Donde la oscuridad penetra

Donde la oscuridad penetra

Novela Policiaca

Hamlet Alcántara

Foto: José  Gabriel López Mejía

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 – No sé qué le hiciste al patrón, pero ya está mucho mejor – a la mañana siguiente el Santi me estaba dando la noticia de que Don Paulino había descansado, y estaba como si nada.

La verdad no lo podía creer. De hecho puede pensarse que me estaba volviendo loco, pero estábamos sentados en el pequeño patio frente a mi carraca y justo en la punta de la vaya metálica se paró una avecilla roja, y empezó a cantar cuando el Santi me hablaba de lo que había sucedido. Clarito miré como el pájaro ese ponía atención a cada detalle de la conversación y luego me echaba un vistazo a mí.

De pronto el ave voló y preferí seguir platicando con Santi dentro de mi carraca. En cuanto nos sentamos puso un fajo de billetes sobre la mesa.

– El patrón me mandó por la mercancía y me pidió que te agradeciera mucho lo que hiciste por él. Ya se siente mucho mejor. La verdad es que ahorita es muy necesario que este bien.

Santi se veía nervioso, aunque creo que en ese momento todos lo estábamos, bastaba salir para ver los rostros más duros que de costumbre y a los custodios en alerta.

Pero las malas noticias no iban a parar ahí. Santi se fue después de recibir la mercancía. Sólo me dijo que me buscaría más tarde.

Poco después escuché que tocaban en uno de los tubos de la maya metálica. Eso me extraño, porque el Kelo tenía la confianza de entrar y llamar justo desde la puerta. Regularmente siempre me gritaba. Pero esta vez no era el Kelo, era otro interno que ya había visto en alguna de las carracas de mis vecinos.

El área donde estaba era VIP y pocos internos tenían acceso a ella.

– Patrón lo buscan en el acceso –me dijo y mi zozobra aumentó. Le di una moneda y las gracias. En el acceso me esperaban Crescencio y mi tocayo.

– Que tal hermanos ¿Cómo estamos?

– No somos portadores de buenas noticias hermano –me contestó Crescencio, aunque por sus caras largas ya presentía que no venían solamente a saludarme.

– Tu amigo, el Kelo está en la enfermería. Parece que hubo una riña y otros internos lo picaron.

Me quedé sin palabras. Nunca esperé que una noticia así me impactara tanto. El Kelo había sido el primer compañero que encontré en este encierro y que me había tendido la mano.

– No tardan en trasladarlo al hospital, porque está muy grave, pero ya sabes cómo son aquí las cosas. Me imagino que quieren dinero para llevarlo más rápido.

– Vamos para allá.

– No sé si te dejen entrar hermano.

– Me van a dejar entrar.

– Tienes que calmarte estas muy alterado –caminaba tan apresurado que los dos hermanos me venían siguiendo casi corriendo.

En el camino Crescencio me explicó que a ellos les permitían el acceso a la enfermería por aquello de la religión. ¡A la madre con la religión! Estos miserables se habían pasado de la raya.

– ¿Les dijo quien lo hizo?

– No puede hablar mucho, pero alcanzó a decir que tuvieras cuidado –intervino mi tocayo.

No tuve tiempo de digerir el mensaje cuando me topé con Ocampo.

– Necesito entrar a la enfermería.

– Eso si va a estar cabrón Calavera, las cosas están muy calientes.

– Entonces necesito que me ayudes para que trasladen a un amigo al hospital o se va a morir –me acerque y al saludarlo le entregue discretamente un billete de 100 dólares.

– ¿Quién es el herido?

– El Kelo, no se su nombre.

– No se preocupe mi Calavera, ahorita arreglamos eso.

– Ya que vas a andar por ahí, quiero saber qué fue lo que pasó y luego vas a la carraca. Creo que es hora de que nos aventemos el jale que te comenté.

– Chingue su madre. Total una raya más al tigre ni se va a notar. Deja arreglo esto y te caigo para echar la platicada.

– Hermano tienes que calmarte, no vayas a hacer algo de lo que te arrepientas -¡Pinche Crescencio! Quien pensaría ahora que yo lo encarcele, hasta consejos me da el canijo. Eso de la religión le pegó duro.

– No tengan pendiente hermanos. Tengo mi Ángel de la Guarda que me protege –dije eso y clarito sentí como revoloteaba el pájaro rojo ese. –Mejor díganme que es lo que saben ¿Qué fue lo que le pasó al Kelo? –ya íbamos de regreso a mi carraca.

– Hay muchos heridos en le enfermería. Me imaginó que supiste de la primera pelea entre los pandilleros de aquí.

– Algo supe.

– Desde entonces la raza anda descontrolada y ha habido varios casos aislados como el de nuestro amigo. Nosotros estábamos ayudándole al Pastor cuando lo llevaron a la enfermería. Según esto que unos reos lo picaron con puntas, pero también iba muy golpeado.

Los invite a la carraca, necesitaba compañía en estos momentos.

– ¿Entonces ustedes que creen que pasó? –insistí una vez que llegamos a la carraca, y les ofrecí algo de tomar.

– No cabe duda que vives bien aquí hermano.

– Dentro de lo que cabe si.

– Creemos que pudieron participar custodios en la golpiza, porque el Pastor fue el que pudo hablar más con nuestro amigo y dice que comentó algo de que le querían sacar la sopa.

Minutos más tarde volvieron a llamar a la puerta, era el mismo sujeto de hace rato, ahora para avisarme que tenía visitas.

Tuve que despedir a los hermanos y agradecerles su apoyo.

Camino a la sección de visitas me encontré con miradas más hostiles que de costumbre.

– ¡Huele a muerte! –me gritó un sujeto al que antes había visto acompañado del Pacman -¡Ahora si te va a llevar la chingada!

Me le quedé mirando fijamente, avance un par de pasos hacía él y retrocedió.

– Salúdame a tu patrón y cuídate mucho ojete. No te vayas a asolear.

Ni siquiera contestó.

Sentí como me clavaba la mirada por la espalda, pero seguí caminando. 

En la sección de visitas me esperaba Moncayo, que enseguida me dio la mano y un abrazo.

– Estas adelgazando pareja –me dijo.

– No lo dudo. Me da gusto verte.

– En parte vine por trabajo, porque mataron a un canijo aquí y por lo que he investigado las cosas se pueden poner peor.

– ¿Un muerto?

– Si. Está muy raro pareja. La víctima parece que es un maiceron, pero lo dejaron en una de las celdas de los edificios nuevos. Para mí que la arrastraron hasta allá.

– ¿Cómo?

– Es que hemos interrogado a varios internos y como tres extraoficialmente me dijeron que el muertito andaba en el patio donde empezó la primera bronca. Me dicen también que unos custodios lo agarraron, lo golpearon y se lo llevaron. Pero lo más raro es que el muertito apareció hasta hoy  hace un rato. Como te dije en uno de los edificios. Lo que más me encabrona e insulta mi inteligencia es que los custodios quieran hacer aparentar que el compa este se suicidó.

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