Donde la oscuridad penetra

Donde la oscuridad penetra

Novela Policiaca

Hamlet Alcántara

Foto: José Gabriel López Mejía

77

Ponerle cola a Batista no fue tan gratificante como pensaba. Los primeros días nomás anduve desvelándome dioquis y hasta llegue a pensar que no había sido una buena idea.

Pero una tarde todo eso parecía cambiar de pronto. Contrario a lo que venía haciendo todos los días Batista salió tarde de las oficinas de Antisecuestros, y no parecía dirigirse a ningún operativo ni investigación, porque viajaba sólo y no rumbo a su casa.

Después de unos minutos llegamos a un bar. Estábamos sobre uno de los bulevares principales de Tijuana, y Batista se metió al estacionamiento del tugurio ese.

Estacioné el auto a la vuelta sobre una de las calles. Me apresuré para no perder detalle de lo que estaba sucediendo.

Batista no se metió enseguida al bar, sino que se detuvo en la puerta hizo una llamada, estuvo paseándose unos segundos mientras conversaba con alguien en su celular y finalmente se metió. 

Espere un par de minutos y luego entré al bar, que era un table dance. Antes de cualquier cosa miré para todos lados para tener una perspectiva del lugar. Luego me senté en la orilla de la barra, y pedí un güisqui con soda para no despertar sospechas.

Batista se había sentado en una mesa del rincón junto con una bailarina, que no había dejado de besarlo y abrazarlo desde que llegó. Sólo se separaron cuando la mujer vino a la barra por las bebidas y regresó a la mesa.

– Linda la chamaca –le dije al cantinero, un tipo flaco, bonachón y sonriente que enseguida me siguió la corriente.

– Más que linda está buenísima. Pero es medio apretada patrón. Mejor búsquese otra y yo se la consigo de volada.

– ¿Cómo se llama?

– ¿Quien? ¿Yo o la vieja? –el tipo se quiso hacer el chistoso y yo le seguí el rollo.

– Los dos.

– Por aquí la conocen como Shirley y yo me llamó Pedro para servirle patrón.

– Mucho gusto soy Horacio –le extendí la mano y nos dimos un apretón – ¿Y porque dices que la tal Shirley es medio apretada?

– Porque no sale con cualquiera. Es más desde que llegó aquí no recuerdo que haya salido con nadie, si acaso uno que otro privado, pero siempre la acompaña un guardia y no permite que nadie la toque.

– Pues no parece, porque el tipo que está en la mesa con ella, parece pulpo el cabrón.

– Bueno patrón, pero es que ese compa es el efectivo…

– ¿Cómo?

– El efectivo. Su galán.

– ¿Y a ese no lo vigilan los guardias?

– Mire patrón no está usted para saberlo, pero le recomiendo que ponga los ojos en otro lado, de hecho los guardias vigilan a la Shirley por órdenes de ese canijo. Incluso si se fija los meseros no se le acercan, sólo deja que lo atienda su vieja.

– No pues ha de estar pesado el compa ese.

– La verdad patrón me he mantenido tantos años en este negocio sin hacer preguntas y prefiero seguir así, porque el compa ese es muy amigo de los dueños y dicen que es policía.

Obviamente el cantinero no estaba muy dispuesto a darme más información, así que cambie de tema tratando de fingir que no me interesaba lo que sucedía en aquella mesa, pero no perdí detalle de la parejita.

Medio miraba la variedad y medio miraba a la parejita que seguía muy entusiasmada. Mi siguiente objetivo, fue otra de las bailarinas que fue la única que se acercó a saludar a la tal Shirley y a Batista. Incluso se tomó un par de tragos con ellos.

En medio de tanto escándalo aunque me acercara a la mesa de la parejita no iba a poder escuchar gran cosa. De pronto Batista estaba de nuevo hablando por celular, pero tuvo que ir a la parte trasera del lugar para poder escuchar.

Instantes después regresó. Sacó unos billetes de su cartera los puso sobre la mesa y se fue junto con la bailarina sin que nadie le dijera nada. Por el contrario los guardias se despidieron de él como si fuera el patrón.

– Oye mi Pedro y aquella ¿güera que onda?

– Tiene buenos gustos patrón. Se llama Esmeralda. Está igual de chula que la otra y es más jaladora.

– Mira me voy a ir a aquella mesa, y dile que le quiero invitar unos tragos –le di una propina y me cambié de mesa.

Al rato estaba cotorreando con la tal Esmeralda.

– Dime Esme papacito ¿Y que te trae por aquí?

– Visitando a las estrellas como tú mamacita –le contesté.

– Pues tú dirás mi rey, si te hago un privado.

– Estaría bien mi reina, pero primero tómate unos tragos para que te entones más.

– O sea que me quieres agarrar borracha para aprovecharte de mí –después soltó una risotada que incluso pudieron escucharla en todo el bar a pesar del escándalo de la música –pues déjame decirte que está cabrón para que me emborrache.

– ¿A poco traes truco?

– Mira que curioso me saliste mi niño.

– Sólo pregunto ¿O es pecado?

– No serás policía ¿Verdad?

– No mi reina. Como voy a ser policía.

– Bueno ¿Y entonces a que te dedicas?

– Soy brujo.

La mujer volvió a reírse como desesperada.

– ¿Qué no me crees?

– Con que no andes bruja todo está bien. ¿Cómo te llamas mi brujito?

– Horacio.

– No tiene nada de misterioso ese nombre.

– No dije que era misterioso, dije que era brujo, yerbero.

– Mira, mira. A ver cuando me haces una limpia.

– Cuando quieras mi reina te quito todo lo que te ande estorbando.

– ¿Y qué tipo de trabajos haces? Porque no creas que yo no se de eso.

En la bolsa de mi pantalón todavía traía el dije de la Santa Muerte que le quite al tal Meño y lo saqué para enseñárselo a la bailarina.

– Mira esta es mi protectora.

– No mis respetos. La verdad que yo no me meto con ella. Mejor guárdala por ahí.

– Desde hace rato que te estoy mirando, me gustó mucho tu rutina, pero casi se la dedicaste toda al guey ese que estaba con otra de tus amigas.

– ¿Te refieres al Beto?

– No sé cómo se llama.

– Si el que estaba con Shirley. No para nada mi rey, sólo lo hice porque siempre hay que estar bien con los patrones.

– ¿Patrones?

– Si es socio de la dueña, o por lo menos eso dicen las malas lenguas.

– ¿Entonces que? ¿Cuánto me vas a cobrar por un privado?

– Barato mi rey, por que la verdad me gustaste y debo decirte que no cualquiera. Quien sabe a lo mejor luego te busco para que me hagas una buena limpia o me leas las cartas.

– Cuando quieras mi reina –le dije y de ahí nos fuimos a uno de los privados, donde tendría más oportunidad de obtener más información sobre los dueños del table dance.  

Continuará, siguiente capítulo el próximo lunes.

#QuédateEnCasaYLee
#ColecciónEditorialDictamenBC
#LasAventurasDelCalvera 

#ComparteLaLectura 

admin

Entradas relacionadas

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *