*** Investigadores del INAH expusieron el caso de la Cueva de la Mesita, la cual alberga un par de paneles con elementos gráficos asociados con eventos míticos de la tradición otomí
*** En la actualidad, los habitantes de esta región veracruzana vinculan ese lugar con sus ancestros, al cual acuden para la realización de distintas ceremonias
Ciudad de México a 4 de febrero del 2021.- Durante siglos, una cañada ubicada entre la frontera de los estados de Hidalgo y Veracruz, ha sido ocupada por el ser humano dada su abundancia en recursos. Al mismo tiempo, como lo plantean especialistas del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), aquel paisaje fungiría como un corredor sagrado, el cual se mantiene en uso por parte de los pueblos de filiación otomí en la región.
El caso de la llamada Cueva de La Mesita fue expuesto en el II Coloquio Virtual ‘Boca de Potrerillos’ sobre investigación, conservación, protección y gestión de sitios con manifestaciones gráfico-rupestres, organizado por el Centro INAH Nuevo León.
La conferencia virtual Iconografía lunar y ancestros otomíes en la Cueva de La Mesita, barrio de Pozo Dulce, Santiago Huayacocotla, fue dictada por los investigadores del Centro INAH Veracruz, Ana María Álvarez Palma y Gianfranco Cassiano; y del Centro INAH Hidalgo, Alfonso Torres Rodríguez y Nadia Vélez Saldaña, en el marco de la campaña “Contigo en la distancia”, de la Secretaría de Cultura del Gobierno de México.
Los expositores mencionaron que tan solo en el costado veracruzano de la cañada, se tiene registro de 26 sitios con pictografías en abrigos rocosos, paredones y otras formaciones naturales. Si bien hay elementos que se asocian con grupos de cazadores-recolectores, la mayoría de las manifestaciones gráfico-rupestres está vinculada con la tradición otomiana de pintura blanca, presente en el Altiplano y las Tierras Bajas de Hidalgo entre los años 950 y 1521 d.C.
En la formación conocida como Cueva de La Mesita, señaló Alfonso Torres, se reconocen dos paneles principales con pictografías. El primero se ubica a 11 metros de altura y contiene 12 elementos gráficos distribuidos en tres conjuntos; su posición es cenital, por lo que el observador los mira desde abajo.
“Esta disposición, a manera de techo, se relaciona con motivos de carácter astronómico. Es decir, hay una elección de techos oscuros ahumados para representar elementos del cielo nocturno”.
En contraste, agregó el investigador, el segundo panel se ubica a ras de suelo y contiene seis elementos biomorfos (rostros) y un par astromorfos.
Después de indagar en fuentes históricas para comparar los elementos del primer panel de La Mesita, y contrastarlos con la iconografía posclásica del centro de México, el grupo de investigadores planteó como hipótesis que dicho panel está asociado con la ceremonia del Fuego Nuevo.
Entre los elementos que apoyan esta teoría está la presencia de motivos que aluden a las constelaciones Miec y Mamalhuaztli, los cuales, de acuerdo con los informantes de Sahagún, tenían una estrecha relación con las ceremonias del Fuego Nuevo, cada 52 años.
Además, dijeron, otros elementos rupestres del primer panel representan a personajes antropomorfos con narigueras, mordeduras de dientes, bezotes e, incluso, hay un individuo que aparece con una pierna cercenada. “Todos estos son rasgos de Tezcatlipoca, figura nahua que a veces acompañaba el encendido del fuego bajo la forma de Mixcóatl”, apuntó Alfonso Torres tras destacar también la presencia de imágenes de serpientes en esa parte de la cueva.
Sobre el segundo panel, Nadia Vélez, relató que este último fue pensado como un contraste, ya que en vez de elementos ígneos y alusiones a la bóveda celeste, su ubicación es a nivel del suelo y sus dibujos aluden a eventos acuáticos.
La investigadora del Centro INAH Hidalgo añadió que los rostros plasmados en esta área se asocian con los wemas, seres míticos gigantes que, según la tradición otomí, vivieron en una era previa a la humana, sin embargo, al ocurrir un gran diluvio en el mundo, quedaron atrapados en los cerros y se volvieron piedras y megalitos.
Como conclusión, la investigadora del Centro INAH Veracruz, Ana María Álvarez, destacó que La Mesita y todo el corredor donde se ubica la cueva, siguen siendo lugares de culto para los otomíes, quienes aún consideran a la luna y a los monolitos como entidades ligadas a sus ancestros, y acuden, en distintas fechas del año, a celebrar ceremonias específicas en los distintos sitios con gráfica rupestre de la cañada.