Donde la oscuridad penetra

Donde la oscuridad penetra

Novela Policiaca

Hamlet Alcántara

Foto: José  Gabriel López Mejía

21

Cuando Esteban Blanco miró una mancha de sangre parduzca en la pala se convirtió en el hombre más accesible del mundo.

En ese momento supo que estaba dispuesto a matarlo. No quiso comprobar lo contrario.

El karma diría la Morena.   

Y las cosas que pasan de verdad pueden ser tan impredecibles.

Resulta que el compita este, junto con el reporterito y otros sujetos, no sólo violaron a la jovencita, sino que también planearon la desaparición de la Morena, y lo más sorprendente, es que todo parecía ser por mi causa.

– ¿Qué quiere que le diga que usted no sepa ya?  

Aunque en un principio mi objetivo agarrarlos por lo de la violación de la jovencita, resultó que tenían la cola más apestosa que un zorrillo.

– ¿Cómo que ya lo se todo? No te entiendo y no quiero regresarme al desierto para terminar lo que comenzamos.

– La teibolera era su informante.

¡Ah chinga! Pensé. Éstos cabrones si que tenían una imaginación muy retorcida. La Morena mi informante. Era mi nalga, sí. Soplona ni al caso.

 Al principio me costaba trabajo creerle, pero el Blanco estaba tan preocupado por convencerme que me dio todos los argumentos.

Primero me recordó cuando armé un operativo para detener a un sujeto que le decían el Guarache.

El bato ese se la pasaba emborrachándose en el tugurio ese, y curiosamente siempre con la Morena. La vieja era buena para la fichada. Lo dejaba bien exprimido en todos sentidos. Hasta que un día el tal Guarache se hartó y fue a ponerle unas cachetadas.

Esa noche no fui al bar. Días después la Morena me contó todo a su manera, y consiguió que me pegara una encabronada de aquellas.

– ¿Y a que se dedica el bato ese? –Le pregunté bien sacado de onda.

– Tira mierda en uno de los bares de por aquí. También le pone jales a varios polleros.

– Pues ya se le cayó el cantón al hijo de la chingada.

Cuando llegamos a buscarlo, que nos caen a todos como media docena de de federales armados hasta los dientes de un grupo de investigación especial. Según venían desde la capital expresamente a cumplimentarle una orden de aprehensión al tal Guarache, y a otros dos que estaban con él.

Nos quisimos poner al pedo. Pero luego luego sacaron identificaciones. Dijeron que si interferíamos también nos iban a jalar por obstrucción.

Como nos superaban en número y armas mejor ni la hicimos de tos.

– No me salgas con esas chingaderas. De verdad me voy a arrepentir de haberte perdonado la vida.

– Mire comandante eso es lo que pensó Donoso y los patrones también…

– ¿Los patrones? ¿Cuáles patrones?

Como que quiso quedarse callado. En medio de su rostro todo madreado noté un profundo miedo en sus ojos. Hasta pensé que se iba a orinar el canijo.

– No se quienes son los patrones.

A veces es bueno apretar la cuña y no pensar cuando uno la aprieta porque se puede arrepentir. Por eso alcance una macana que traía en la guantera. Una bien maciza que parecía un pequeño bat de béisbol, y le atice un madrazo en la rodilla que lo hizo gritar en medio de la carretera. Luego encendí de nuevo la patrulla y retomé el camino hacia la casita de seguridad.

– Mi jefe no la amuele si le habló sobre los patrones me van a clavar.

– ¿Y de verdad crees que si me haces enojar de vuelta vas a quedar vivo? Tu amigo el reportero me metió en problemas. Tú le ayudaste a violar a una jovencita y a secuestrar y matar a otra mujer –traté de adivinar.

– Fue idea de uno de los patrones matarla, en serio –todavía se iba sobando la rodilla y quejándose. Sentí un tirón en el estómago sólo de pensar en la muerte de mi Morena.

– ¿Quién chingados tuvo la idea de matarla? Y no me salgas con una estupidez, porque te voy a meter un plomazo en el cerebro y créeme que ganas no me faltan.

– El Lucas Malacón –la respuesta fue tan sórdida como la noticia –todo mundo cree que por eso usted detuvo a sus hermanos.

– ¿Quién chingados te dijo que yo detuve a esas personas? Tú estas inventando puras pendejadas y me estas hartando.

– Eso es lo que se dice en las calles patrón. Es más Donoso trae esa investigación por órdenes del patrón. No tarda en publicarla. Ya hasta hay precio por su cabeza.

– Se la van a pelar todita. Quiero que me lleves a donde dejaron el cadáver de mi amiga.

Por dentro estaba rezando por que todo fuera una mentira de este canijo, que nada más hablando por hablar.

El camino se me hizo más largo. Eterno. Y por primera vez rogaba a Dios que todo fuera un mal viaje.

Blanco me llevó hasta la canalización. Casualmente muy cerca de donde me dieron por muerto y me abandonaron hace mucho los polleros.

– ¿Cómo la enterraron por aquí?

– Nadie dijo que la enterramos. Le pusimos una madriza de las buenas y ya no respiraba, tiramos el cuerpo allá adelante y llegó hasta río ese de aguas negras que lo arrastró.

– ¿Así que la tiraron así nomás?

– Es que veníamos el Lucas, Donoso y yo. Pero el reportero estaba bien paniqueado. Usted sabe mi jefe. Los nervios lo podían traicionar en cualquier momento, y por eso nos tuvimos que deshacer de ella antes de que valiera madre y pues…

No pude resistir lo que pasó a continuación. Nos habíamos bajado del auto. Blanco todavía estaba esposado.

De pronto me abalancé contra él y estuve a punto de estrangularlo, después de derribarlo a golpes. Tampoco pude contener el llanto de coraje que tenía.

– Así que querían deshacerse de mí. Me dan ganas de que le vayas a hacer compañía a mi amiga.

– Patrón deme chance. He jalado con usted. Es más le voy a poner en charola de plata a Donoso.

– ¿Y cómo piensas hacer eso?

– Le se muchas cosas al reportero. Más de las que usted se imagina. Él es contacto del patrón con unos americanos. Como tiene visa de periodista nadie sospecha de él cuando pasa la frontera. Se lleva de pequeñas cantidades cada vez que va y luego las clava en una casa al otro lado.

– ¿Quiere decir que si llego a Donoso, también puedo llegar a Lucas?

– Si mi comandante. Pero tiene que despacharlos porque si no me van a matar.

– ¿Y dime ahora como me puedes servir tú?

– A Lucas no le gusta tratar con el periodista. Donoso no sabe como localizarlo si no es por medio mío. Más bien Lucas siempre me dice cuando quiere ver al reportero y lo cito en determinado lugar. Con una buena calentadita nos dice donde tiene el clavo. Estoy seguro que hasta tiene dinero de los hermanos guardado por allá. Nunca se trae mucho por la frontera para no despertar sospechas.

– Veo que no eres nada tonto mi estimado. Primero vamos a ir a que te des una arregladita. Luego ya le llamas a Donoso. Donde me salgas con una chingadera vas a ser el primero en conocer el infierno.

A empujones lo tuve que subir a la patrulla. Justo cuando nos enfilábamos hacía la casa recibí una llamada al celular.

– Pareja el comandante Alatriste anda bien encabronado. Aquí cayeron los de Asuntos Internos de volada. O son muy inteligentes o alguien nos puso el dedo, la verdad creo que fue lo segundo –era Moncayo y sonaba bastante preocupado. 

– Luego arreglamos eso. Mejor hazme un paro. Trata de desafinarte y cáele a la cueva.

– Voy a tratar parejón pero la verdad la cosa está muy caliente. Mejor luego te marco. No vaya a ser que ya nos tengan las líneas bien colgadas. Estas avisado carnal.   

Continuará, siguiente capítulo el próximo lunes.

#QuédateEnCasaYLee
#ColecciónEditorialDictamenBC
#ApoyaAlEscritorIndependiente
#AyudaOPromueveCompartiendo

admin

Entradas relacionadas

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *