Los perros

Los perros

Jose Riaza

Libro: Retales de anarquía

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Últimamente me ladran los perros. Me huelen el miedo, el miedo a ellos y al resto de la vida. El miedo a la vida suena tan mal escrito como leído. A pesar de todo creo que estoy saliendo de esta nube negra, eso sí, he de hacer cambios drásticos en mi vida. Los cigarrillos son cosa del pasado, ya casi me dan asco y no he aspirado el humo de los dioses desde hace más de seis meses. Supongo que he de seguir con el deporte y decidir qué coño voy a hacer con el resto de mi vida. Sin embargo esto lo tengo aún poco claro, negro diría yo. Esbozo probabilidades. ¿Volver a mi vida de antes? pero no veo como reinventarme y salir del bache.

Últimamente me ladran los perros y sé perfectamente porque. Porque conocen mi miedo y mis pensamientos. En un momento puedo ser el perfecto Santa Claus y en unas horas convertirme en un asesino en serie de pensamiento. Sólo de pensamiento pues no tengo el valor. Además la diosa razón sigue gobernando mis noches y mis días, incluso más que el miedo. Sin embargo no me vendría mal una pizca de locura, ser un poco más espontaneo.

Realmente debería sentirme agradecido, he tenido una buena vida, perdón, tengo una buena vida y más interesante y pintoresca que el noventa y cinco por ciento de los mortales que conozco. Tuve una infancia feliz. Fui huérfano de madre, luego de padre. Aprendí a encajar y encaje en el rock un rato, luego me fui con los okupas, luego con los flamencos, ya no recuerdo bien en qué orden, que fue la primero si la gallina o el huevo. Me fui a América a cantar. Jugué a la familia en dos ocasiones sin deudas pendientes, sin lastres ni hijos. Con la banda hice bastantes discos, de solista otros tantos. Viví el terremoto en México. Me cambió para siempre. Ayudé lo que pude y seguí ayudando. Hice algunas giras por España, México y California. Viví tres meses en Los Cabos, me enamoré del mar pero no tanto como para mudarme allá.

Y volví como un imán, atraído por el bullicio al lugar donde Saramago planteó aquella novela, aquel Ensayo sobre la ceguera. That is life. Compuse tantas canciones que ya no se bien de que escribir. Y como un perro apaleado y sin remedio desperté de la farsa de este oficio, que ni es tan importante ni es tan oficio, hay más lentejuelas y filtros de Instagram que en el cine y luego la cartera sigue vacía… pero sigo libre y eso lo adoro como el aire que respiro. Escribo estas líneas desde un camping de la miña terra galega sin fecha del retorno, sin objetivos, sin norte ni paraíso pero con el corazón latiente.

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