Donde la oscuridad penetra

Donde la oscuridad penetra

Novela Policiaca

Hamlet Alcántara

Foto: José Gabriel López Mejía

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Revise mi celular para ubicar el número a donde había hablado don Paulino, pero fue inútil. El viejo tuvo el cuidado de borrar cualquier evidencia.

No sólo yo tenía la sospecha de que le había dado el pitazo al comandante Cervantes para que se pelara antes de que llegara la gente del Coronel por él a sus oficinas en la prisión.

– Mira Calavera se que tú no fuiste. Te conozco y precisamente por eso se que no pudiste haber sido tú quien aviso al Comandante Cervantes de nuestras intenciones, pero tenemos tu celular intervenido e hiciste una llamada.

Fue le primero que me dijo el Coronel cuando me volvió a llamar una hora más tarde de nuestro primer encuentro. Pinche viejo. Seguramente utilizó mi celular para darle el pitazo al infeliz del Cervantes.

– Bueno es que le preste mi teléfono a Don Paulino –no supe que más decir. Me sentía como todo un idiota. El viejo me había visto la “P” mayúscula de pendejo en la cara, y ni que decir.

– Creo que nuestro amigo es más listo de lo que nos imaginamos.

– Bueno pero si intervino mi teléfono debe saber a quien llamó el narco ese.

– No es tan sencillo –el Coronel se paró de su reclinable y se paseo por la ventana que daba a otro de los patios de la hacienda que habían improvisado como cuartel para no se que tipo de grupo, porque nadie traía uniforme –Don Paulino tuvo el cuidado de hablar en clave, y por supuesto no le marcó directamente a Cervantes.

– ¿Y por qué no se fueron a su casa?

– Teníamos cubiertos los dos frentes. Cervantes y otro de los jefes de custodios por los que íbamos se escaparon.

– ¿Y el Mingo? ¿No pudo ser él?

– Lo tenemos incomunicado, es imposible que tenga acceso a un teléfono o cualquier otro medio de comunicación. Y bueno aunque no quiero descartar una infiltración a nuestro grupo, las evidencias hasta este momento se inclinan a que fue el viejo lobo de mar ese quien se las ingenio para avisarle a Cervantes. La pregunta es ¿Con qué objeto lo hizo si se supone que nos enemigos?

Tenía toda la razón el Coronel y vaya que eso le metía más sabor al caldo. Cervantes nos quería muertos, no solamente a mí sino a don Paulino también, porque entonces intentaría salvarlo.

Le pedí al Coronel que me mostrara la grabación de la llamada. Lo único que se escuchaba era al viejo narco hablar con otro hombre “Dile a Cuervo 3 que abandone el nido. Ya luego arreglamos una reunión. Es urgente”.

El tipo que le contestó no dijo mucho, sólo afirmaba que había entendido el mensaje y vaya que lo cumplió al pie de la letra.

– En un principio creímos que su interlocutor podía ser un interno, pero a como están las cosas ahí adentro era muy poco probable…

– ¿Cómo? ¿Qué está pasando?

– Después de su fuga hubo un par de amotinamientos más. Las autoridades todavía no saben cuanta gente murió, y el ambiente dentro esta muy tenso. Incluso cuando nosotros íbamos por Cervantes todavía estaba el motín.

– A lo mejor por eso se peló.

– También pensamos en esa posibilidad, pero hubiera por lo menos regresado a su casa. No, es seguro que alguien le dio el pitazo, no pudo ser de ninguna corporación policiaca porque nosotros no trabajamos con ellas.

– ¿Entonces para quien trabajamos Coronel? –insistí en la pregunta a ver si ahora si sacaba más información, pero no tuve mucha suerte.

– Ya te lo he dicho. Somos una especie de asesores del Gobierno. Como un Servicio Secreto. En realidad no existimos en los organigramas oficiales. Y ya no preguntes más Calavera, que ahora las cosas han cambiado, tenemos la sospecha de que Don Paulino sabe más de lo que pensábamos, así que debemos ponernos en acción lo más pronto posible.

– Usted dirá mi Coronel. Soy materia dispuesta, porque ya me muero de ganas de salir del encierro.

– No comas ansias Calavera. A lo mejor mañana, por lo pronto ve con tus amigos. He dispuesto que les pongan más comodidades. Incluso le vamos a devolver el celular a Don Paulino como un gesto de que queremos negociar.

– ¿No será muy peligroso? 

– Es un viejo lobo de mar. Está jugando sus cartas nada más, y por ahora sabe que lleva las de perder, no se va a confiar tanto para hacer llamadas que lo comprometan, además está en medio de la nada ¿Cómo podría pedir ayuda para salir de un lugar que no existe?

El Coronel tenía razón y al verlo reírse de sus propios planes me preguntaba ¿Quién estaba realmente jugando con quién?

Don Paulino tenía otro semblante. Se había podido bañar e incluso le habían proporcionado otro cambio de ropa.

– No es de la mejor marca, pero ahí la llevan estos batos –estaba viendo la televisión, siguiendo muy de cerca los motines de la penitenciaría en las noticias locales –no cabe duda que uno tiene que mover sus influencias para que lo atiendan.

Solo sonreí al escuchar esa última frase.

– Tienen un desmadre ahí en “el Vecindario”. A los pendejos se les salió de control el asunto.

– Ya veo que si –una cosa era escuchar la versión del Coronel, y otra muy distinta era ver las imágenes. Por eso las llamadas a mi celular no habían parado, seguramente Valeria, mi flaca y mis compas estaban muy preocupados por mí.

– ¿Y tus compas qué onda? Digo porque no tendrán pensado dejarnos aquí toda la vida.

– No coma ansias Don Paulino –me escuchaba raro repitiendo las palabras del pinche Coronel –mañana a lo mejor tenemos sorpresas.

– Me gustaría ver al Santi. Como que me estoy aburriendo mucho por aquí. Hace rato los guardias me sacaron a dar un paseo. Vaya que está chingón el rancho este ¿Dónde estamos exactamente?

– Me gustaría saberlo Don Paulino, pero ni a mí me han dicho nada.

Obviamente no me creyó, porque soltó una carcajada y me echó la mano en el hombro.

– A que mi Calavera. Te las avientas buenas. No me queda otra que hacer las cosas a tu modo y de tus compas ¿Quiénes son?

– Del Servicio Secreto Mexicano –contesté sin pensarlo, y debió sonar muy convincente porque al viejo le cambió la cara.

– No sabía que existiera tal cosa.

– Pues ya ve. Yo tampoco pero existe, y estamos en uno de sus cuarteles en medio de la nada.

– A ver con que salen estos batos, porque aunque lo parezca mi Calavera yo no soy pendejo, nada más me hago para ver cómo reacciona la raza.

– No tenga desconfianza Don Paulino. Hasta ahora todo ha salido bien. No puede quejarse.

– Claro que todo ha salido bien, y así tiene que seguir.

Nos interrumpió el timbre de un mensaje que había llegado a mi celular. Antes había recibido llamadas, pero ahora se trataba de un mensaje de un número desconocido.

“Si crees que nos tragamos el cuento de que tú y tu jefe están muertos se equivocan. Pero después de que terminemos con ustedes así van a quedar, y como todo mundo los da por muertos ni sus cadáveres van a buscar”.

Continuará, siguiente capítulo el próximo lunes.

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