Se han descubierto esqueletos con deformación craneana intencional y alteraciones dentales, destaca la investigadora Cristina García Moreno, quien ha explorado el cementero del valle de Ónavas, en el sureste de Sonora.
Tijuana, BC a 19 de noviembre del 2020- Los hallazgos arqueológicos del primer cementerio prehispánico localizado en Sonora, fueron motivo de análisis y divulgación durante la conferencia mensual Iraís Piñón que organiza el Centro Cultural Tijuana, institución de la Secretaría de Cultura del Gobierno de México.
La arqueóloga Cristina García Moreno, investigadora del Centro INAH Sonora, ofreció al público la charla “Prácticas funerarias en la comunidad prehispánica del valle de Ónavas, Sonora”, en una sesión electrónica transmitida vía Facebook/cecut.mx.
García Moreno, quien estuvo acompañada por Oswaldo Cuadra, coordinador del Programa de Pueblos Originarios y Comunidades del Cecut, explicó que la zona mortuoria conocida hoy como el Cementerio fue habitada hace unos mil años aproximadamente y que el sitio debió pertenecer a los antiguos Pimas, grupo que se asentó en la región entre los años 900 y 1300 de nuestra era.
La mayor parte de los restos encontrados corresponden a 60 individuos entre hombres y mujeres, que “presentan deformación craneal intencional y algunos de ellos alteración y mutilación dentaria, prácticas bioculturales que muy probablemente se entendían como un marcador de belleza o de rango social”, explicó la investigadora.
Todos los esqueletos encontrados tienen varias piezas dentales limadas e incluso en el caso de algunas mujeres se observa que se les retiraron los incisivos, señaló García Moreno al precisar que “limar los dientes era un marcador de ritos de iniciación a la vida adulta, más frecuente en varones mayores a 15 años, con dientes permanentes”.
Puntualizó que “rasgos similares se han encontrado en otros pueblos del occidente de México y en grupos prehispánicos del sur de Sinaloa y norte de Nayarit”.
Además, las osamentas encontradas estaban acompañadas de ornamentos elaborados con cuentas de conchas y caracoles marinos procedentes del Golfo de California; había también brazaletes, pendientes, narigueras, textiles y algunos artefactos de caza, y un individuo fue enterrado con un caparazón de tortuga, refirió.
La conferencista subrayó el hecho de que “la mayor parte de los ornamentos y herramientas son conchas marinas que pertenecen al Mar de Cortés, que seguramente se manufacturaron en otra región y luego se llevaron al valle de Ónavas, donde también se localizaron piezas en forma de pulseras y collares con cuentas de turquesa que solo estaban colocadas en niños”, ello indica que los onaveños conocían y transitaban rutas de comunicación en un extenso territorio.
También revela que “los niños onaveños ocupaban un lugar muy importante en esta sociedad de la que es posible conocer muchos aspectos a partir de sus tradiciones funerarias”, sostuvo la conferencista.
Tras mostrar al público una ilustración de cómo se vería una familia de Ónavas con deformación craneana, la investigadora concluyó que “por la datación de estos restos humanos vemos que estas mismas prácticas funerarias permanecieron por mucho tiempo y cuando los españoles llegaron a la zona, en 1622, muy probablemente aún se llevaban a cabo”.