la oscuridad penetra

Donde la oscuridad penetra

Novela Policiaca

Hamlet Alcántara

Foto: José  Gabriel López Mejía

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Llegue retrasado a la escena del levantón.

Moncayo ya estaba en el lugar junto con otros tres compañeros y el Comandante Alatriste.

– Que bueno que llegaste pareja ya se estaba encabronando el Comandante.

El Comandante Alatriste era un tipo duro, pero que conocía bien la corporación. Su voz ronca inconfundible resultado de tantos años fumando. Sus bigotes güeros bien tupidos y sus tejanas 100x eran parte de su personalidad ranchera inconfundible. Sonorense hasta el tuétano.

Unos compañeros se referían a él como el cowboy por lo de la tejana, los bigotes y el resto de su atuendo de ranchero fino, además de que era rubio y alto, la raza es canija no se le va una.

Pero en el fondo era buen tipo. Siempre guardando su aspecto de duro.

– ¿Dónde andabas Calavera? –La inconfundible voz de Alatriste jaló de inmediato mi atención en medio de todo el barullo.

– En el jale comandante. Ya se la sabe. Investigando algunas cosas del homicidio de hace unos días.

Otro de los atributos del Comandante Alatriste es que era de pocas palabras. Este caso no fue la excepción. Sólo negó con la cabeza. Me dijo que me pusiera a trabajar. “Al rato platicamos”.

– ¿No entiendo porque nos llaman a nosotros? –le pregunte a Moncayo mientras los tacones de las botas vaqueras de Alatriste se alejaban hacía la taquería que estaba a unos metros de ahí.

Un buen tramo de terreno estaba acordonado. Era prácticamente imposible circular por esa calle. Los oficiales de tránsito hacían lo que podían para desviar el tráfico, mientras un ejército de personas de la Procuraduría trabajábamos.

– ¿Quién crees que andaba por aquí en la bola?

– ¿Quién?

– El Capi Colorado bien escamado. Parece que los policías levantados estaban bajo su mando.

Hasta entonces comencé a entender porque el Comandante Alatriste nos había llamado a Moncayo y a mí para apoyar en el caso.

Un viejo lobo de mar siempre tiene el olfato bien desarrollado. Alatriste era de esa especie en peligro de extinción dentro de la policía.

Por ahí andaba también Carreño, con el rostro desencajado.  

El lugar era un hervidero.

A la orilla de la banqueta estaba todavía la patrulla estacionada con un par de impactos de bala.

¿Qué se habrán comido estos cabrones? Era la pregunta que me rondaba en la cabeza mientras escuchaba el llanto de una mujer que aún estaba histérica.

Después de un instante de silencio le contesté a Moncayo que no me extrañaba nada. Él me entendió.

– Bueno y explícame ¿Qué fue lo que pasó? –le pregunté a Moncayo.

– Según tengo entendido los oficiales estaban comiéndose unos tacos cuando les cayeron como siete canijos con rifles. Ya te la sabes.

– ¿Y los disparos?

– Eres observador parejón. Pero eso no está muy claro todavía. Según esto uno de los policías se quiso defender y lo hirieron. Ahí en la taquería hay unas manchas de sangre.

– Si llevan herido a un policía no tardan en tirarlo por ahí.

– También salió lesionado un cliente que estaba comiendo en una de las mesas.

– ¿Ya hablaste con testigos?

– Con algunos. Unos no vieron nada. Otros no dicen mucho. Uno de ellos fue el que me explicó que uno de los policías se quiso defender. Le disparo a los agresores. Éstos le contestaron. Los secuestradores los sometieron de volada y los desarmaron.

A la persona herida ya se la habían llevado a la Cruz Roja.

Llegaron los reporteros. Pero no les dimos mucha oportunidad porque Alatriste dio la orden de retirarnos del lugar. Por detrás del negocio llegaron un par de paneles que trasladaron a los testigos a la procuraduría, y remolcaron la patrulla baleada. Todo en cuestión de minutos.

Todo fue tan rápido que no había rastro del tiroteo y el levantón. Por eso a los reporteros no les quedó más remedio que ir a poner plantón a la comandancia.

Íbamos de camino cuando el Comandante Alatriste me marcó al celular.

– Calavera nos vemos con los de antisecuestros –así de corto fue su mensaje.

Moncayo conducía, así que le comenté a donde debíamos ir.

En el Grupo de Antisecuestros tenían a más de una docena de personas declarando en cubículos cerrados. Un par de compañeros cuidaban la entrada a las oficinas, y otra unidad con más agentes vigilaba a discreción desde la banqueta de enfrente.

Alatriste nos salió al paso casi a la pura entrada.

Traía un puro en la mano que seguramente planeaba encender. 

 – Acompáñenme aquí afuerita muchachos. Todavía no entiendo porque no dejan echar un poco de humo en las oficinas.

Lo seguimos mientras uno de sus escoltas estaba atento a cualquier cosa.

Por seguridad le recomendé al Comandante que fuéramos a uno de los jardincitos de la oficina.

– Uno nunca sabe mi Comandante. Menos en estos casos.

– Eres trucha pinche Calavera –me dio unas palmadas en el hombro y cambiamos de dirección.

– Voy ser breve muchachos. La cosa aquí es contra los cerdos esos que dirige el gordo Colorado ¿Supongo que lo conocen? –en cuanto salió al jardín encendió el puro y se sintió más aliviado.

No tuvimos que hablar. Sólo movimos la cabeza y la expresión en nuestro rostro delató el resto.

– De hecho el marrano quedó de venir para declarar pero se está haciendo pendejo. A lo mejor vamos a tener que darle una recordada.

– Con gusto mi Comandante –intervino Moncayo como perro de presa.

La sonrisa de Alatriste le sobresalía de entre su tupido bigote, que caía como dos gotas de agua a los lados de su boca.

Le dio unas palmadas en el hombro.

– Serénate Moncayo ya abra tiempo para eso. Por ahora lo que quiero es encargarles una orden de pateo. Hay que tumbar la puerta de una casa pero ya a ver si salvamos a los cuicos.

– ¿Y nosotros que vamos a hacer? –pregunté más por inercia. Ya sabía que el Comandante pretendía encasquetarme la famosa ‘orden de pateo’, como decía siempre para ir a reventar una casa.

– Pues dirigir la masacre nada menos. Ya te la sabes Calavera. El licenciadito quiere conseguir una orden del juez. Lo estoy convenciendo para que actuemos rápido. Es cuestión de minutos para que decidamos. Por eso quiero que se pongan truchas.

– Bueno mi Comandante y si me permite la pregunta ¿Por qué nos mandó llamar nosotros si siempre los de secuestros trabajan solos?

– ¡Primero por mis huevos! –a Alatriste le gusta imponerse así, nomás por sus pistolas: – Pero también porque leí los reportes que me presentaron sobre los supuestos policías que se metieron a la casa del muerto. No están ustedes para saberlo, pero uno de los levantados es un tal Salazar. Curiosamente es el encargado del Grupo de Reacción Inmediata de la delegación de policía que dirige el seboso de Colorado, así que tengo la impresión que podría estar relacionado con su caso.

Y expuesto de ese modo el Comandante podría tener mucha razón.

– Por cierto Calavera. Los de Asuntos Internos me traen frito, hay que resolver ese asunto para estar tranquilos. Confió en eso.

– No se preocupe Comandante trabajo en eso.

Le dio un par de fumadas más a su puro sin terminarlo. Lo apagó. Lo guardó en un estuche especial y regresó a las oficinas.

En nuestra unidad traíamos un par de chalecos antibalas, y en la cajuela siempre traigo mi escopeta recortada. Moncayo su R-15, además una pala por si se ofrece.

Siempre he preferido esa escopeta porque con la cacha tumbas a cualquier cristiano, y hasta una que otra puerta. Moncayo es más sanguinario, ya una vez estuvo a punto de tener un problema porque traía en ráfaga su rifle.

– A los pinches mañosos nadie les anda revisando el armamento. Por eso nos matan –me dijo el día que lo descubrieron. Afortunadamente la libró. Pero es terco el cabrón. Cada que puede trae su Erre Quince con ráfaga.

Me gusta traer siempre un radio en la patrulla con la frecuencia de la policía municipal. Nunca se sabe que puede suceder. Se escucha cada cosa por ahí.

Estábamos poniéndonos los chalecos cuando se escuchó una voz extraña por la frecuencia que no hablaba en clave.

– Ahí te dejamos un regalito en la canalización Gordo Colorado. No te la vas a acabar cabrón.

Se hizo un desmadre. Ahí nos tienes a todos buscando el famoso regalito. Llenándonos los zapatos de mierda y aguas negras.         

Continuará, siguiente capítulo el próximo lunes.

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