Donde la oscuridad penetra

Donde la oscuridad penetra

Novela Policiaca

Hamlet Alcántara

Foto: José Gabriel López Mejía

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– Creo que lo mejor es que se vaya de aquí cuanto antes –la voz de Alicia, la socorrista, con apenas un matiz de susurro me despertó. Bueno aunque en realidad sólo dormitaba porque aún seguía preocupado analizando en mi cabeza todo lo que había sucedido en mi ausencia.

– ¿Qué pasa?

– Como que últimamente se ha vuelto muy famoso. Aunque ya sus amigos me habían puesto sobre aviso. Creo que las cosas ya se pusieron muy calientes por aquí.

– No entiendo –y en realidad no entendía nada.

– Mire, no sé porque lo buscan y la verdad no me interesa, pero con esta van dos veces que vienen aquí preguntando por Javier Calavera…

– Pero yo soy…

– No se moleste ya Yhajaira y el Nagual me han explicado la situación. La primera vez vinieron unos tipos que dijeron ser policías, checaron la lista de pacientes, algunas habitaciones y al parecer se fueron conformes. Hace un rato llegaron otros tipos más violentos, preguntaron por usted y no se fueron sin registrar cada rincón del hospital. Traían rifles y pasamontañas.

– Pero como es que no me encontraron.

– Bueno no es usted el único “huésped especial” que hemos tenido por aquí, por lo que se encuentra en una sección segura, digamos secreta. El problema es que el Director del hospital no quiere problemas, valga la redundancia y prefiere que se vaya de aquí. Además ya está mucho mejor.

Al parecer los tipos estos también mantenían vigilancia a fuera del hospital.

Acepté de buena gana escapar de ahí con la ayuda de Alicia. Según ella el Nagual ya sabía lo que estaba ocurriendo y estaba por llegar. Sin embargo no estaba muy dispuesto a esperarlo.

Los tipos que estaban frente al hospital parecían todo menos policías. Además después de tantos años en la corporación creo que reconocería al menos a uno. Pinches mañosos.

– Vas a tener que decirle al Nagual que no pude esperarlo –le dije a la socorrista después de espiar por entre las persianas de uno de los cuartos a mis vigilantes – ¿Supongo que si tienen una sección secreta también tendrán una salida adicional?

– Sí. Es por la cuadra de atrás, bueno de hecho es una puerta que conecta a una de las casas de atrás, enseguida de la casa hay un pasillo como callejón por ahí sales hasta la calle, ven sígueme.

Todavía me dolían un poco las costillas izquierdas, pero podía caminar. Como por acto divino la socorrista me dijo que había podido localizar mi celular el día del atentado y me lo dio.

– Creo que puede servirte en caso de que te veas en problemas. Hasta aquí llego yo –me dijo cuando me llevó hasta la puerta secreta.

– Muchas gracias Alicia, dile al Nagual que regresó a su casa. Espero encontrarlo por allá en unas horas.

El pasadizo apestaba a orines, estaba oscuro y húmedo a pesar de que era de día, y el piso estaba repleto de basurita que le ponía un hedor extra a los diez metros que tuve que caminar para llegar hasta una pequeña puerta de metal que parecía cerrada por un candado, pero era sólo una fachada porque estaba sobre puesto.

Me alejé sin problema alguno del hospital. Los sicarios que me esperaban ni sospecharon nada.

Ahora me rodeaba una desconfianza total. Era como si estuviera en un lugar extraño y en cualquier momento me pudieran llenar de balas.

No tenía ni la menor idea de quien pudiera estar buscándome si todos me daban por muerto, pero ya nada me sonaba muy descabellado. Estos cabrones tienen ojos y oídos hasta en los escusados públicos.

Alicia también me había prestado algo de dinero que prometí devolverle cuando llegara a casa, donde tenía guardado algo de efectivo de lo que había conseguido desde con mis últimos trabajitos, desde que salí de la penitenciaría.

Con ese dinero tome un taxi. Sólo quería descansar un par de horas y despejar mi mente para aclarar mis ideas y eso lo iba a conseguir en el rancho del Nagual, donde me sentía más seguro que en cualquier otro lugar.

El taxista trató de hacerme preguntas estúpidas, según él para sacarme plática, pero hablar era lo menos que quería hacer en esos momentos. Ya no sabe uno ni a quien le cuenta las cosas. Ahora si que como dicen por ahí veía “moros con tranchetes” y sentía que “había pájaros en el alambre”.

Pinche Coronel así que su plan era matarnos a todos. Para que batallar con la raza que de todos modos van a ir a dar a la cárcel, y desde ahí van a seguir dando lata.

A lo mejor no planeaba matarme a mi, por lo menos no en su ejecución masiva, pero si convirtiéndome en un traidor a los ojos de todo mundo.

Ahora me parecía difícil saber quien estaba muerto, quien seguía viviendo y aún quien me estaba persiguiendo, pero como que todo esto ya se me venía haciendo costumbre.

Llegue al rancho del Nagual sin mayores contratiempos, y lo más sorprendente era que él estaba ahí para recibirme.

– Alicia me dijo que me ibas ir a buscar.

– Decidí esperarte. Te conozco bien mi hermano y sabía que no ibas a esperarme, además hiciste bien en salir cuanto antes de ahí. Ya no era seguro.

– Ahora no sé dónde estoy seguro.

– Lejos de aquí hermano. Te dije que tendríamos que hacer un viaje y creo que llegó la hora.

– Pero no me puedo ir en este momento.

– Lo sé. Pero en un par de días estoy seguro que cambiarás de opinión, ahora descansa y piensa bien lo que tienes que hacer aquí. No te vayas a equivocar porque estas parado en la orilla de un precipicio.

El Nagual tenía razón. No sé si en lo del famoso viaje, pero si en que estaba parado en el borde de un precipicio, y que tenía que cambiar de dirección si no quería caerme.

Por mi mente pasaban un montón de imágenes. Valeria, mi hija y Moncayo. Por desgracia mi hija ya estaba acostumbrada a vivir sin mí, así que me quedaba mi flaca.

Pensando en ella me quedé dormido varias horas.

“Ella te necesita tienes que ir a verla”, la voz era de una mujer, de la Morena.

“No puede ser estoy soñando”

“Exactamente Horacio estas soñando. Es precisamente ese poder el que ahora tienes, el que todos nosotros tenemos comunicarnos por medio de los sueños”.

“Morena pero tu estas muerta”.

“La muerte es la separación del cuerpo y el alma, pero la esencia continua. Ahora lo que importa es que continúes con tu misión y parte de tu misión es ella”.

“¿A quién te refieres?”

“A Valeria. Te extraña y esa nostalgia se le está metiendo al cuerpo, a los huesos, a las venas y está llenando su sangre de tristeza. Se está derritiendo en la tierra”.

Todo era borroso. Estaba seguro que estaba soñando. También que estaba platicando con la Morena, pero no sabía donde. Era una ciudad oscura, de noche o de madrugada. Soplaba el viento, pero ni una sola alma recorría las calles, y los sonidos desparecían entre las paredes, por las habitaciones.

Abría puertas buscando algo.

“Ella no está aquí. Su alma está tan débil que está encarcelada en sus recuerdos, no puede traspasar la barrera, porque sus sueños se perdieron contigo. En tu carne que cree muerta”.

“Fúndete en el viento mi hermano. Flota. Ahora ella te está soñando. Entra por sus poros y llena de vida sus venas para que ese sueño no se apague”.

“¿Nagual? ¿Estás aquí?”, fue tanta mi sorpresa que después me desperté.

Continuará, siguiente capítulo el próximo lunes.

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