Novela Policiaca
Hamlet Alcántara
Foto: José Gabriel López Mejía
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Moncayo se me quedó mirando como si fuera un bicho raro. Era lógico. Yo mismo tarde en digerir la noticia.
Después de todo me la había dicho un tipo condenado a morir, pero como iba a saber el nombre de Mariano Mata y Alberto Batista. Muchas pinches coincidencias.
– Para ti es fácil hacerte el occiso pareja. A mí no me queda otra más que apechugar y ponerme vivo o me lleva la chingada.
– Pero es que el Mariano es leña, es de la gente. El Batista es compa, pero así como para meter las manos al fuego por él, está cabrón.
– Lo mismo pensé pareja, pero tengo razones de peso para creer que es cierto.
– El pedo es que no me dices como te enteraste…
– Es mejor que no sepas muchos detalles.
– ¡No mames pareja¡ vienes a decirme que me quieren dar piso, y me sales con esas chingaderas ¿No me digas que también desconfías de mí?
– Torture a Manuel Zamora, un policía municipal al que le decían el Meño…
– ¿Zamora? ¿Al que levantó un comando armado hace unos días? ¿Tú lo torturaste?
– Si.
– ¿Quiere decir que estas trabajando con una bola de mañosos?
– Es más complicado que eso pareja.
Moncayo estaba haciendo un esfuerzo enorme por comprender lo que estaba pasando.
– Confía en mi pareja. No es lo que piensas. Los Malacón mataron al periodista para ponerme un cuatro y Mata les ayudo ¿sino como te explicas que supieran que yo iba a verme con Donoso en ese momento? Los únicos que andaban conmigo en ese jale eran tú y Mata.
– Pero pareja ¿trabajar para la maña?
– Para mi esto ya no se trata de convicciones, se trata de sobrevivir y de limpiar mi nombre. Lo que he hecho ha sido porque no he tenido otra alternativa ¿Estas conmigo o no?… No voy a recriminarte si me mandas a la chingada. Lo que quería era advertirte sobre el peligro que corres y ya lo hice, lo demás es tu rollo.
– No te pongas en ese plan pareja, es sólo que esto para mí es una sorpresa y bueno –me dijo Moncayo. –Sé que no somos unos santos, pero estamos hablando de homicidios contra policías y periodistas.
– ¿Quiere decir que tú piensas que maté al periodista?
– No lo sé. Pero ahora me dices que torturaste al policía.
– Si lo torture, pero yo no lo asesine y tampoco al periodista.
– Y luego esa facha que traes pareja. Ya te pareces a tu compa el brujo. Apenas y te reconocí.
– Precisamente. Esos desgraciados arruinaron mi vida. Ahora tengo que andar escondiéndome como una rata de alcantarilla y ellos como si nada, por eso vine a advertirte porque tú estás en la mira.
– ¿Y qué propones?
– No sé. Lo que te recomiendo es que estés muy alerta y vigiles al Mata. Que no sospeche que sabes algo. Yo me encargo de Batista, tenemos que ganarles la jugada.
– ¿Y cómo lo vas a hacer? ¿No pensaras en matarlos?
– Pareja no me enorgullezco de lo que he hecho para estar aquí libre y para seguir viviendo, pero eso no significa que tenga la sangre fría como esos cabrones. Pero eso si te lo aseguro pareja, hay muchas formas de chingarse en ellos.
La verdad es que no tenía ni una remota idea de cómo iba a hacerle para ganarle el tirón a estos compas. Además el tal Meño no fue muy específico. Pinche Meño. Él sólo dijo que seguían Moncayo y el comandante Alatriste, pero nunca me dijo que Mata y Batista iban a asesinarlos.
– ¿Y qué con el Comandante? Creo que deberíamos alertarlo.
Me quedé pensando. En silencio. Como todo un idiota.
– Yo no me puedo acercar a advertirle a Alatriste y tú tienes que tener mucho cuidado con lo que dices parejón, porque la verdad te sorprenderías de saber cuantas personas pueden estar involucradas en toda esta mierda.
– Ya se pareja, pero no puedo quedarme de brazos cruzados.
– El riesgo es que Mata se entere que sabes lo del atentado, y se ponga más alerta.
– Mira Calavera si crees que el Mata me va a decir algo estas muy equivocado, el tipo ha jugado su parte muy bien todo este tiempo y la va a seguir jugando, yo soy quien debo tratarlo como si nada para que no sospeche, pero definitivamente pienso que si debería alertar al Comandante de algún modo.
Así quedamos. Le pedí que me diera un aventón a la Misión cerca de la casa del Nagual, además le encargue que me consiguiera la dirección de Alberto Batista.
Por ahora lo único que se me ocurría era ponerle plantón, aprovechando que el Don andaba escondido por ahí reagrupándose para seguir con su guerra, esperando para tomar por sorpresa de nueva cuenta al enemigo.
El Nagual estaba sentado recargado en uno de sus árboles junto con el lobo, y como si me estuviera esperado me saludó en cuanto abrí la puerta.
– Te esperaba.
– Que tal –respondí y el lobo se acercó a mi como esperando que me pusiera a juguetear con él.
– Regálale una caricia. Te aseguro que no te atacara.
Nunca antes me había puesto a acariciar a un perro con tanto fervor como esa tarde. Había algo en el lobo que me inspiraba confianza. No puedo asegurar que fuera el mismo animal que me ayudó a escapar de la penitenciaría, pero se parecía mucho.
La tarde estaba fresca y como siempre la brisa del mar se podía sentir por aquellos rumbos.
El Nagual me confesó que estaba haciendo una meditación cuando llegue.
– Deberías intentarlo alguna vez, es muy bueno para aclarar la mente.
– Creo que tendré tiempo para hacerlo ahora que estoy por acá. Espero que no te moleste mi presencia.
– Claro que no. Te repito que eres bienvenido todo el tiempo que quieras.
– Oye. Ese auto ¿Qué tiene? ¿Por qué nunca lo usas? –le pregunté por un carro destartalado que estaba a un lado de la entrada del rancho.
-¿Lo necesitas?
– Digamos que sí.
– Úsalo, pero tendrás que arreglarlo. Tengo que salir –dijo y desapareció junto con el lobo blanco.
Aproveché para revisar el auto que estaba afuera, por lo visto sólo se trataba de cambiar una banda, así que busque el teléfono de un mecánico que pudiera y quisiera venir hasta acá.
Conseguí que un mecánico que tenía su taller sobre la carretera libre viniera para revisar el auto.
– ¿Usted vive aquí?
– Si soy hermano del dueño. ¿Por qué? ¿Algún problema?
– Bueno no, es sólo que ya ve como es la gente de habladora y me dio curiosidad.
– ¿Por qué somos brujos?
El tipo abrió los ojos tanto como pudo. No esperaba mi reacción y yo la verdad estaba divirtiéndome.
– No se espante mi amigo. Somos inofensivos mientras nadie se meta con nosotros.
– Bueno es que mucha gente no cree en todo esto, pero la verdad es que si existen esas cosas.
No le preste mucha atención y se puso a reparar el auto, cuando de pronto sonó mi celular, era Moncayo para darme la dirección de Batista.
Me pidió que tuviera mucho cuidado y quedó de estar en contacto conmigo por cualquier cosa.
– ¿Cree usted que pueda repararlo? –le pregunté al mecánico.
– Si en un par de horas se lo tengo listo jefe.
– Bueno voy a estar por aquí adentro, espero que me llamé cuando termine –le dije y me retire a descansar. Tenía planeado ponerle plantón esta misma noche a Batista.
Uno nunca sabe con que se puede topar cuando sale de cacería.
Continuará, siguiente capítulo el próximo lunes.
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