Donde la oscuridad penetra

Donde la oscuridad penetra

Novela Policiaca

Hamlet Alcántara

Foto: José  Gabriel López Mejía

10

Mi madre suele decir que no es muy bueno sacar a los fantasmas de las tumbas porque luego uno batalla para volverlos a enterrar, y quizás tenga razón.

A veces siento que el pasado está ahí siempre acechándonos. Pero trato de no pensar en eso, aunque en momentos como este me viene a la mente de nuevo esa idea.

Me fui en chinga de la llantera.

Confieso que me sentí vigilado.

No sé si eran mis nervios, pero estoy casi seguro de que más de una vez paso una patrulla municipal cerca de la llantera mientras platicaba con el Chacal.

También torcí varias veces al dueño del local saliendo de la oficinita a disque tomar aire. Nomás aprovechaba para parar oreja y escuchar que platicábamos, sin embargo salí apresurado porque Moncayo me envió un mensaje por el celular para avisarme que había podido hablar con la víctima y que me esperaba en la comandancia.

Moncayo me esperaba hojeando una revista.

– ¿Ya le tomaron declaración? –le pregunté.

– Hasta donde se no. Fui el primero en hablar con ella en el hospital.

La misma versión, los policías que irrumpieron violentamente en su casa, la esposaron y en un descuido ella pudo escapar. Sólo había un detalle que no cuadraba del todo, sobre todo con la versión de los oficiales que supuestamente la encontraron caminando como loca en la calle.

A Moncayo la mujer le dijo que llegó a un abarrote y ahí pidió auxilio al tendero, y a una pareja.  Pero inmediatamente detrás de ella entraron los oficiales.

– A ella le dio la impresión de que la venían siguiendo, pero como ya el tendero estaba llamando al número de emergencias.

– Nunca me dijeron que la sacaron de una tienda.

– Imagino que no. Según la mujer la querían llevar detenida, pero se hizo tan grande el mitote que los policías cambiaron su actitud.

– Mañana tendremos que regresar a la colonia.

– A mi más bien me huele a que si fueron efectivos de la policía municipal los que se metieron a la casa.

– Pienso lo mismo.

Me entró un delirio como de persecución, y con el pretexto de que tenía algo de hambre saque a Moncayo de la oficina para hablar más a gusto.

– Mientras tu andabas inspeccionando la casa pude averiguar algunas cosas por ahí en la colonia, y sí, también tengo el presentimiento de que policías andan metidos hasta el tuétano en este asunto, sobre todo un viejo amigo tuyo.

Sólo tuve que mencionar el nombre de Capi Colorado para que Moncayo respingara. Se le inyectaron los ojos y a la vez sonrió con una malicia escalofriante.

– Tendremos que clavarlo al bato –dijo sin dudarlo.

– No te me alebrestes, primero hay que estar bien seguros y averiguar bien que fue lo que sacaron de la casa. Por eso te digo que tenemos que volver a la colonia.

Nos interrumpió el timbre de mi celular cuando la señora de la tienda me estaba dando el cambio.

No tarde mucho en adivinar que era el número celular de la Duquesa, y sólo me bastó escucharla para saber que estaba muy exaltada.

– ¿Y ahora que pasó?

– Vine al departamento que rentaba la Morena –de pronto no pudo contener el llanto.

– Ya mujer ¿Y qué pasó?

– Alguien estuvo aquí, porque está todo revuelto. Forzaron la chapa, y uno de los vecinos me dijo que ha visto a unos tipos poniendo plantón en un carro azul, que seguido da vueltas por aquí.

– Mira cálmate, ahorita vamos para allá.

Le dije a Moncayo lo que estaba sucediendo en el departamento de la Morena y decidió acompañarme.

De camino al lugar reinó el silencio. Moncayo manejaba y yo quedé sumido en los recuerdos.

No podía negarlo. La idea de que no volvería a ver a la Morena o de que algo malo le hubiera sucedido no me agradaba.

– A que Calavera te gusta la mala vida –me decía la Morena siempre que veía que se me pasaban un poco las copas.

Ella siempre fue diferente a las demás.Refinada diría yo, con otra mentalidad. Nunca entendí porque una mujer como ella trabajaba en un lugar así y varias veces se lo dije.

Creo que me encariñe con ella.

– Creo que estoy emberrinchado contigo Morena.

– No te claves mucho precioso. Aprende a controlarte. Las cartas ya me han dicho que no soy para ti.

Esa era una de sus pasiones. Le encantaba hacerle a la esotérica, con eso del horóscopo y la astrología. Hasta había aprendido a echar las cartas, el tarot y siempre que podía me lo leía.

– Por tu signo del zodiaco tu Arcano regente es el Emperador y la verdad es que te queda mucho, porque es poderoso y sabe poner orden a pesar de todo el caos que pueda existir y es inteligente como tú – me dijo un día.

La verdad es que si le tenía aprecio. Es más Valeria se encelaba con ella porque un día me cacho una carta que la Morena me escribió.

– Ahora resulta que andas con una teibolera.

Y por más que le estuve diciendo que era una amiga nunca me lo creyó. A lo mejor tenía razón y por eso dejó de hablarme como tres días.

Por eso siempre he dicho que no es bueno recordar. Cuando los recuerdos llegan te duele gacho. A que Morena. Buena para meterse en broncas también. Sería por sus piernotas que todos andaban como babosos detrás de ella en el congal.

– Es lo que me encanta de ti Morena, esas piernotas bien torneadas, –le decía siempre y le tiraba el agarrón al chamorro. Ella nomás se reía y me seguía el rollo. Creo que en el fondo también se clavo conmigo y me horrorizaba la idea de que por eso hubiera desaparecido.

Una noche la tenía bien abrazada. Todavía estábamos todos sudosos y desnudos en la cama cuando me dijo –esto no está bien Javier –ya cuando me hablaba por mi nombre y no por mi apellido es porque estaba bien encariñada –nos vamos a venir enamorando y tú tienes a tu vieja la Valeria.

Además ella tenía imán para atraer a los malandros, y yo ahí andaba siempre espantándoselos cuando ya estaba bien embroncada.

Me acuerdo que una vez llegó bien golpeada al congal. No quiso decirme nada y me enoje.

Al rato que cae un compa al que le dicen el Chicali junto con uno de sus achichincles, un par de narcos de tercera.

Yo sabía que ese tipo pretendía a la Morena y salí de dudas, porque el después de tomarse unas copas comenzó a gritarle de fregaderas.

De plano me acelere. Andaba también un poco tomado y después de un par de mentadas que me arrimó a la mesa del famoso Chicali. Sin darle tiempo a reaccionar que le rompo la nariz de un cachazo, y terminó besando el suelo el baboso.

Su acompañante quiso reaccionar pero, más pronto que de inmediato, tronó mí nueve milímetros y le metí un plomazo en la mano. Comenzó a gritar como vieja.

Ya bien envalentonado y con palabras que no quiero repetir los corrí del lugar, y como los de seguridad ya saben que no me ando por las ramas mejor los sacaron a empujones.

El Chicali no se fue sin antes amenazarme de muerte como tres veces. Poco le duro el gusto porque días después los federales le catearon una casa de seguridad y lo atoraron. De ahí directito a la Ciudad de México a un penal de máxima seguridad.

Llegamos y la Duquesa estaba un poco más tranquila.

De tantos recuerdos que me invadieron no quise ni pasar al departamento. Le pedí a Moncayo que lo hiciera. La verdad lo que quería era ir al centro comercial a comprarle unos chocolates a mi flaca para contentarla en la noche y pasarla en su departamento, pero primero tenía que sacarme a la Morena de la cabeza.

Le prometí a la Duquesa que investigaría más a fondo y se calmó más. Aproveché para pedirle que se fuera a descansar.

– Relájate un poco y no vayas al congal, si el gachupín te la hace de tos yo me encargo de calmarlo –sólo sonrió y creo que me hizo caso.

A Moncayo lo pase a dejar a la comandancia. De ahí me fui directo a conseguir la caja de chocolates para la Valeria.

En eso estaba cuando en la tienda me distrajeron un par de piernas bien torneadas de una mujer que llevaba unas medias negras y un uniforme gris como de ejecutiva, muy elegante, pero como estaba pidiendo unos cigarros mentolados no pude verle la cara.

Por un momento creí escuchar la voz de la Morena cuando esa mujer habló. Pensé que me estaba volviendo loco o que ya de plano estaba muy obsesionado con ella, y seguí esperando a que la empleada me cobrara.

Pero la volví a escuchar y sin duda era la voz de la Morena. Entonces alcance a ver su cara, sus inconfundibles labios carnosos y a pesar de que estaba muy bien maquillada y mejor vestida era ella, no había duda de eso.

– ¡Morena¡ –le grite y pude llamar su atención, pero sólo conseguí que agarrara su cambio y acelerara su paso hacia el estacionamiento.

La verdad en ese instante estaba tan impresionado que no supe que hacer. Aparte como que el universo conspiro en mi contra. La empleada se tardó una eternidad en cobrarme, y a pesar de que salí en chinga la Morena había desaparecido.     

Continuará, siguiente capítulo el próximo lunes.

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