Donde la oscuridad penetra

Donde la oscuridad penetra

Novela Policiaca

Hamlet Alcántara

Foto: José Gabriel López Mejía

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– ¡Se me hace que ya valió madre el asunto! –fue lo único que alcancé a escuchar que gritaba Ocampo. Adivine que las cosas se iban a salir de control.

Desde que llegamos a la carraca vacía, Ocampo no había dejado de salir y entrar como desesperado vociferando no sé cuántas chingaderas, mientras le ponía una bolsa de plástico en la cabeza al Pacman. Luego le acomodaba unos puñetazos en estómago para que sintiera que se estaba asfixiando.

– ¡¿Quién está detrás de todo esto?! –le preguntaba una y otra vez.  El canijo solamente se reía con las pocas fuerzas que le quedaban, como si supiera que de cualquier modo se lo iba a llevar la chingada.

– Lo que vayas a hacer con este cabrón hazlo ya. No tardan en caernos aquí –insistía Ocampo casi lloriqueado mientras se escurría entre la ventana para ver que estaba sucediendo.

Creo que en ese momento el Pacman sintió que la cosa iba en serio.

– ¿De verdad piensan matarme?

Sin pensarlo el Mingo le dio un cachetadón que lo mandó de nalgas al suelo –para eso me gustabas maricón. Ahora te vas a poner como niñita a pedir clemencia.

– Ya les dije que no van a ganar nada matándome a mí. Solo soy un soldado en esta guerra –suplicó de nuevo, mientras yo mezclaba heroína con la Carne de los Dioses que me había dado el Nagual.

– Ahorita nos vas a decir la verdad. No te apures.

– Cervantes es el de todo el rollo. Se los juro. Él tiene el contacto allá afuera. Yo no hablo con nadie si no está presente.

– Ves como ya vamos progresando – en ese momento la jeringa aventó un chorro de líquido café, señal de que ya estaba preparada –agárralo bien Mingo, y amárrale está liga en el brazo para atinarle a la vena. No quiero que se nos vaya a pasar antes de tiempo.

– ¡No sean cabrones, no me inyecten esa madre! La chiva me da pa’bajo.

– Pues que tengas suerte allá abajo –le dije, luego tuve que gritarle a Ocampo para que nos ayudara, porque el Pacman empezó a forcejear. Con todo y su pinche miedo se acercó, y pude ponerle el arponazo en la pura vena.

Casi de inmediato se le pusieron los ojos en blanco, y luego comenzó a reír como un desquiciado.

Quiso ponerse en pie. No pudo.

– Se los va a llevar la chingada a todos. Con esto sólo lograron acelerar lo inevitable. A estas horas debe ser un desmadre allá afuera y no tardan en caerles. Fue Cervantes quien ordenó la muerte del colombiano y sigues tú y tu patroncito el Paulino.

– ¿Para quién trabaja Cervantes?

– Cómo si no lo supieras. Para los Malacón. Recibe órdenes directamente de Lucas.

– ¿Entonces si hay una lista negra?

– Claro que hay una lista negra. El colombiano soltó todita la sopa antes de morirse. También van por sus socios allá afuera. Tenemos ubicadas dos casas de seguridad allá por la carretera a Tecate. No tardan en reventarlas. Van a limpiar la plaza. Eso ya no tiene vuelta de hoja.

Ya no tuvimos mucho tiempo de hablar con él. Pinche Pacman, nomás me dejo picado con lo de las casas de seguridad. Tal como me lo anticipó el Nagual, la Carne de los Dioses empezó a hacer efecto.

– ¡No dejen que se me acerquen! ¡Me quieren llevar! –gritaba, y se le desorbitaban los ojos.

– ¿Quiénes más están en esa lista? –traté de insistir, pero obtuve puras incoherencias.

– Van a morir todos en el motín. Diles que se vayan. Están por todos lados. Me quieren sacar el alma y llevársela.  

Afuera se escucharon disparos.

Ocampo se acercó a la ventana desesperado, mientras al Pacman ya le salía espuma de la boca.

– Este bato se nos va a morir –dijo el Mingo.

– Ni modo una sobredosis más. No creo que extrañen mucho a esta basura, pero si hay que sacarla aquí atrasito, y luego nos pelamos.

Pasaron un par de minutos y después de una agonía terrible, llena de convulsiones y hasta espuma por el hocico el Pacman quedó inmóvil.

Le quitamos el cincho de hule y lo sacamos de la carraca vacía casi arrastrando. Casas de seguridad, pinche Pacman ya no te va a tocar ver nada de eso. Como no soltaste toda la sopa antes de irte. Ahora si nomás arrastras las patas. Y el Pinche Ocampo que miedosito me salió.

Tiramos el cuerpo del Pacman junto a una de las bardas. En ese momento grazno un cuervo que se paro justo en uno de los alambres de púas. Grazno varias veces y luego nos miró. Nomás se me enchinó la piel. Pinche Nagual y sus animales.

– ¿Y ese cuervo de dónde salió? No me gusta nada –dijo Ocampo sin quitarle la vista al cuervo, que por cierto parecía que se reía conmigo. Chale me cae que si me oyeran de loco no me bajaban.

– Ya no seas sacón pinche Ocampo ¿Qué chingados te va a hacer un pajarraco?

Y el cuervo volvió a graznar con más fuerza, como si hubiera escuchado al Mingo –mejor vámonos de aquí.

El griterío iba en aumento.

– ¿Es mi imaginación o se está quemando uno de los edificios? –pregunte mientras avanzábamos hacía el resto de las carracas. Entonces nos salió al paso otro custodio.

– Se ocupa apoyo en las zonas comunes –nos dijo como si tuviera prisa y ni siquiera le pareció sospechosa mi presencia.

– ¿Es fuego lo que se ve allá pareja? –insistí al recién llegado.

– Sí. Quién sabe quién chingados les abrió las celdas en uno de los edificios, y se hizo un desmadre. Creo que quieren llegar hasta aquí.

– ¿Qué hacemos ahora?

– Largarnos de aquí –contestó el recién llegado y salió corriendo.

– Usted nos dice que hay que hacer Calavera –me preguntó el Mingo.

– Mejor hay que hacerle caso al compañero, y vámonos de aquí antes de que lleguen los demás reos.

En ese momento reconocí al Santi que estaba a unos pasos de nosotros y le grite.

Primero no me reconoció.

– ¿Qué haces vestido así?

– Es muy largo de explicar. Lo que tenemos que hacer es sacar al patrón. Vienen por él.

– Hasta ahorita no han podido llegar hasta aquí, pero no tardan.

– Tenemos que salir de aquí –insistí.

– Tienes alguna idea de cómo hacerlo.

– Sí. Vamos a la carraca del patrón –en realidad no tenía ni la menor idea, pero de lo que si estaba seguro era de que si seguíamos en prisión no íbamos a vivir para contarlo.

Don Paulino estaba en su celda todavía medio borracho y ya con la pistola en la mano.

– Es muy largo de explicar ahora Don Paulino, lo que si le puedo decir es que es hora de salir de aquí. Tenemos que aprovechar la confusión. Santi lleva al patrón para que se dé una buena refrescada con agua fría. Necesitamos que este lo más entero posible.

Ni el Santi ni Don Paulino refutaron mis órdenes.

Al Mingo y a Ocampo les pedí que fueran a dar una vuelta al acceso para ver cómo estaban las cosas y en cuanto estuve sólo le marque al Coronel. Pinche Coronel. Seguramente ahorita está dormido cómodamente en su residencia mientras aquí arde el infierno.

– Espero que sea algo urgente Calavera ¿Ya viste que horas son?   

– Mi Coronel, no sé cómo le vaya a hacer, pero tiene que sacarnos en este mismo momento de aquí o se nos cae el teatrito.

– ¿De qué estás hablando?

– Ya no tenemos tiempo para sus estrategias. Hay un motín marca diablo en el Vecindario y vienen por nosotros. Si no manda a su gente a Don Paulino y a mí nos va a llevar la chingada. Así de sencillo.

Continuará, siguiente capítulo el próximo lunes.

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