Donde la oscuridad penetra

Donde la oscuridad penetra

Novela Policiaca

Hamlet Alcántara

Foto: José Gabriel López Mejía

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En medio de su desesperación Rosendo tuvo que aceptar que había estado trabajando para los Malacón, pero que estaba dispuesto a colaborar con nosotros.

Él mismo ayudó a bajar el cadáver de Cervantes y empezó a cantar como ruiseñor, como si de eso dependiera su vida.

– Mi compadre fue el que nos dijo que debíamos matarlos, a ti, al patrón y al colombiano ese. Lucas tiene a muchos policías de su lado. Mi compadre es uno de ellos.

Yo no tenía un arma, pero Rosendo sabía que no la necesitaba en absoluto, porque los dos matones y el tal Tito sólo estaban esperando el momento para liquidarlo.

– ¿Tienes un compadre policía?

– Vamos Calavera. Tú sabes cómo es esto, nomás mírate ahora mismo…

– No estamos hablando de mi Rosendo. No te conviene darle vueltas al asunto en este momento.

– Si mi compadre es uno de los policías encargados de los traslados de los reos, es él quien nos lleva noticias de Lucas.

Después me dijo que Lucas tenía mucha gente infiltrada en la Peni, desde celadores hasta reos que por medio de su compadre le llevaban todo tipo de noticias al maldito sicario ese.

– Lucas supo que había llegado un cargamento de perico a la ciudad. Uno grande. Todo apuntaba  al “Vecindario” así que nos ordenó investigar. Sabía que el patrón seguía moviéndose desde ahí. Siempre lo quiso desmembrar por completo, pero no pudo.

Aunque lo disimulaba muy bien, la verdad es que no tenía el control de la situación, ni siquiera sabía que podía pasarme a mí en esos momentos, pero creo que ninguno de los que estábamos ahí lo sabíamos. Todo dependía de una llamada del Don.

Rosendo me narró como torturaron al colombiano hasta sacarle la ubicación del perico, y los nombres y direcciones de sus cómplices.

– Creo que si reventaron una casa de seguridad..

– ¿Ese compadre tuyo nos puede dar más información?

– Claro, él tiene más contacto directo con la gente, yo sólo recibo órdenes. Cervantes y mi compadre eran los que arreglaban todo, traté de decírselo a Don Paulino pero no me escuchó.

– ¿Y qué es lo que tú propones?

– Puedo entregarles a mi compadre tal como lo hice con Cervantes. He estado colaborando con ustedes desde el principio. Le di el pitazo a Cervantes para que se le escapara a los militares tal como me lo pidió Don Paulino y después lo lleve a su rancho. No se porque no confían en mí.

Como si lo tuviera planeado en ese momento sonó mi celular. Era el viejo narco, así que le hice una seña a los matones para que vigilaran de cerca a Rosendo que seguía esposado.

– ¿Cómo van las cosas por allá Calavera?

– Un poco confusas patrón. Aquí el Tito tiene la instrucción de pozolear a dos cadáveres.

– Así es. No me gustan los traidores, ¿espero que hayas entendido mis órdenes?

– Si las entendí, pero resulta que el canarito está cantando de lo lindo, y creo que nos puede ser útil para una más.

– ¿Una más?

Entonces tuve que explicarle lo del famoso compadre y la muerte del colombiano, y Don Paulino se quedó muy atento a mi conversación.

– Veo que eres eficiente Calavera. Recuerda que todavía necesitas recuperar mi confianza, así que más vale que las cosas te salgan bien.

– No se preocupe Don Paulino, pero creo que este jale tenemos que aventárnoslo de una vez, porque si no luego se nos va a enfriar, y aquellos van a andar a las vivas.

– ¿Y qué es lo que propones?

– Levantar al compadre de una vez. En caliente ni se siente. Porque si empiezan a notar la ausencia de Rosendo…

– Estas cabrón Calavera, andas con todo. Aviéntatelo tienes luz verde.

– Está bien patrón, pero pues voy a necesitar apoyo.

– No hay problema arregla todo y me devuelves la llamada, pero de una vez te digo no te me encariñes con el Rosendo. Hay que darle piso en cuanto ya no nos sirva.

Sin más el viejo colgó. Su número quedó grabado y yo con este dolorcito de cabeza que no me dejaba tranquilo.

– ¿Era el patrón verdad? –preguntó Rosendo que se había sentado en una vieja cubeta que estaba tirada por ahí.

– Sí.

– ¿Qué te dijo?

Antes de contestarle cualquier cosa le devolví su celular, que le había quitado justo cuando todo esto había comenzado.

– Mira ahorita mismo vas a hablarle a ese compadre tuyo. No sé qué le vayas a inventar, pero le dices que te urge verlo…

– Pero…

– Ni se te ocurra jugarle al vivo Rosendo porque te lleva la chingada. No vayas a hacer la llamada hasta que yo te lo diga –le hice una seña al tal Tito para que se acercara, y le dije el plan que tenía en mente.

– Don Paulino ya lo autorizó, pero no conozco la zona, no sé dónde puede ser seguro citar a este camarada.

– Por aquí cerca hay una frutería muy conocida, además la zona la tengo bien blindada. Si Don Paulino autorizó tú dices a que hora hay que levantar a ese compa.

Me acerque de nuevo a Rosendo para decirle que hiciera la llamada y lo citara en la famosa frutería.

– No vayas a hacer una pendejada para levantar sospechas cabrón porque te lleva la chingada –le insistí.

– No te preocupes, no va a sospechar nada, a mi compadre le gusta el billete. Le voy a decir que le tengo un jale para su patrón y listo.

De ahí en adelante las cosas pasaron tan rápido que no tuve tiempo para pensar en el dolor de cabeza que me iba creciendo.

– Compadre me urge verlo. Me acaba de caer una información sobre una merca, pero no le puedo decir por teléfono…. Si está bueno el jale, se va a lucir con el jefe. Es de la misma gente del Pibe ya se para donde movieron aquella onda… No, no compadre véngase usted sólo aquí a la frutería que esta en la Mesa… ¿Y no se puede desafanar de su pareja? –Rosendo me hizo una seña y tuve que acceder sin titubear – ¿pero no hay pedo con su compañero? ¿O sea que ya no anda en los traslados compadre?… bueno tráigaselo confió en usted… en media hora nos vemos ahí.

Casi al mismo tiempo le hable a Don Paulino para que me enviara refuerzos a la frutería en media hora. El Tito también habló con su gente.

– Una vez que los tengamos arriba de las unidades le habló al jefe de la policía de esta zona para que nos abra camino, es de los nuestros.

– ¿Cómo? ¿Qué no los Malacón tienen controlado todo el pedo?

– A que mi compa, creo que usted no sabe con quien está tratando, Don Paulino tiene billetes y ya la raza sabe que anda libre, así que más de uno se van a cuadrar. A los otros que Diosito los agarre confesados.

Todo pasó como en cámara rápida.

Rosendo se sentó en una de las mesas y yo en otra. Los demás estarían esperando mi señal para caerle a los policías.

Minutos más tarde llegó una patrulla con dos oficiales, y se estacionaron en línea roja frente a la frutería.

A uno de ellos lo reconocí de inmediato. Yo traía puesta una gorra para despistar, nomás me hice pendejo un rato, y me voltee para otro lado en lo que los policías se sentaron con Rosendo en su mesa.

– Como le hace a la mamada compadre, porque tanto misterio –le dijo después de que se saludaron y se presentaron –más vale que la información sea buena porque estoy de servicio y mi supervisor es un hijo de la chingada.

Rosendo se veía muy nervioso. No quise esperar más y di la señal con un mensaje al celular.

En cuestión de segundos aquello era un hervidero. Afortunadamente yo también estaba armado y me tocó encañonar a uno de los policías.

El otro alcanzó disparar. Uno de los mañosos de volada le respondió a punta de metralla y le dio en una pierna.

Todo pasó en no menos de 10 minutos cuando ya traíamos a los tres bien esposados arriba de una de las camionetas de vuelta la casa del Tito.

– ¡¿Qué paso Calavera? ¿En qué quedamos?¡ -gritaba Rosendo desde el piso de la camioneta antes de que le pusieran una bolsa de tela en la cabeza al igual que a los otros dos policías.

Continuará, siguiente capítulo el próximo lunes.

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