Por Hamlet Alcántara
Estuve dándole muchas vueltas buscando un título para esta crónica que surgió de un caminar una tarde por la avenida Revolución, y bueno el resumen de esa experiencia fue identidad y cultura.
Resulta que llegaron a mis manos un par de boletos para el Cine Tonalá, pero como desconocía la cartelera de esa tarde decidí salir con tiempo. A nadie le cae mal una caminata y menos en esa avenida que ha evolucionado con el dinamismo de esta frontera.
Cuando llegue al cine vi que estaba la película de “La Camarista”, el puro título llamó mi atención, pero me quedaban un par de horas libres antes de la función, y como decidí llegar a pie por aquello de la movilidad y dejar de usar el carro al menos un día, me dispuse a caminar por la Revu.
Los primeros pasos que di miré todo a mi alrededor. Había una evolución, un cambio notable a la Revu que conocí 20 años atrás cuando llegue a Tijuana.
Aquella calle con burros zebra y colores de artesanías mexicanas había cambiado desde entonces.
Debo aclarar que no es que no hubiera caminado por la avenida Revolución desde hace 20 años, más bien es que ahora lo estaba haciendo con un sentido analítico, y hasta cierto punto nostálgico.
Cuando llegue a Tijuana, la Revu fue uno de mis primeros centros de trabajo. Con los pocos ahorros que tenía compré una cámara fotográfica; una Pentax K1000 que hasta la fecha conservo.
Vivía en la céntrica colonia Castillo y ahí conducía un taxi, pero lo que realmente me llamaba la atención eran otro tipo de cosas, así que cuando tuve en mis manos la Pentax K1000 me fui a probar suerte precisamente a La Revu, donde había conocido a un fotógrafo que me ofreció ser su chalán.
“Aquí tenemos cuartos oscuros para revelar y toda la cosa, así que aquí vas a aprender”, y lo hice, sólo que pronto la tecnología descontinuo los cuartos oscuros, pero tuve la oportunidad de conocer dos que estaban en los sótanos de bares de la avenida Revolución, donde me tocó revelar una foto de un grupo de cholos, hombres y mujeres, que venían de fin de semana desde algún barrio de Los Ángeles.
Ahora no traía conmigo la Pentax K1000, pero si mi celular, así que recordé aquellos tiempos y me puse a fotografiar todo como si fuera un turista.
20 años después de aquellas andanzas, la Revu me mostró una cara diferente, actual, intelectual, artística, turística y ranchera. Un punto de reunión de artistas, turistas y tijuanenses en general.
En este recorrido tuve la oportunidad de sentarme a departir una amenamente con mi amigo poeta y periodista, Pedro López Solís, en el café Praga, saludé al artista urbano Lyon y también al escritor Juan José Luna.
Ahí estaba la Revu, no era la misma que conocí en aquellos tiempos cuando todavía estaba el Bar Aloha, donde el Diablo bailó con una mujer y se incendió el lugar, pero si está el Hotel Caesars, el polémico Reloj Monumental, los andadores han sido tomados por el arte y la cultura, y porque no decirlo también está esa otra parte de Tijuana, los bares con música de banda, y la Sex Shop, además de los gringos mirando un partido de la NFL en la terraza de un restaurante y gritando a cada jugada.
Pero la Revu todavía tenía reservado para este su hijo adoptivo una experiencia más, el acogedor Cine Tonalá y la cinta mexicana de “La Camarista”, para ponerle la estrella a la tarde noche.
Una cinta que me llevó aún más atrás a mis orígenes en la imponente Ciudad de México.
Y es que La Camarista es una cinta que se desarrolla en los entretelones de un hotel de lujo en la capital de la República, en donde se retoma la historia precisamente de “Eve”, una camarista reservada, sencilla.
Sin actores de renombre de Televisa o Hollywood, la película se desenvuelve en el mundo de esos empleados que no están en los ojos de ningún reflector, porque tienden camas, arreglan habitaciones de hotel, limpian cristales en plataformas o sirven de meseros.
No voy a entrar en una crítica de esas que hablan de la fotografía, las escenas, etcétera. Sólo voy a decir que es una cinta deliciosa, con personajes entrañables como la Minitoy, interpretados por personas comunes que hacen clic con cualquier mexicano, porque no son galanes ni modelos de telenovelas.
Tampoco voy a entrar en la trama para que quien se interese la vea y se haga su propio juicio. Sólo voy a concluir agradeciendo a la Revu este grato obsequio que le tenía deparado a este tijuanense por adopción que ha caminado por sus banquetas miles de veces y pretende seguir haciéndolo mientras Dios le preste vida y salud.